PASIÓN
Nuestra Semana Santa no es penitencia, más bien hedonismo

La Semana Santa de Zamora se ha convertido en casi el único motivo de orgullo de una mayoría de zamoranos, en manifestación lúdica de una ciudad que sufre padece y tolera el olvido de las administraciones públicas, regional y central, con resignación, desde que el poder secular se inventó esta democracia camelo.
Porque nuestra Semana Santa ni es dolor ni pena ni sufrimiento; no es una demostración del cristianismo del pecado, del castigo, de la condena, sino del cristianismo hedonista. Los zamoranos, creyentes, agnósticos o ateos, viven esta fiesta de la primavera, como la exaltación del placer que procura la amistad, el amor, la fraternidad, más allá de la catarsis de la penitencia, la expiación, la contrición que muestran procesiones y hermandades.
La Pasión en Zamora no es padecer; nuestra Pasión busca diversión, deleite, regocijo, que nos alivie de las cuitas seculares. Los jóvenes que se acercan a las cofradías aprecian más la tradición que la fe, porque la Semana Santa sabe más a zamoranismo, a amor por la tierra, que a una demostración piadosa. Respeto, no obstante, a los cofrades con profundas creencias religiosas, que se mortifican en sus vía crucis particulares.
Sostengo, pues, que el pueblo le ha robado la Semana Santa a la Iglesia para transformar la culpa en gozo, el pecado en placer, la muerte en vida.

La Semana Santa de Zamora se ha convertido en casi el único motivo de orgullo de una mayoría de zamoranos, en manifestación lúdica de una ciudad que sufre padece y tolera el olvido de las administraciones públicas, regional y central, con resignación, desde que el poder secular se inventó esta democracia camelo.
Porque nuestra Semana Santa ni es dolor ni pena ni sufrimiento; no es una demostración del cristianismo del pecado, del castigo, de la condena, sino del cristianismo hedonista. Los zamoranos, creyentes, agnósticos o ateos, viven esta fiesta de la primavera, como la exaltación del placer que procura la amistad, el amor, la fraternidad, más allá de la catarsis de la penitencia, la expiación, la contrición que muestran procesiones y hermandades.
La Pasión en Zamora no es padecer; nuestra Pasión busca diversión, deleite, regocijo, que nos alivie de las cuitas seculares. Los jóvenes que se acercan a las cofradías aprecian más la tradición que la fe, porque la Semana Santa sabe más a zamoranismo, a amor por la tierra, que a una demostración piadosa. Respeto, no obstante, a los cofrades con profundas creencias religiosas, que se mortifican en sus vía crucis particulares.
Sostengo, pues, que el pueblo le ha robado la Semana Santa a la Iglesia para transformar la culpa en gozo, el pecado en placer, la muerte en vida.





















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