SU GUERRA Y MI PAZ
La paz de los fariseos
Un comunista, como un sacerdote o un católico apostólico y romano, es gente con fe; lo es las 24 horas del día, incluso las ocho que duerme, las que dedica a ducharse, limpiarse por dentro y comer. No me escandaliza que Pablo Iglesias y su troupe apoyen a Putin y la invasión de ucrania, siempre con la hipocresía en sus palabras habladas y escritas. Quieren paz. Cachondos. Los abuelos comunistas de esta gente, en España y Francia, cuando Von Ribbentrop y Molotov pactaron el reparto de Polonia, festejaron la entrada de la Wehrmacht en la nación eslava y en París. Lógico. Después, cuando los alemanes invadieron la URSS el nazismo pasó a ser una ideología monstruosa y de extrema derecha. Todo depende.
Dos monstruos genocidas como Hitler y Stalin se repartían el viejo continente. Inglaterra y Francia querían la paz, pero los ciudadanos de ambas naciones ni eran cuáqueros ni quisieron poner la otra mejilla. Ahora el neocomunismo pretende que los ucranianos reciban a uno de los ejércitos más poderosos jamás conocidos, sembradores de destrucción y muerte, con palmas y laureles y que después los gobiernen desde Moscú, tal cual sucedió con Polonia, Rumanía, Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría, las repúblicas bálticas y la Alemania del Este cuando concluyó la II Guerra Mundial. Colonias de la URSS.
Y cuando se rebelaron, porque querían vivir en libertad, como en Hungría (4 de noviembre de 1956), la dictadura comunista envió más de 30.000 soldados y más de mil blindados que entraron en Budapest, capital, y otras zonas de la nación magiar. Las tropas de la libertad comunista causaron entre 2.000 y 5.000 muertos, y 200.000 húngaros huyeron de su país.
En el año 1968, 20 y 21 de agosto, el Kremlin ordenó la invasión de Checoslovaquia. Tropas del Pacto de Varsovia, la OTAN comunista. 170.000 soldados y 4.600 tanques procedentes de la URSS, Bulgaria, Polonia, Alemania Oriental y Hungría, acabaron con la llamada "Primavera de Praga", un período de reformas económicas y políticas de que anhelaba la gran mayoría de la nación eslava para salir de la tristeza del comunismo. También en la bella ciudad de Kafka los soldados comunistas asesinaron a hombres, mujeres y ancianos. Los checos no tenían derecho a la libertad.
Porque solo existe una forma de paz, la que exigen los neocomunistas, gente muy pacífica, que busca siempre la vía diplomática para evitar conflictos bélicos; unos cristianos ateos que ofrecerían la otra mejilla si les dan unos sopapos sus enemigos.
De haber vivido en junio de 1941, estos neocomunistas quizá habrían exigido a Stalin que se rindiera ante las tropas alemanas para así evitar 20 millones de muertos a su pueblo, la nación con más víctimas en la II Guerra Mundial. Y, por supuesto, a EE.UU. que no enviase armamento a la URSS para que el conflicto no se generalizase.
Ahora esta gente pide a Zelenski, un judío nazi, oxímoron racista, que se rinda ante Putin, admirador de Stalin, pero que, al parecer, es de extrema derecha. Pero si carros de combate, cazas y bombarderos ucranianos entrasen en Rusia, tildarían al presidente Zelenski de asesino y exigirían a Biden, Macron y Boris Johnson que enviaran a sus ejércitos a parar a las tropas invasoras. La Ley del Embudo de los amigos de la paz y de la libertad.
Hay dos tipos de pacifismo, como de cristianismo: el auténtico y el hipócrita. Los neocomunistas y los fariseos conviven en este mundo loco, loco, loco.
Un comunista, como un sacerdote o un católico apostólico y romano, es gente con fe; lo es las 24 horas del día, incluso las ocho que duerme, las que dedica a ducharse, limpiarse por dentro y comer. No me escandaliza que Pablo Iglesias y su troupe apoyen a Putin y la invasión de ucrania, siempre con la hipocresía en sus palabras habladas y escritas. Quieren paz. Cachondos. Los abuelos comunistas de esta gente, en España y Francia, cuando Von Ribbentrop y Molotov pactaron el reparto de Polonia, festejaron la entrada de la Wehrmacht en la nación eslava y en París. Lógico. Después, cuando los alemanes invadieron la URSS el nazismo pasó a ser una ideología monstruosa y de extrema derecha. Todo depende.
Dos monstruos genocidas como Hitler y Stalin se repartían el viejo continente. Inglaterra y Francia querían la paz, pero los ciudadanos de ambas naciones ni eran cuáqueros ni quisieron poner la otra mejilla. Ahora el neocomunismo pretende que los ucranianos reciban a uno de los ejércitos más poderosos jamás conocidos, sembradores de destrucción y muerte, con palmas y laureles y que después los gobiernen desde Moscú, tal cual sucedió con Polonia, Rumanía, Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría, las repúblicas bálticas y la Alemania del Este cuando concluyó la II Guerra Mundial. Colonias de la URSS.
Y cuando se rebelaron, porque querían vivir en libertad, como en Hungría (4 de noviembre de 1956), la dictadura comunista envió más de 30.000 soldados y más de mil blindados que entraron en Budapest, capital, y otras zonas de la nación magiar. Las tropas de la libertad comunista causaron entre 2.000 y 5.000 muertos, y 200.000 húngaros huyeron de su país.
En el año 1968, 20 y 21 de agosto, el Kremlin ordenó la invasión de Checoslovaquia. Tropas del Pacto de Varsovia, la OTAN comunista. 170.000 soldados y 4.600 tanques procedentes de la URSS, Bulgaria, Polonia, Alemania Oriental y Hungría, acabaron con la llamada "Primavera de Praga", un período de reformas económicas y políticas de que anhelaba la gran mayoría de la nación eslava para salir de la tristeza del comunismo. También en la bella ciudad de Kafka los soldados comunistas asesinaron a hombres, mujeres y ancianos. Los checos no tenían derecho a la libertad.
Porque solo existe una forma de paz, la que exigen los neocomunistas, gente muy pacífica, que busca siempre la vía diplomática para evitar conflictos bélicos; unos cristianos ateos que ofrecerían la otra mejilla si les dan unos sopapos sus enemigos.
De haber vivido en junio de 1941, estos neocomunistas quizá habrían exigido a Stalin que se rindiera ante las tropas alemanas para así evitar 20 millones de muertos a su pueblo, la nación con más víctimas en la II Guerra Mundial. Y, por supuesto, a EE.UU. que no enviase armamento a la URSS para que el conflicto no se generalizase.
Ahora esta gente pide a Zelenski, un judío nazi, oxímoron racista, que se rinda ante Putin, admirador de Stalin, pero que, al parecer, es de extrema derecha. Pero si carros de combate, cazas y bombarderos ucranianos entrasen en Rusia, tildarían al presidente Zelenski de asesino y exigirían a Biden, Macron y Boris Johnson que enviaran a sus ejércitos a parar a las tropas invasoras. La Ley del Embudo de los amigos de la paz y de la libertad.
Hay dos tipos de pacifismo, como de cristianismo: el auténtico y el hipócrita. Los neocomunistas y los fariseos conviven en este mundo loco, loco, loco.































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