HABLEMOS
Europeidad vs europeísmo
Carlos Domínguez
A remolque de la más burda publicidad, se ha hecho valer una falacia extremadamente dañina para la Europa abocada a una crisis irreversible, desde la rendición, clase política y opinión pública incluidas, a las ideologías socializadoras con lo que éstas suponen de prevalencia de determinadas opciones políticas, en la práctica socialdemocracia señoreando un caduco liberalismo cuyo fin no será, no es ya, muy diferente al de una antaño traidora e hipócrita democracia cristiana. El europeísmo hoy dominante, bajo propaganda de instituciones comunitarias parasitadas sin pudor por la eurocracia bruselense, es una ideología profundamente engañosa, que identifica la historia e incluso la obra civilizadora del Viejo continente con un proyecto burocrático y estatista, mentor de las nuevas ideologías nacidas de un marxismo cuyo fracaso, teórico y político, no ha impedido su dominio en la esfera del pensamiento, el arte y la cultura.
Europa es y será siempre para nosotros mucho más que un puñado de eurócratas atentos a sus infinitas gabelas, mientras dilapidan con increíble descaro la riqueza creada y ganada con esfuerzo e inmenso sacrificio por generaciones de ciudadanos. Mas tampoco será, tal como aduce (y amenaza) sesgadamente la eurocracia a través de su propaganda, la vieja receta de un nacionalismo como el preconizado por De Gaulle en la línea de un hegemonismo entendido como “grandeur” napoleónica, de consecuencias trágicas para nuestros países y sociedades. En vez de falso europeísmo, Europa es y será siempre para nosotros europeidad, como legado histórico, cultural, artístico y civilizador, forjado en el marco de una tradición sublime. La europeidad, jamás europeísmo ni nacionalismo como ideologías impostadas, no necesita justificación y ni siquiera presentación, pues la obra de Platón, Virgilio, Agustín… Cervantes, Descartes, Velázquez, Bach y toda la grandiosa e inalcanzable pléyade a la que pertenecen, constituye por ella misma suficiente aval y credencial.
Pero lo que sí demanda la europeidad, frente a europeísmos/racialidades viciados y hoy enemigos, venidos de todos los lugares y alentados por las nuevas ideologías de la izquierda totalitaria, es una formulación política coherente no menos que comprometida con los valores de nuestra tradición, que nunca serán los del socialismo, el marxismo, el comunismo o el totalitarismo en cualquiera de sus manifestaciones, particularmente el híbrido socialdemócrata, sino los de un conservadurismo defensor del individualismo, el pluralismo y una democracia inseparable del Estado de derecho, cual garante, en lugar de los privilegios de oligarquías burocráticas o partitocráticas, de las libertades humildes y sencillas del ciudadano común, auténtico heredero de nuestra excelsa y, al presente, injusta e impunemente denigrada herencia.
A remolque de la más burda publicidad, se ha hecho valer una falacia extremadamente dañina para la Europa abocada a una crisis irreversible, desde la rendición, clase política y opinión pública incluidas, a las ideologías socializadoras con lo que éstas suponen de prevalencia de determinadas opciones políticas, en la práctica socialdemocracia señoreando un caduco liberalismo cuyo fin no será, no es ya, muy diferente al de una antaño traidora e hipócrita democracia cristiana. El europeísmo hoy dominante, bajo propaganda de instituciones comunitarias parasitadas sin pudor por la eurocracia bruselense, es una ideología profundamente engañosa, que identifica la historia e incluso la obra civilizadora del Viejo continente con un proyecto burocrático y estatista, mentor de las nuevas ideologías nacidas de un marxismo cuyo fracaso, teórico y político, no ha impedido su dominio en la esfera del pensamiento, el arte y la cultura.
Europa es y será siempre para nosotros mucho más que un puñado de eurócratas atentos a sus infinitas gabelas, mientras dilapidan con increíble descaro la riqueza creada y ganada con esfuerzo e inmenso sacrificio por generaciones de ciudadanos. Mas tampoco será, tal como aduce (y amenaza) sesgadamente la eurocracia a través de su propaganda, la vieja receta de un nacionalismo como el preconizado por De Gaulle en la línea de un hegemonismo entendido como “grandeur” napoleónica, de consecuencias trágicas para nuestros países y sociedades. En vez de falso europeísmo, Europa es y será siempre para nosotros europeidad, como legado histórico, cultural, artístico y civilizador, forjado en el marco de una tradición sublime. La europeidad, jamás europeísmo ni nacionalismo como ideologías impostadas, no necesita justificación y ni siquiera presentación, pues la obra de Platón, Virgilio, Agustín… Cervantes, Descartes, Velázquez, Bach y toda la grandiosa e inalcanzable pléyade a la que pertenecen, constituye por ella misma suficiente aval y credencial.
Pero lo que sí demanda la europeidad, frente a europeísmos/racialidades viciados y hoy enemigos, venidos de todos los lugares y alentados por las nuevas ideologías de la izquierda totalitaria, es una formulación política coherente no menos que comprometida con los valores de nuestra tradición, que nunca serán los del socialismo, el marxismo, el comunismo o el totalitarismo en cualquiera de sus manifestaciones, particularmente el híbrido socialdemócrata, sino los de un conservadurismo defensor del individualismo, el pluralismo y una democracia inseparable del Estado de derecho, cual garante, en lugar de los privilegios de oligarquías burocráticas o partitocráticas, de las libertades humildes y sencillas del ciudadano común, auténtico heredero de nuestra excelsa y, al presente, injusta e impunemente denigrada herencia.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.17