Eugenio de Ávila
Viernes, 11 de Marzo de 2022
OBITUARIO

Regueras: una gran persona en vida y un recuerdo inolvidable tras su muerte

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Miguel Ángel Regueras no se ha convertido en buena persona por haberse muerto. Lo fue, diríase, de nacimiento. Lo conocí en El Correo de Zamora. Fue mi mejor amigo y colaborador durante los escasos dos años en los que fui su jefe inmediato después de mi regreso de TVE. Sin ser periodista, alcanzó la altura intelectual de numerosos licenciados en Ciencias de la Información. Hombre inteligente, aprendió rápido. Tampoco el periodismo necesita de lecciones superiores. No es matemática  ni astrofísica, ni tan siquiera filosofía.

 

Fue mi amigo más allá de aquel periódico, después ser engullido por un gran capitalista foráneo. Compartimos problemas, nos reímos juntos y hablamos de todo. Siempre dispuesto a prestarme ayuda en cualquier conflicto erótico festivo. Inolvidable persona. Pero la vida, como tantas veces ocurre, nos fue separando. Apenas nos veíamos. De vez en cuando, nos cruzábamos y nos saludábamos. Ni tan si quiera compartimos un café para contarnos cómo nos iba la vida. Supe, no ha mucho tiempo, que fue elegido presidente de Jesús de Luz y Vida. Le conminé a que cambiará casi todo de esa hermandad, desde el anagrama hasta el hábito y todo el formato de la misma. Me respondió que ya habría tiempo, que ahora existían problemas más inmediatos y graves. Cierto. Lo que yo quería formaba parte de la estética. Y poco más.

 

También me enteré que había cesado en esa Presidencia. Me mosqueé. Pero no indagué como sabueso periodista. Y sería en el estío, final del verano, o el otoño temprano, cuando me lo encontré en espacio poco agradable: Hospital Virgen de la Concha. Estaba con su mujer cuando yo accedí a la sala de espera donde se realizan los TAC. Apenas me dio tiempo a cambiar algunas palabras con él y su señora, porque me llamaron a capítulo. Cuando salí de la prueba, le pregunté por la razón de encontrarse allí, y me respondió con una evasiva, diciendo algo parecido a que tenía un problema de estómago, pero nada de particular. Me convenció, porque su cara no traslucía una grave enfermedad. Le deseé suerte y me despedí de él. Jamás imaginé que no volvería a verlo. Hoy, cuando daba cuenta de unas viandas, me llegó la horrible noticia, sorprendente, en principio, aunque después la asocié al encuentro en el Virgen de la Concha.

 

Ahora que ya no está, siento no haber mantenido aquella amistad. Nunca sabré por qué nos distanciamos. No sé de quién fue la culpa. Quizá la vida nos reunió en un momento determinado, como sucede con el amor, para luego separarnos. No obstante, Miguel Ángel Regueras formará parte de mi vida como una de las personas más entrañables, sencillas y bondadosas que conocí en este camino hacia la nada. Como él fue un creyente, se habrá encontrado hoy con el Jesús de Luz y Vida en persona. Seguro que el Hijo de Dios lo recibiría con los brazos abiertos y le encargará un proyecto de cofradía para los hermanos de Luz y Vida que ya forman parte de la memoria, del recuerdo.

 

Mi querido e inolvidable Miguel Ángel: Ya sabes que soy un hombre sin fe, pero nos encontraremos y criticaremos a Dios por castigar en la vida a los buenos y premiar a los malos, como ese Putin que anda por Ucrania asesinando niños, ancianos y mujeres.

Eugenio-Jesús de Ávila

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