La guerra totalitaria y la paz como excusa

El medio millar de personas, pacíficas, de verdad, que se manifestaron hoy en Zamora, ucranianos y españoles, gritaron, con reiteración la máxima: “No a la guerra”. Ese lema resulta idéntico al que pronuncian en declaraciones y artículos los amigos de Rusia y Putin, la militancia española de ultraizquierda. Habría que matizar: “Un ejército poderosísimo ha invadido una nación libre, que formó parte del Imperio Soviético, Ucrania, castigada por  Stalin en 1932 con una hambruna que causó unos seis millones de muertos entre los campesinos. Los que subsistieron al Holodomor (marta de hambre) se vieron obligados a comer carne humana, grasa y piel de sus familiares y amigos”.

No a la guerra de Putin y sus intereses en Ucrania. Sí a la paz del mundo libre. No a la guerra del imperialismo neocomunista. Si a la paz de las naciones democráticas, donde no existe la censura, donde hay partidos de todas las ideologías, incluso los comunistas, tienen derecho y se presentan a las elecciones libres y viven en un régimen de libertades.

No a la guerra del totalitarismo más asesino de la historia. Sí a la paz de las naciones donde existe libertad de prensa, de sindicatos, de asociaciones culturales. No a la guerra de la censura, a la guerra de la muerte, a la guerra por motivos económicos.  No a la guerra de los  oligarcas rusos y ucranianos, con alianzas e intereses  económicos que la buena gente ignora. No a la paz de Biden, que tuvo a uno de sus hijos, Hunter, como director de Burisma, empresa de gas ucraniana, entre 2014 y 2019. Sí a la paz de la gente que ama la libertad propia y la de los demás, la propiedad privada, que no quiere ser gregaria de ideologías anacrónicas, donde una elite privilegiada y millonaria gobierna para su deleite, placer y negocios, mientras el pueblo llano padece dictaduras crueles.

Nunca podremos defendernos de los hijos de la guerra poniendo la otra mejilla, dejándonos crucificar en silencio,  con banderitas blancas, palomas picassianas, palmas y ramas de laurel. El mal no descansa nunca. Se camufla incluso pidiendo la paz. Disimula gritando "no a la guerra", pero en secreto se admira al poderío militar de los que asesinan con los carros de combate, cazas y misiles de sus odios eternos, porque son los suyos, sus héroes, sus artistas.

Que no nos engañen la paz de los hipócritas, el no a la guerra de los nietos de Stalin y Lenin, de los plutócratas rusos, de los hombres de negocios europeos y norteamericanos. Nos utilizan. Nos engañan. Nos matan. Nos roban el alma. Nos hacen peores. Nos condenan a morir aburridos de vivir entre la mugre, la carcoma del alma, las heces de sus ideologías.

Eugenio-Jesús de Ávila