MIÉRCOLES SANTO
Capas pardas, pastores urbanos, río duradero y estética
Los hermanos de la Penitencia, como don Quijote tras se derrotado, se convierten en hidalgos-pastores
El Cristo del Amparo surge del agua; es un crucificado, a través del que el río llora; Jesús de la agonía que mora en la soledad de un pequeño y coqueto templo, hermano de piedra del Duero, para conformar, en la madrugada del Jueves Santo, una de los momentos estéticos cumbres de la Pasión zamorana.
Obvio abordar si hay fe, credo, reflexión, entre cofrades y gente contemplativa del desfile procesional. Paso. Me importa lo que transciende: la belleza. Música, escultura, disciplina conforman un cuadro en movimiento, una pequeña obra de arte que penetra en el alma de cualquier ser humano con cierta sensibilidad. La Hermandad de Penitencia –elijo el cristianismo hedonista- se creó cuando la dictadura iba rompiendo ese corsé religioso, propio de siglos que ya patrimonio de la historia.
Sus ideólogos quisieron crear la primera hermandad realmente zamorana, olvidando las túnicas sevillanas, tocándose con la capa alistana, confeccionada para combatir el frío invernal del oeste zamorano, hoy desierto demográfico.
Pero los hermanos de la cofradía siempre fueron hombres de la urbe, profesionales liberales, empresarios, funcionarios… en absoluto, ganaderos, que durante unas horas, guiados por la luz de la luna, se creen pastores, cual quijotes que recobraron la cordura, conduciendo a sus ovejas al redil de la ucronía. Pero una calavera, a los pies del Cristo de Olivares, nos recuerda que somos seres efímeros, mortales. El Hijo de Dios también murió. ¿Penitencia? No, hedonismo.
Eugenio-Jesús de Ávila
El Cristo del Amparo surge del agua; es un crucificado, a través del que el río llora; Jesús de la agonía que mora en la soledad de un pequeño y coqueto templo, hermano de piedra del Duero, para conformar, en la madrugada del Jueves Santo, una de los momentos estéticos cumbres de la Pasión zamorana.
Obvio abordar si hay fe, credo, reflexión, entre cofrades y gente contemplativa del desfile procesional. Paso. Me importa lo que transciende: la belleza. Música, escultura, disciplina conforman un cuadro en movimiento, una pequeña obra de arte que penetra en el alma de cualquier ser humano con cierta sensibilidad. La Hermandad de Penitencia –elijo el cristianismo hedonista- se creó cuando la dictadura iba rompiendo ese corsé religioso, propio de siglos que ya patrimonio de la historia.
Sus ideólogos quisieron crear la primera hermandad realmente zamorana, olvidando las túnicas sevillanas, tocándose con la capa alistana, confeccionada para combatir el frío invernal del oeste zamorano, hoy desierto demográfico.
Pero los hermanos de la cofradía siempre fueron hombres de la urbe, profesionales liberales, empresarios, funcionarios… en absoluto, ganaderos, que durante unas horas, guiados por la luz de la luna, se creen pastores, cual quijotes que recobraron la cordura, conduciendo a sus ovejas al redil de la ucronía. Pero una calavera, a los pies del Cristo de Olivares, nos recuerda que somos seres efímeros, mortales. El Hijo de Dios también murió. ¿Penitencia? No, hedonismo.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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