MIÉRCOLES SANTO
Guardar silencio cuando solo nos queda la palabra
Zamora es una ciudad silente ante la injusticia, ante el olvido del poder político

Dejamos a la ciudad con siete palabras pronunciadas para recibir a la muerte. Madrugada del Miércoles Santo. Y nos la encontramos, cuando el crespúsculo pinta de carmesí la Torre y Cúpula de la Catedral, callada, silente, con los labios sellados.
Cristo de las Injurias: portentosa imagen para contagiar con el cristianismo penitente a los zamoranos.
Árbol, en vida, morada de aves, que ofreció su carne de madera para esculpir al Jesús de la Muerte, al Jesús de la Sangre, al Jesús del Sacrificio, al Cristo Injuriado. ¿Por quién? Por los servidores del poder, por los políticos corruptos, por los felones, por los sicarios del mal.
Nos hemos quedado, mientras, sin palabras para definir una religión del amor, que niega el hedonismo, que invita a la penitencia, a la flagelación del propio cuerpo, como conducta liberadora del pecado. Muerte dulce, morir en paz, vivir sin rencor, vivir amando.
Zamora no puede guardar ni un minuto de silencio ante la injusticia: trabajadores, hombres y mujeres, sin labores; pequeños comerciantes que cierran sus establecimientos, ancianos olvidados, mujeres maltratadas. Silencio, nunca, cuando se sufre.

Dejamos a la ciudad con siete palabras pronunciadas para recibir a la muerte. Madrugada del Miércoles Santo. Y nos la encontramos, cuando el crespúsculo pinta de carmesí la Torre y Cúpula de la Catedral, callada, silente, con los labios sellados.
Cristo de las Injurias: portentosa imagen para contagiar con el cristianismo penitente a los zamoranos.
Árbol, en vida, morada de aves, que ofreció su carne de madera para esculpir al Jesús de la Muerte, al Jesús de la Sangre, al Jesús del Sacrificio, al Cristo Injuriado. ¿Por quién? Por los servidores del poder, por los políticos corruptos, por los felones, por los sicarios del mal.
Nos hemos quedado, mientras, sin palabras para definir una religión del amor, que niega el hedonismo, que invita a la penitencia, a la flagelación del propio cuerpo, como conducta liberadora del pecado. Muerte dulce, morir en paz, vivir sin rencor, vivir amando.
Zamora no puede guardar ni un minuto de silencio ante la injusticia: trabajadores, hombres y mujeres, sin labores; pequeños comerciantes que cierran sus establecimientos, ancianos olvidados, mujeres maltratadas. Silencio, nunca, cuando se sufre.




















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