HABLEMOS
Feijóo, ¿por qué y para qué?
Carlos Domínguez
Sin duda Núñez Feijóo era no ya la mejor, sino la única apuesta viable de un PP cuya situación de crisis profunda pasa desapercibida, camuflada bajo la inercia partitocrática de lo que, una vez ido o largado Casado, vaya usted a saber, se revela como lo que es en realidad: puro aparato subsistiendo por su presencia cuando no monopolio de las instituciones, a nivel nacional o autonómico. Mas lo era y es por aquello que Feijóo representa en su acreditada trayectoria, nada diferente, por lo poco y menor, a gestión y más gestión, o sea, burocracia y burocracia, a modo de cualquier ecónomo brillante, versado en ingresos y gastos, administración y presupuestos, todo lo cual resulta útil en el ámbito doméstico, pero difícilmente en otro político donde se necesita auténtica capacidad de liderazgo.
Resulta difícil entender la actuación del presidente popular desde su apoteosis en lo que, bien mirado, se quedó como siempre en un Valencia bis, o sea, congreso a la búlgara con adhesiones y porcentajes que se salían del cuadro, síntoma, a no dudar, de una ejemplar democracia interna. Y es igualmente difícil explicar por qué Feijóo acudió a la encerrona de la Moncloa, imaginamos que por responsabilidad institucional, esto es, complejo de buen ecónomo cual excelente gestor de la cosa pública, aunque nada más. Lo anterior en línea opuesta al escapismo de la reciente investidura en esta región de uno de los suyos, algo que, guste o no, supone desairar no ya a Mañueco, una nada política fuera de la anquilosada aunque siempre fructífera estructura de aparato, sino al conjunto de un electorado particularmente fiel a lo largo de décadas. Que se tome nota para las próximas.
Lamentable no un Feijóo cuyo mérito en lo propio es innegable, como ha venido demostrando mandato tras mandato en su feudo regional. Nada más. En cambio, desalentadora para la ciudadanía su actuación al iniciar la andadura como líder nacional y real alternativa de gobierno, así una reforma fiscal limitada a un apaño con tintes electoralistas, igual que falta de sustancia. Ello por no mencionar el prejuicio ideológico, socializante como suele un PP indesmayable en su querencia liberal centrista, que dentro de la propuesta del líder popular subyace a una arbitraria e injusta, por ideológica, discriminación de rentas. Con semejante entradilla, y por muchas encuestas que vayan o vengan, ¿tiene algún sentido confiar por enésima vez en una derecha partitocrática, incapaz de definir y definirse en lo fundamental?
Sin duda Núñez Feijóo era no ya la mejor, sino la única apuesta viable de un PP cuya situación de crisis profunda pasa desapercibida, camuflada bajo la inercia partitocrática de lo que, una vez ido o largado Casado, vaya usted a saber, se revela como lo que es en realidad: puro aparato subsistiendo por su presencia cuando no monopolio de las instituciones, a nivel nacional o autonómico. Mas lo era y es por aquello que Feijóo representa en su acreditada trayectoria, nada diferente, por lo poco y menor, a gestión y más gestión, o sea, burocracia y burocracia, a modo de cualquier ecónomo brillante, versado en ingresos y gastos, administración y presupuestos, todo lo cual resulta útil en el ámbito doméstico, pero difícilmente en otro político donde se necesita auténtica capacidad de liderazgo.
Resulta difícil entender la actuación del presidente popular desde su apoteosis en lo que, bien mirado, se quedó como siempre en un Valencia bis, o sea, congreso a la búlgara con adhesiones y porcentajes que se salían del cuadro, síntoma, a no dudar, de una ejemplar democracia interna. Y es igualmente difícil explicar por qué Feijóo acudió a la encerrona de la Moncloa, imaginamos que por responsabilidad institucional, esto es, complejo de buen ecónomo cual excelente gestor de la cosa pública, aunque nada más. Lo anterior en línea opuesta al escapismo de la reciente investidura en esta región de uno de los suyos, algo que, guste o no, supone desairar no ya a Mañueco, una nada política fuera de la anquilosada aunque siempre fructífera estructura de aparato, sino al conjunto de un electorado particularmente fiel a lo largo de décadas. Que se tome nota para las próximas.
Lamentable no un Feijóo cuyo mérito en lo propio es innegable, como ha venido demostrando mandato tras mandato en su feudo regional. Nada más. En cambio, desalentadora para la ciudadanía su actuación al iniciar la andadura como líder nacional y real alternativa de gobierno, así una reforma fiscal limitada a un apaño con tintes electoralistas, igual que falta de sustancia. Ello por no mencionar el prejuicio ideológico, socializante como suele un PP indesmayable en su querencia liberal centrista, que dentro de la propuesta del líder popular subyace a una arbitraria e injusta, por ideológica, discriminación de rentas. Con semejante entradilla, y por muchas encuestas que vayan o vengan, ¿tiene algún sentido confiar por enésima vez en una derecha partitocrática, incapaz de definir y definirse en lo fundamental?





















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