VIERNES SANTO
La gente sencilla se ennoblece en la madrugada
Congregación: olvidar el dolor y crear el cristianismo hedonista
No existe corte tan abrupto, estético y religioso, en la Semana Santa de Zamora, como el que se siente, se vive, se padece en la madrugada del Viernes Santo, entre la entrada en Santa María la Nueva del Jesús Yacente y el baile del Cinco de Copas, en la iglesia de San Juan, génesis de la cofradía de la Congregación, la más populosa de la Pasión zamorana, la más heterodoxa, singular, distinta y, si se me permite la expresión, revolucionaria de la Pasión zamorana.
Considero, porque lo padecía, que Jesús Nazareno, con diferencia, es la procesión en la que sus cofrades y, sobre todo, hermanos de paso realizan la penitencia más brutal de todas las que forman parte de la Semana Santa de Zamora. Paradoja: sus hermanos, miles, gozan tanto desfilando con su liviana cruz de madera, su túnica-mortaja negra y esperando el alba en las Tres Cruces, que transforman el dolor en alegría, una especie de masoquismo hedonista.
No creo que Congregación sea ya una cofradía conformada por gente piadosa, pero sí de personas con una fe atea o agnóstica en una tradición secular. Sea como fuere, me resulta un desfile prodigioso, digno de nuestra Semana Santa y envidia de las nuevas semanas santas de Interés Turístico Internacional.
No existe corte tan abrupto, estético y religioso, en la Semana Santa de Zamora, como el que se siente, se vive, se padece en la madrugada del Viernes Santo, entre la entrada en Santa María la Nueva del Jesús Yacente y el baile del Cinco de Copas, en la iglesia de San Juan, génesis de la cofradía de la Congregación, la más populosa de la Pasión zamorana, la más heterodoxa, singular, distinta y, si se me permite la expresión, revolucionaria de la Pasión zamorana.
Considero, porque lo padecía, que Jesús Nazareno, con diferencia, es la procesión en la que sus cofrades y, sobre todo, hermanos de paso realizan la penitencia más brutal de todas las que forman parte de la Semana Santa de Zamora. Paradoja: sus hermanos, miles, gozan tanto desfilando con su liviana cruz de madera, su túnica-mortaja negra y esperando el alba en las Tres Cruces, que transforman el dolor en alegría, una especie de masoquismo hedonista.
No creo que Congregación sea ya una cofradía conformada por gente piadosa, pero sí de personas con una fe atea o agnóstica en una tradición secular. Sea como fuere, me resulta un desfile prodigioso, digno de nuestra Semana Santa y envidia de las nuevas semanas santas de Interés Turístico Internacional.




















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