Martes, 02 de Diciembre de 2025

Nélida L. del Estal Sastre
Jueves, 21 de Abril de 2022
CON LOS CINCO SENTIDOS

La celda

[Img #65039]No sé en qué momento de mi vida, si siendo una cría o ya de adulta, pensé y discerní sin ayuda de nadie, que la vida no estaba hecha para mí, al menos no esta vida tal y como hoy la concebimos. Siempre he sido una niña vieja. Una niña vagabunda que guarda en la mochila de su corta existencia acontecimientos terribles por los que ninguna persona, niño o adulto, debería de pasar. Tengo arrugas en la piel del alma desde una edad muy temprana. Eso marca de manera indeleble esta particular manera de ser que me caracteriza, deseable como una incógnita para unos, desechable por incomprensible para otros. 

        No nací para agradar a nadie. No recuerdo que eso fuera un requisito para fondear en el mar de otras almas o para relacionarme con cualquier persona. Tampoco nací para ser loada, me pongo colorada cuando se dice algo bonito sobre mi persona porque pienso que no merezco nada bueno. Es así. No soy consciente de si en otra vida, si es que eso es posible y podemos ser varios en varias épocas, llegué a ser alguien deleznable o persona digna de admiración. Si fui leída e instruida o una don nadie, pidiendo por las calles de una ciudad sin nombre, fría y ventosa. No sé si fui hermosa o del montón, siquiera sé si esa circunstancia era de importancia para alguien. 

       Sólo soy consciente del aquí y del ahora de mi vida, de esta cárcel en la que me encuentro presa porque me hice rea a mí misma de un delito que no cometí. Mi cerebro no quiere salir de entre mis cabellos negros y ondulados, se le ve a gusto entre esos barrotes color azabache. El mundo exterior es demasiado peligroso para los que soñamos de noche y recordamos lo soñado. En mis delirios oníricos soy una doncella joven, inocente, a merced de los que quieren dañarme, inconscientes ellos de que tras esa fachada pueril se halla una mujer de más de doscientos años y tres vidas exprimidas al máximo. Cuando todos ellos van, yo he vuelto varias veces. 

     Pero resulta que luego amanece. Me miro de soslayo en el espejo de la cómoda, sin mis gafas, y no acierto a ver a esa mujer antigua y poderosa. Sólo atisbo, como en penumbra y aquejada de diplopía, a dos mujeres pegadas la una a la otra. Una es guapa, lista, vehemente y potente. La otra, su sombra quejumbrosa, enferma y caduca. Una no teme a nada y dice lo que piensa. La otra se guarda los pensamientos en una caja cerrada a cal y canto, con una llave que tiró al mar por si acaso el otro yo la encontraba y destapaba los truenos de ambas.  

      Soy mi mejor amiga. Sí, pero también soy mi peor enemiga. Me quiero, pero me exijo tanto que dudo poder llegar a ser feliz algún día. Me adapto a todo y a todos, menos a mí misma. Soy varias personas compartiendo un solo cuerpo. Es tan duro que, a veces, sólo quiero dormir y no despertar. Soñar y soñar, y no parar de soñar. La vida es demasiado dura para una niña vieja como yo. 

 

Nélida L. del Estal Sastre 

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