Sábado, 22 de Noviembre de 2025

Nélida L. Del Estal Sastre
Lunes, 28 de Febrero de 2022
CON LOS CINCO SENTIDOS

Adagio

 En la sinfonía en la que se ha convertido mi vida entera, una vida confundida y errática, una vida tan intensa que pareciese el cúmulo de muchas vidas, se está colando un adagio. Estoy inmersa en un tempo lento de mi existencia, esa que sólo vivía en un andante  agotador que me ha conseguido  secar el alma y dejarla en los huesos; desnuda y tan frágil como una figura de Lladró; quieta, colorida, perfecta. Vacía. Acumulando polvo en una esquina de la casa, en una peana rococó.  Brillo cuando levantas la persiana y los rayos del sol iluminan la cérea y nívea máscara que me coloqué hace tiempo. No hay lugar para una lágrima ni una mueca en la foto; no lo permito. He ideado un mundo en el que la soledad es la única amiga a la que me permito confesar que me duele todo. Cuando estoy con ella, en la cama y fornicamos hasta revolcarnos en nuestra propia miseria, es cuando me concedo la licencia de llorar, de derramarme hasta quedar sin aliento. A veces, muchas, pienso que muero, que no llegaré a despertar al día siguiente. Encuentro paz en este pensamiento. Pero despierto y eso, despertar, es aún más doloroso porque todo vuelve a comenzar. 

     Este aislamiento autoinfligido sólo es culpa mía, mía y de nadie más; es mi sentencia. No he vencido al mal ni vengo de luchar en guerra alguna. No soy una persona heroica,  ni mi vida ha sido una épica epopeya de nada.  No hay trovadores que canten mis loas porque no las hay. Todos los que alguna vez demandaron mi ayuda, ahora no están. Fui. Es curiosa la futilidad del ser humano; hoy eres lo máximo y mañana puedes ser un grano de arena en una kilométrica playa de alguna isla desconocida, aún por descubrir; es decir, la nada absoluta. 

    Esta manera de durar, más que de vivir, me castra, me mata lenta y pesadamente,  mientras el resto del mundo, ahí afuera, sigue su curso sin mí, sin notar que falto. 

      Estoy viviendo sin mí. Me he ido hace un tiempo y no logro encontrarme. Soy un epigrama chispeante que esconde la negrura de mi infierno. Cada vez me resulta más complicado esconder esta fatalidad que es mi discurrir por el río de la vida. Al dolor físico y enfermo, de ese que te sume en la tristeza de lo injusto, en la rabia de lo que no te corresponde, se une ya el fastidio emocional; nada cambia, cada día es la repetición exacta y milimétrica del día anterior. No estás. No eres. Piensas que todo lo que diste volverá ahora cuando lo necesitas, pero no vuelve. Ya no desespero. Me río en la cara del dolor sin que se me note, porque articulo la sonrisa en mis adentros.  Dejo que los minutos fluyan, como fluye un río. Después del torrente, llegó el remanso y este adagio que durará lo que dure, hasta que mi cuerpo se dé por vencido. 

    Y me iré sin haber estado, sin haber sido, lentamente; sin hacer ruido y sin alharacas. Que no se note. 

 

Nélida L. del Estal Sastre 

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