CON LOS CINCO SENTIDOS
Esa nube negra que me acompaña
Nélida L. del Estal Sastre
Soy de un optimismo que raya en lo delirante, ni yo sé cómo soy capaz de estar siempre al borde de la carcajada cuando hasta físicamente me duele. Aun así, no renuncio a los placeres que la vida me ofrece y a la risa, que es mi terapia más efectiva, siempre lo ha sido. La compañía de alguien que me haga reír y olvidar por un momento que somos seres perecederos la valoro más que el dinero, porque no hay dinero que pague, ni negocio alguno que más réditos emocionales reporte, que hacer reír a alguien que lo necesita.
Hay días en los que una nube negra me acompaña a todas partes, se postra sobre mi cabeza, haga sol o no, esa maldita nube negra está ahí siempre. A veces, no si gran esfuerzo por mi parte, logro despistarla y darle esquinazo, pero es muy lista y vuelve, me huele, me sabe, me vigila. Ya me he acostumbrado; creo que sin ella la vida sería mejor, pero puede que la echara de menos si no estuviera sobrevolando mi cabeza día tras día. Los humanos somos así de contradictorios. Somos una paradoja con piernas. Ella me ha proporcionado muchos momentos íntimos al borde del abismo, que se han convertido en letras sonoras en mi alma. Le doy las gracias, pero aborrezco su sombra.
Esa nube no me habla nunca porque, si me hablase, se daría cuenta de que no merezco su trabajo e iría deprisa para recalar encima de otra cabeza y anidar entre sus rizos. Pero no, me ha tomado cariño ya…Así que me haré amiga suya, si es que se deja. Me despertaré a su lado, comeré con ella, pasearé con ella y dormitaré con ella por las noches; aunque no me abrigue, le dejaré un hueco de mi cama para que sepa que, aunque es una nube oscura y fría, la quiero y ya forma parte de mí.
Si se va, la echaré de menos un tiempo, pero la olvidaré como se olvida un amor que no fue ni llegó a ninguna parte, como una tormenta de agosto, como un sabor amargo que no se va del paladar, como se echan de menos los mimos que nunca te dieron los padres ausentes. La olvidaré si no me olvida ella antes.
Nélida L. del Estal Sastre
Nélida L. del Estal Sastre
Soy de un optimismo que raya en lo delirante, ni yo sé cómo soy capaz de estar siempre al borde de la carcajada cuando hasta físicamente me duele. Aun así, no renuncio a los placeres que la vida me ofrece y a la risa, que es mi terapia más efectiva, siempre lo ha sido. La compañía de alguien que me haga reír y olvidar por un momento que somos seres perecederos la valoro más que el dinero, porque no hay dinero que pague, ni negocio alguno que más réditos emocionales reporte, que hacer reír a alguien que lo necesita.
Hay días en los que una nube negra me acompaña a todas partes, se postra sobre mi cabeza, haga sol o no, esa maldita nube negra está ahí siempre. A veces, no si gran esfuerzo por mi parte, logro despistarla y darle esquinazo, pero es muy lista y vuelve, me huele, me sabe, me vigila. Ya me he acostumbrado; creo que sin ella la vida sería mejor, pero puede que la echara de menos si no estuviera sobrevolando mi cabeza día tras día. Los humanos somos así de contradictorios. Somos una paradoja con piernas. Ella me ha proporcionado muchos momentos íntimos al borde del abismo, que se han convertido en letras sonoras en mi alma. Le doy las gracias, pero aborrezco su sombra.
Esa nube no me habla nunca porque, si me hablase, se daría cuenta de que no merezco su trabajo e iría deprisa para recalar encima de otra cabeza y anidar entre sus rizos. Pero no, me ha tomado cariño ya…Así que me haré amiga suya, si es que se deja. Me despertaré a su lado, comeré con ella, pasearé con ella y dormitaré con ella por las noches; aunque no me abrigue, le dejaré un hueco de mi cama para que sepa que, aunque es una nube oscura y fría, la quiero y ya forma parte de mí.
Si se va, la echaré de menos un tiempo, pero la olvidaré como se olvida un amor que no fue ni llegó a ninguna parte, como una tormenta de agosto, como un sabor amargo que no se va del paladar, como se echan de menos los mimos que nunca te dieron los padres ausentes. La olvidaré si no me olvida ella antes.
Nélida L. del Estal Sastre






















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