ZAMORANA
Los pueblos zamoranos, hartos de que los ignoren
Zamora se queja, Zamora pide ayuda. Los zamoranos ya no se ocultan ni se conforman con el recurso del pataleo entre corrillos, o en la mesa del bar mientras echan la partida y toman el café de después de comer. Ya están hartos de que se les obvie, se les silencie o se les ignore, porque solo reclaman lo más estrictamente urgente: médicos a los que acudir en poblaciones pequeñas donde los consultorios permanecen cerrados y los sanitarios ni siquiera acuden un par de días por semana como antes, combinando su tarea con otros pueblos, porque hay pocos y están muy demandados.
Las concentraciones en defensa de una sanidad rural se suceden en diferentes comarcas donde los paisanos salen a la calle con una enorme pancarta para hacerse ver, o contabilizan el número de días que llevan sin asistencia médica en el pueblo con una tablilla cuyo número aumenta día a día. Nadie hace nada; ni el gobierno central ni el autonómico, pese a ser conocedores de la situación, y pese a llenarse la boca con las ya gastadas palabras de esa España vaciada a la que iban a dirigir sus prioridades.
Ahora, con las concentraciones casi diarias, los vecinos de pueblos pequeños elevan su voz, pero no parece que su eco llegue muy lejos, porque no obtienen respuesta. No aumentan las plantillas de médicos y enfermeras en el mundo rural y los vecinos han de desplazarse kilómetros para que les atiendan en la capital o en un pueblo vecino que disponga de consultorio; pero, como la mayoría de esos vecinos son personas de avanzada edad ¿qué se hace en una situación de urgencia, o por la noche, sin disponer de un transporte para trasladarse y que les atiendan con la celeridad que requieren?
Insisto en que hablamos de personas, en su mayoría ancianos, de gente olvidada que no da la lata, pero con los que sí cuentan los políticos antes de las elecciones para conseguir su voto prometiéndoles lo que no van a cumplir. Se trata de gente que necesita de una atención continuada para el seguimiento de sus problemas de salud: toma de tensión, análisis, curas, control de la medicación, medición de glucosa etc.; que no pueden contactar con el Consultorio más próximo (resulta difícil en extremo hablar con una máquina que solo responde a las cuestiones que previamente le han programado), el desconocimiento del manejo de Internet es otro de los problemas con los que hay que contar; eso, en el supuesto de que dispongan de un ordenador para comunicarse; y ya hay muchas personas que, precisando una consulta, la eluden por no padecer el suplicio y la impotencia de llamar a puertas cerradas, con la gravedad que ello conlleva.
Es una obscenidad. Nadie merece ese trato; por eso a través de estas líneas quisiera hacer llegar mi apoyo a estos valientes colectivos que tan solo elevan la voz en situaciones extremas y, al mismo tiempo, instar a las instituciones políticas para que les escuchen y atiendan sus lógicos requerimientos. No es pedir demasiado; solo que cumplan con su obligación para cubrir necesidades tan básicas como la protección de la salud.
Mª Soledad Martín Turiño
Zamora se queja, Zamora pide ayuda. Los zamoranos ya no se ocultan ni se conforman con el recurso del pataleo entre corrillos, o en la mesa del bar mientras echan la partida y toman el café de después de comer. Ya están hartos de que se les obvie, se les silencie o se les ignore, porque solo reclaman lo más estrictamente urgente: médicos a los que acudir en poblaciones pequeñas donde los consultorios permanecen cerrados y los sanitarios ni siquiera acuden un par de días por semana como antes, combinando su tarea con otros pueblos, porque hay pocos y están muy demandados.
Las concentraciones en defensa de una sanidad rural se suceden en diferentes comarcas donde los paisanos salen a la calle con una enorme pancarta para hacerse ver, o contabilizan el número de días que llevan sin asistencia médica en el pueblo con una tablilla cuyo número aumenta día a día. Nadie hace nada; ni el gobierno central ni el autonómico, pese a ser conocedores de la situación, y pese a llenarse la boca con las ya gastadas palabras de esa España vaciada a la que iban a dirigir sus prioridades.
Ahora, con las concentraciones casi diarias, los vecinos de pueblos pequeños elevan su voz, pero no parece que su eco llegue muy lejos, porque no obtienen respuesta. No aumentan las plantillas de médicos y enfermeras en el mundo rural y los vecinos han de desplazarse kilómetros para que les atiendan en la capital o en un pueblo vecino que disponga de consultorio; pero, como la mayoría de esos vecinos son personas de avanzada edad ¿qué se hace en una situación de urgencia, o por la noche, sin disponer de un transporte para trasladarse y que les atiendan con la celeridad que requieren?
Insisto en que hablamos de personas, en su mayoría ancianos, de gente olvidada que no da la lata, pero con los que sí cuentan los políticos antes de las elecciones para conseguir su voto prometiéndoles lo que no van a cumplir. Se trata de gente que necesita de una atención continuada para el seguimiento de sus problemas de salud: toma de tensión, análisis, curas, control de la medicación, medición de glucosa etc.; que no pueden contactar con el Consultorio más próximo (resulta difícil en extremo hablar con una máquina que solo responde a las cuestiones que previamente le han programado), el desconocimiento del manejo de Internet es otro de los problemas con los que hay que contar; eso, en el supuesto de que dispongan de un ordenador para comunicarse; y ya hay muchas personas que, precisando una consulta, la eluden por no padecer el suplicio y la impotencia de llamar a puertas cerradas, con la gravedad que ello conlleva.
Es una obscenidad. Nadie merece ese trato; por eso a través de estas líneas quisiera hacer llegar mi apoyo a estos valientes colectivos que tan solo elevan la voz en situaciones extremas y, al mismo tiempo, instar a las instituciones políticas para que les escuchen y atiendan sus lógicos requerimientos. No es pedir demasiado; solo que cumplan con su obligación para cubrir necesidades tan básicas como la protección de la salud.
Mª Soledad Martín Turiño





















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