Martes, 09 de Septiembre de 2025

Nélida L. del Estal Sastre
Miércoles, 25 de Mayo de 2022
CON LOS CINCO SENTIDOS

Ingravidez

[Img #66296]Debe de ser gratificante experimentar una sensación como la ingravidez, el no poder mantener los pies fijos y sujetos al suelo que pisamos y sentir que nuestro cuerpo no pesa nada y flota como una nube entre cientos de nubes, miles de nubes; ser una más. Me gustaría poseer esa cualidad en el cerebro al menos un ratito, pensar que no me pesan el temor, ni la soledad, ni la costumbre, ni el tedio. Que mi mente flota libre y se siente libre y sólo admite la ligereza de la felicidad, que ha de pesar poco porque provoca que tus labios se deslicen hacia arriba, como si una fuerza superior los izase a la altura de tus ojos. 

 

Debe de ser bonito sentirse etérea y que no percibas el dolor del peso de tus huesos y de tu carne por un día, que tampoco pesen ya los problemas y se diluyan en el aire. Debe de ser bonito sentirse libre. Con los brazos extendidos sin que el viento ni la lluvia opongan resistencia alguna… y volar. Cómo envidio a los pájaros por volar, yendo de un lado a otro sin pasar por peaje alguno que pese sobre tus hombros. 

 

Si alguna vez se me ofreciese la oportunidad de ver cumplido un deseo, el mío estaría bien claro. Sería sencillo. No pesar nada, ser ingrávida para poder volar entre el cielo y la tierra, entre el polvo y el fango, sin rozarlo, sin que me diese cuenta ni me cansase. Cierto es que tendría que acostumbrarme a mantener el cuerpo boca abajo, pero una vez superado el dominio de la ingravidez, disfrutaría recorriendo el mundo, viajando libre sin equipaje hacia los lugares más insospechados de mi cerebro y con mi cerebro, acompañándome en el viaje hacia la nada, o el todo. Hacia la plenitud o el vacío. Donde no hay espacio para el rencor ni el odio, sólo la dicha y la brisa en mi rostro. Porque ya no peso nada y puedo volar hacia donde el corazón me dicte. 

 

 Quizá vuelva pronto a tu regazo cuando me canse de conocer mundo, pero si no peso creo que no haya de cansarme, quizá te echaría de menos y te pediría que arriases mi carne y mis huesos con una cuerda invisible, para volver a tierra a abrazarme a tu cuerpo hasta recuperar el mío. Quizá sí, quizá no. ¿Quién sabe? 

 

Nélida L. del Estal Sastre 

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