ME QUEDA LA PALABRA
El triunfo político y periodístico de la mediocridad
“Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. El aserto corresponde a Jonathan Swift. Cuando un verdadero mediocre aparece en el mundo de la política y del periodismo, se le reconocerá porque se rodea de gente más ramplona aún que él. Eso sucede en España, en política, y en Zamora, en el periodismo. Nunca hubo presidente tan vulgar intelectualmente como Pedro Sánchez, excepción hecha de Zapatero. Solo su descomunal audacia y el atolondramiento generalizado de su partido le llevo al liderazgo del PSOE y a La Moncloa. Nunca hubo un tipo tan mediocre, un marxista tan paupérrimo como Pablo Iglesias en la izquierda ultra española. Jamás conocí a unas fuerzas conservadoras lideradas por personajes tan ramplones, ineptos y pusilánimes.
Empírico: mi primer director en el engullido y ninguneado El Correo de Zamora, un personaje de cuyo nombre no quiero acordarme, forjó un coro de correveidiles con los periodistas más mediocres de la redacción, los más cobistas, los lameculos, y fue apartado a aquellos que destacaban por su talento y buena pluma. En aquel intento que se llamó La Prensa, editado durante 14 meses en nuestra tierra, el director, un tipo que desconocía la realidad de Zamora, otro hortera de la mediocridad, también acogió entre sus cejas a los más cobistas.
La mediocridad ha derrotado a la excelencia, la vulgaridad al refinamiento, a la excelencia. Los intelectuales guardan silencio mientras esconden sus palabras en las cárceles de sus cerebros. Solo Sabater se constituye en voz para descubrir lo que sucede. Aquí, en esta Zamora moribunda, la prensa comulga con las ruedas de molino en forma de publicidad que reparte el poder. Se acabó la crítica. Un medio de comunicación que alaba en vez de criticar al político se convierte en Boletín Oficial de la institución correspondiente. Tiene que ser Zamora10, a través de su digital, quien lidere las exigencias a los gobernantes para que nuestra tierra mantenga aún cierta esperanza de escaparse del tercer mundo, de ser el ano de nuestra nación, también en tránsito hacia la quiebra económica, una vez liquidada la ética en la política y el periodismo.
En fin. El político inteligente, el que cree en su talento, capacidad de trabajo, liderazgo, se rodea de personas aún más cualificadas que él: Felipe González, sus dos primeros gobiernos fueron excepcionales, con gente que había alcanzado la excelencia en su profesión, no advenedizos y jetas de la política, medianías, grises. El propio Aznar, con todos sus defectos, supo construir un Gabinete con personalidades muy preparadas en diferentes campos de la administración. Pero llegó Zapatero, padre político de Sánchez, y los ejecutivos nacionales se transformaron en néctar de la vulgaridad, con mujeres tan medianas como Leyre Pajín, Trinidad Jiménez, o aquel genio que todavía vive de la res pública, Pepiño Blanco, por no traer al presente el pasado de una época nefasta de nuestra historia, génesis de la España que camina hacia el abismo.
“Una persona inteligente se repone pronto de un fracaso. Un mediocre jamás se recupera de un éxito”. Lucio Anneo Séneca.
Esta nación, la más antigua de Europa, se anega en un magma de vulgaridad política, intelectual y periodística. Lo afirma un mediocre como yo. Buena jera.
No obstante, encuentro la calma en mi cerebro cuando leo esta frase de Einstein: “Las grandes almas siempre se han encontrado con una oposición violenta de las mentes mediocres.”
Eugenio-Jesús de Ávila
“Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. El aserto corresponde a Jonathan Swift. Cuando un verdadero mediocre aparece en el mundo de la política y del periodismo, se le reconocerá porque se rodea de gente más ramplona aún que él. Eso sucede en España, en política, y en Zamora, en el periodismo. Nunca hubo presidente tan vulgar intelectualmente como Pedro Sánchez, excepción hecha de Zapatero. Solo su descomunal audacia y el atolondramiento generalizado de su partido le llevo al liderazgo del PSOE y a La Moncloa. Nunca hubo un tipo tan mediocre, un marxista tan paupérrimo como Pablo Iglesias en la izquierda ultra española. Jamás conocí a unas fuerzas conservadoras lideradas por personajes tan ramplones, ineptos y pusilánimes.
Empírico: mi primer director en el engullido y ninguneado El Correo de Zamora, un personaje de cuyo nombre no quiero acordarme, forjó un coro de correveidiles con los periodistas más mediocres de la redacción, los más cobistas, los lameculos, y fue apartado a aquellos que destacaban por su talento y buena pluma. En aquel intento que se llamó La Prensa, editado durante 14 meses en nuestra tierra, el director, un tipo que desconocía la realidad de Zamora, otro hortera de la mediocridad, también acogió entre sus cejas a los más cobistas.
La mediocridad ha derrotado a la excelencia, la vulgaridad al refinamiento, a la excelencia. Los intelectuales guardan silencio mientras esconden sus palabras en las cárceles de sus cerebros. Solo Sabater se constituye en voz para descubrir lo que sucede. Aquí, en esta Zamora moribunda, la prensa comulga con las ruedas de molino en forma de publicidad que reparte el poder. Se acabó la crítica. Un medio de comunicación que alaba en vez de criticar al político se convierte en Boletín Oficial de la institución correspondiente. Tiene que ser Zamora10, a través de su digital, quien lidere las exigencias a los gobernantes para que nuestra tierra mantenga aún cierta esperanza de escaparse del tercer mundo, de ser el ano de nuestra nación, también en tránsito hacia la quiebra económica, una vez liquidada la ética en la política y el periodismo.
En fin. El político inteligente, el que cree en su talento, capacidad de trabajo, liderazgo, se rodea de personas aún más cualificadas que él: Felipe González, sus dos primeros gobiernos fueron excepcionales, con gente que había alcanzado la excelencia en su profesión, no advenedizos y jetas de la política, medianías, grises. El propio Aznar, con todos sus defectos, supo construir un Gabinete con personalidades muy preparadas en diferentes campos de la administración. Pero llegó Zapatero, padre político de Sánchez, y los ejecutivos nacionales se transformaron en néctar de la vulgaridad, con mujeres tan medianas como Leyre Pajín, Trinidad Jiménez, o aquel genio que todavía vive de la res pública, Pepiño Blanco, por no traer al presente el pasado de una época nefasta de nuestra historia, génesis de la España que camina hacia el abismo.
“Una persona inteligente se repone pronto de un fracaso. Un mediocre jamás se recupera de un éxito”. Lucio Anneo Séneca.
Esta nación, la más antigua de Europa, se anega en un magma de vulgaridad política, intelectual y periodística. Lo afirma un mediocre como yo. Buena jera.
No obstante, encuentro la calma en mi cerebro cuando leo esta frase de Einstein: “Las grandes almas siempre se han encontrado con una oposición violenta de las mentes mediocres.”
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