OPINANDO
El freno de mano de los intereses sociales
A lo largo de la historia las transformaciones de la realidad se han producido mediante a mi entender esta premisa: la resignación en lo que uno es y la rebeldía frente a lo que el mundo trata de hacer con nosotros. Es peligroso invertir este proceso, es decir ser rebeldes frente a lo que uno es y estar resignado, lo que lleva a la complacencia, con lo que el mundo trata de hacer con nosotros.
Esta inversión se percibe en muchas de las ideologías de la identidad. Nos revolvemos contra lo que somos no aceptando nuestra situación personal y volcamos todo nuestro activismo en esta lucha, y en cambio entre tanto el mundo puede seguir haciendo lo que quiere hacer con nosotros tranquilamente. En este sentido un movimiento auténticamente social y cultural con una ideología de identidad debería tratar más de enfrentarse con eso que el marxismo llamaba las “superestructuras”, es decir esas estructuras institucionales en las que estamos albergados que buscan que nos centremos en nuestros problemas de una forma ególatra para que ellas puedan seguir desarrollando sus estrategias muy alejadas del ámbito social.
Por ejemplo vemos que el capitalismo global travestido (no a nivel político pero sí a nivel comercial) en el que vivimos el cual se ha implantado como una “superestructura” no solamente no tiene problemas con estas ideologías identitarias si no que las aplaude y las promueve.
¿No es llamativo que cuando se han implantado las huelgas del 8-M, las grandes corporaciones bancarias o las grandes empresas mediáticas las financien y las veneren?, esto no ha ocurrido a lo largo de la historia -a excepción de algunas revoluciones mayormente latinoamericanas como el régimen militar peruano de 1968 o la Unidad Popular chilena de 1970-73 donde fueron cambios estructurales impulsados desde los gobiernos o por actores institucionales aunque las dos acabaron fracasando - las reivindicaciones se tropezaban con el obstáculo de una implacable oposición por parte de las instituciones de poder.Las revoluciones sociales han de ser procesos masivos que confronten desde abajo las estructuras de poder de una sociedad incluyendo su organización económica y su entramado institucional con un sentido de progreso social.
Cuando triunfan, las revoluciones sociales introducen cambios profundos en las relaciones sociales, económicas y políticas, así como en las dimensiones materiales y simbólicas de la vida cotidiana si no los producen algo va mal.
No niego que estos movimientos hayan conseguido avances de un alcance irrefutable en el beneficio de la sociedad, que los han conseguido, pero muy probablemente estos avances solo lleguen hasta donde las instituciones de poder les permitan.
Esto ya lo anunciaba en los años 60 el autor Pier Paolo Pasolini como la Revolución Capitalista utilizaría a los movimientos de izquierda (no se puede negar que en lo que se refiere a movimientos de ideologías de identidad la promotora ha sido la izquierda) para colar mercancía averiada, es decir los utilizaría haciéndoles creer que son la oposición al sistema vigente, y la izquierda está cayendo en esta trampa.
El movimiento feminista y en general todos los movimientos identitarios deberían hacer una reflexión, porque a lo mejor lejos de estar construyendo una cultura que transforme la sociedad en todos sus ámbitos quizás estos movimientos estén actuando (como se diría en lenguaje marxista) de tontos útiles del enemigo y estén alejándose de conseguir sus objetivos.
Lucas Enríquez
A lo largo de la historia las transformaciones de la realidad se han producido mediante a mi entender esta premisa: la resignación en lo que uno es y la rebeldía frente a lo que el mundo trata de hacer con nosotros. Es peligroso invertir este proceso, es decir ser rebeldes frente a lo que uno es y estar resignado, lo que lleva a la complacencia, con lo que el mundo trata de hacer con nosotros.
Esta inversión se percibe en muchas de las ideologías de la identidad. Nos revolvemos contra lo que somos no aceptando nuestra situación personal y volcamos todo nuestro activismo en esta lucha, y en cambio entre tanto el mundo puede seguir haciendo lo que quiere hacer con nosotros tranquilamente. En este sentido un movimiento auténticamente social y cultural con una ideología de identidad debería tratar más de enfrentarse con eso que el marxismo llamaba las “superestructuras”, es decir esas estructuras institucionales en las que estamos albergados que buscan que nos centremos en nuestros problemas de una forma ególatra para que ellas puedan seguir desarrollando sus estrategias muy alejadas del ámbito social.
Por ejemplo vemos que el capitalismo global travestido (no a nivel político pero sí a nivel comercial) en el que vivimos el cual se ha implantado como una “superestructura” no solamente no tiene problemas con estas ideologías identitarias si no que las aplaude y las promueve.
¿No es llamativo que cuando se han implantado las huelgas del 8-M, las grandes corporaciones bancarias o las grandes empresas mediáticas las financien y las veneren?, esto no ha ocurrido a lo largo de la historia -a excepción de algunas revoluciones mayormente latinoamericanas como el régimen militar peruano de 1968 o la Unidad Popular chilena de 1970-73 donde fueron cambios estructurales impulsados desde los gobiernos o por actores institucionales aunque las dos acabaron fracasando - las reivindicaciones se tropezaban con el obstáculo de una implacable oposición por parte de las instituciones de poder.Las revoluciones sociales han de ser procesos masivos que confronten desde abajo las estructuras de poder de una sociedad incluyendo su organización económica y su entramado institucional con un sentido de progreso social.
Cuando triunfan, las revoluciones sociales introducen cambios profundos en las relaciones sociales, económicas y políticas, así como en las dimensiones materiales y simbólicas de la vida cotidiana si no los producen algo va mal.
No niego que estos movimientos hayan conseguido avances de un alcance irrefutable en el beneficio de la sociedad, que los han conseguido, pero muy probablemente estos avances solo lleguen hasta donde las instituciones de poder les permitan.
Esto ya lo anunciaba en los años 60 el autor Pier Paolo Pasolini como la Revolución Capitalista utilizaría a los movimientos de izquierda (no se puede negar que en lo que se refiere a movimientos de ideologías de identidad la promotora ha sido la izquierda) para colar mercancía averiada, es decir los utilizaría haciéndoles creer que son la oposición al sistema vigente, y la izquierda está cayendo en esta trampa.
El movimiento feminista y en general todos los movimientos identitarios deberían hacer una reflexión, porque a lo mejor lejos de estar construyendo una cultura que transforme la sociedad en todos sus ámbitos quizás estos movimientos estén actuando (como se diría en lenguaje marxista) de tontos útiles del enemigo y estén alejándose de conseguir sus objetivos.
Lucas Enríquez




















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