RES PÚBLICA
Una nación sin demócratas, sin cordura ni sentido común
Ha tiempo, cuando era joven, amaba a Trotsky y Bakunin. Pensaba que la II República fue el empíreo. No es eso, no es eso. No fue eso, nunca lo fue. Fui de ultraizquierda hasta que la experiencia, las lecturas y la razón me demostraron que las emociones te conducen al odio hacia los que no piensan como tú, a los que aniquilarías si fuera posible. Verbigracia: Ver a personas de Fuerza Nueva o de AP en mitines o pegando carteles me causaba un dolor tan intenso que me rascaba hasta los sedimentos del alma. Yo no era demócrata. Era un rojillo pequeñoburgués que creía, con una fe religiosa, que el comunismo libertario transformaría la Humanidad en un nuevo edén, en el paraíso terrenal. Todos igualicos, todos libres, como el amor; ni ejércitos, ni policías, ni familia, ni dinero, ni propiedad, ni, si me apurase, ni muerte. La Arcadia feliz.
Leer, mucho, los evangelios de Marx; al San Pablo del comunismo, Lenin, el primer trasgresor del monstruo de Tréveris; a muchos intelectuales marxianos, y analizarlos y cotejarlos con la realidad, con la historia documentada, más la experiencia de la política mundial y española, con dolor de mi corazón, me desvelaron la verdad, que nunca es triste, lo que no tiene es remedio. “Los que presumen de pensar lo mismo que a los 18, en realidad no piensan”. Aserto del mejor filósofo español vivo, Fernando Savater, que también lamentaba, en una entrevista, que “en España cambiar de opinión está mal visto”. Un servidor añadiría que sí abandonas ideologías izquierdistas –hay siete en palabras de Gustavo Bueno, otro genio-, para criticarlas, con talento, con inteligencia, con hechos, con documentos, los ayatollah del comunismo te calificarán de “facha”, aunque ignoren que el fascismo de Mussolini era pura ultraizquierda. Con leer el programa de San Sepolcro, escrito en 1919, lo descubrirían. Pero es tener fe evita contrastarla con la razón. Hay poca gente como Santo Tomás de Aquino.
Ya he escrito que el gran problema de nuestra democracia es que carece del principal ingrediente: personas demócratas. No se puede hacer una tortilla a la francesa sin huevos. Y aquí no hay demócratas, menos en las ultraizquierdas, porque al comunista le caracteriza su gusto por la dictadura del proletariado, no por la democracia liberal, por el combate dialéctico en los parlamentos. Paradoja que sean burgueses los que buscan el aniquilamiento de su clase.
No se extrañe, pues, el lector que los comunistas se alegren de que badulaques descerebrados destrocen, manchen, destruyen sedes de VOX o PP. Al parecer, se lo tienen merecido. Ahora bien, que a ciertos payasos nazis, malandrines, les dé por pintar fachadas de PSOE o Unidas Podemos, les parece un atentado. Hay gente venal, inmoral, violenta que solo vive para causar el mal a los que no piensan de igual manera. En esencia, enemigos de la democracia, amantes de las dictaduras, que aprovechan la democracia, como los parásitos, para vivir en libertad.
Con esta canalla en libertad, a la que se aplaude por sus fechorías, lograr una democracia de calidad me resulta utópico.
Concluyo con otra respuesta de Fernando Savater en esa célebre entrevista: “¿Valiente hoy decir que una candidata de derechas es tan demócrata y decente como los candidatos de izquierdas, o bastante más, incluso, que algunos? Consideran valor lo que sería sentido común y cordura».
En efecto, admirado profesor, en España falta el sentido común y la cordura, porque el odio se impone entre los que se aprovechan de la democracia, donde nadie está por encima de la ley, ni tan si quiera Pedro Sánchez, ni el rey rijoso.
Eugenio-Jesús de Ávila
Ha tiempo, cuando era joven, amaba a Trotsky y Bakunin. Pensaba que la II República fue el empíreo. No es eso, no es eso. No fue eso, nunca lo fue. Fui de ultraizquierda hasta que la experiencia, las lecturas y la razón me demostraron que las emociones te conducen al odio hacia los que no piensan como tú, a los que aniquilarías si fuera posible. Verbigracia: Ver a personas de Fuerza Nueva o de AP en mitines o pegando carteles me causaba un dolor tan intenso que me rascaba hasta los sedimentos del alma. Yo no era demócrata. Era un rojillo pequeñoburgués que creía, con una fe religiosa, que el comunismo libertario transformaría la Humanidad en un nuevo edén, en el paraíso terrenal. Todos igualicos, todos libres, como el amor; ni ejércitos, ni policías, ni familia, ni dinero, ni propiedad, ni, si me apurase, ni muerte. La Arcadia feliz.
Leer, mucho, los evangelios de Marx; al San Pablo del comunismo, Lenin, el primer trasgresor del monstruo de Tréveris; a muchos intelectuales marxianos, y analizarlos y cotejarlos con la realidad, con la historia documentada, más la experiencia de la política mundial y española, con dolor de mi corazón, me desvelaron la verdad, que nunca es triste, lo que no tiene es remedio. “Los que presumen de pensar lo mismo que a los 18, en realidad no piensan”. Aserto del mejor filósofo español vivo, Fernando Savater, que también lamentaba, en una entrevista, que “en España cambiar de opinión está mal visto”. Un servidor añadiría que sí abandonas ideologías izquierdistas –hay siete en palabras de Gustavo Bueno, otro genio-, para criticarlas, con talento, con inteligencia, con hechos, con documentos, los ayatollah del comunismo te calificarán de “facha”, aunque ignoren que el fascismo de Mussolini era pura ultraizquierda. Con leer el programa de San Sepolcro, escrito en 1919, lo descubrirían. Pero es tener fe evita contrastarla con la razón. Hay poca gente como Santo Tomás de Aquino.
Ya he escrito que el gran problema de nuestra democracia es que carece del principal ingrediente: personas demócratas. No se puede hacer una tortilla a la francesa sin huevos. Y aquí no hay demócratas, menos en las ultraizquierdas, porque al comunista le caracteriza su gusto por la dictadura del proletariado, no por la democracia liberal, por el combate dialéctico en los parlamentos. Paradoja que sean burgueses los que buscan el aniquilamiento de su clase.
No se extrañe, pues, el lector que los comunistas se alegren de que badulaques descerebrados destrocen, manchen, destruyen sedes de VOX o PP. Al parecer, se lo tienen merecido. Ahora bien, que a ciertos payasos nazis, malandrines, les dé por pintar fachadas de PSOE o Unidas Podemos, les parece un atentado. Hay gente venal, inmoral, violenta que solo vive para causar el mal a los que no piensan de igual manera. En esencia, enemigos de la democracia, amantes de las dictaduras, que aprovechan la democracia, como los parásitos, para vivir en libertad.
Con esta canalla en libertad, a la que se aplaude por sus fechorías, lograr una democracia de calidad me resulta utópico.
Concluyo con otra respuesta de Fernando Savater en esa célebre entrevista: “¿Valiente hoy decir que una candidata de derechas es tan demócrata y decente como los candidatos de izquierdas, o bastante más, incluso, que algunos? Consideran valor lo que sería sentido común y cordura».
En efecto, admirado profesor, en España falta el sentido común y la cordura, porque el odio se impone entre los que se aprovechan de la democracia, donde nadie está por encima de la ley, ni tan si quiera Pedro Sánchez, ni el rey rijoso.
Eugenio-Jesús de Ávila
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