ZAMORANA
Entre paréntesis
La realidad duerme a las musas. Cuando las dificultades auténticas nos sumen en el afrontamiento y resolución de problemas urgentes; cuando la mente está ocupada en esos asuntos mundanos relacionados con algo tan natural e inefable como la enfermedad, la vida o la muerte; cuando llega el momento de encarar las contrariedades que nos presenta la vida en el momento menos oportuno… es entonces, llegado ese momento, cuando se deja de lado todo lo demás para centrarse en lo principal.
“Primero lo importante, lo secundario después” era una norma que me inculqué a cincel desde siempre; así que estaba preparada. Con lo que no contaba es con el agotamiento, no ya físico, sino mental, que anula la voluntad; una debilidad que inhibe y abate la energía convirtiéndonos en peleles arrugados a merced de un suspiro que acabe de derribarnos por completo. Si la recuperación del cuerpo es necesaria, la de la mente, el alma, el espíritu o la clarividencia perdidas es, igualmente, forzosa y precisan su tiempo para ordenar ideas y llegar a la sanación completa.
La realidad, con sus glorias y miserias, se deja a un lado; el día sucede a la noche sin la menor sensación de luz o sombras y apenas existe otra percepción que no sea el afrontar la coyuntura que ocupa el momento actual. Después, cuando la curva decrece y los parámetros se organizan, va reanudándose el día a día con la sensación de que la espada de Damocles pende aún más sobre cada uno, siendo más conscientes de que la vida es preciosa, pero cuelga de un hilo. Luego llega la rutina y se pierde el miedo; supongo que es un mecanismo de defensa para seguir adelante, porque el sufrimiento continuo o la preocupación perpetua son enemigos de la propia existencia.
Espero, pues, que a partir de ahora regresen las musas, anhelo bucear en las profundidades de la irrealidad y zambullirme en los abismos que surjan de la mente cuando los dedos se deslicen sobre el papel hasta llenarlo de símbolos y letras que formen, como en un puzle, palabras, oraciones e historias. Por el momento, la imaginación duerme la placidez que conlleva el merecido descanso. Ojalá se desperece pronto y acapare mi atención con la insistencia de siempre; confío en reanudar la rutina de sentarme ante un relato que empieza y, tras una catarsis, termina de forma inesperada y casi siempre satisfactoria, porque escribir es un arte del que solo soy una mera aprendiz que se propone contar historias, demandar soluciones o hacer críticas con el mayor respeto y humildad. Decía Sócrates que “la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia.”
Así pues, hasta que llegue el momento de reanudar la anhelada y continua escritura, mantengo este inerte paréntesis del que debe extraerse también un aprendizaje.
Mª Soledad Martín Turiño
La realidad duerme a las musas. Cuando las dificultades auténticas nos sumen en el afrontamiento y resolución de problemas urgentes; cuando la mente está ocupada en esos asuntos mundanos relacionados con algo tan natural e inefable como la enfermedad, la vida o la muerte; cuando llega el momento de encarar las contrariedades que nos presenta la vida en el momento menos oportuno… es entonces, llegado ese momento, cuando se deja de lado todo lo demás para centrarse en lo principal.
“Primero lo importante, lo secundario después” era una norma que me inculqué a cincel desde siempre; así que estaba preparada. Con lo que no contaba es con el agotamiento, no ya físico, sino mental, que anula la voluntad; una debilidad que inhibe y abate la energía convirtiéndonos en peleles arrugados a merced de un suspiro que acabe de derribarnos por completo. Si la recuperación del cuerpo es necesaria, la de la mente, el alma, el espíritu o la clarividencia perdidas es, igualmente, forzosa y precisan su tiempo para ordenar ideas y llegar a la sanación completa.
La realidad, con sus glorias y miserias, se deja a un lado; el día sucede a la noche sin la menor sensación de luz o sombras y apenas existe otra percepción que no sea el afrontar la coyuntura que ocupa el momento actual. Después, cuando la curva decrece y los parámetros se organizan, va reanudándose el día a día con la sensación de que la espada de Damocles pende aún más sobre cada uno, siendo más conscientes de que la vida es preciosa, pero cuelga de un hilo. Luego llega la rutina y se pierde el miedo; supongo que es un mecanismo de defensa para seguir adelante, porque el sufrimiento continuo o la preocupación perpetua son enemigos de la propia existencia.
Espero, pues, que a partir de ahora regresen las musas, anhelo bucear en las profundidades de la irrealidad y zambullirme en los abismos que surjan de la mente cuando los dedos se deslicen sobre el papel hasta llenarlo de símbolos y letras que formen, como en un puzle, palabras, oraciones e historias. Por el momento, la imaginación duerme la placidez que conlleva el merecido descanso. Ojalá se desperece pronto y acapare mi atención con la insistencia de siempre; confío en reanudar la rutina de sentarme ante un relato que empieza y, tras una catarsis, termina de forma inesperada y casi siempre satisfactoria, porque escribir es un arte del que solo soy una mera aprendiz que se propone contar historias, demandar soluciones o hacer críticas con el mayor respeto y humildad. Decía Sócrates que “la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia.”
Así pues, hasta que llegue el momento de reanudar la anhelada y continua escritura, mantengo este inerte paréntesis del que debe extraerse también un aprendizaje.
Mª Soledad Martín Turiño





















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