RES PÚBLICA
La democracia del nepotismo
Cuando niño, jugábamos con un balón de reglamento que mostraba múltiples parches en su superficie. De tal manera, cada vez que mis amigos o un servidor rematábamos o despejábamos de cabeza, nos dejaba heridas en nuestras frentes. Pero había que jugar al fútbol con el único “cuero” que había en la pandilla, hasta que algún cumpleaños o los Reyes Magos estrenábamos uno nuevo. Los buenos oficios de aquel zapatero que nos cosía el esférico no servían para mantener como el primer día la pelota. Aquel artesano nunca se atrevió más que a realizar un arreglo sobre una pelota vieja.
España, la que padece este camelo de democracia instaurada en 1977, es como aquel balón de reglamento de mi infancia: los distintos zapateros que han llegado al poder solo se han dedicado a parchear el Estado, sin atreverse a tirar el cuero a la zahúrda de la impotencia. PP y PSOE, porque a sus jerarquías y cobistas de provincias les va bien, siguen jugando con el mismo esférico obsoleto y caduco, inservible para que la nación pueda jugar, libre y satisfecha, a vivir cotidianamente. Después, llegó podemos, preparado para echar del poder a las sectas conservadora y socialista…y le gustó formar parte del poder de siempre.
Si aquí hubiera un partido que amase a la nación, pondría fin a uno de los lastres que más daño causan a los trabajadores españoles: las autonomías, convertidas en taifas para el disfrute de políticos de medio pelo, erigidos en pequeños jefecillos de regiones inexistentes, que nunca reclamaron ni autonomía ni zarandajas por el estilo. Pero ni PSOE ni PP, ni los nacionalistas se atreverían a tanto, porque hay muchos consejeros de autonomías, procuradores en Cortes regionales que viven de este cuento que ya nos los sabemos todos.
Soy jacobino. Admiro a la Francia republicana, aunque va cuesta abajo en la rodada con tanto estado y exceso de población musulmana ociosa y joven. Recuerdo los incidentes en la fina de la Copa de Europa en París. Pero la izquierda española, anacrónica e incoherente, nunca ha sido jacobina.
Y aunque esa izquierda que cree, como Mussolini, que todo es el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado, persiga que hasta los gorriones se conviertan en funcionarios, sobran muchas personas trabajando en la función pública. España no da para pagar las nóminas mensuales de más de tres millones de funcionarios, muchos de ellos hijos del nepotismo del jerarca autonómico y sus respectivos partidos, porque aquí todos han colocado familiares, amigos y amigas en las administraciones autonómicas, provinciales y locales, el que esté limpio de culpa...
Eugenio-Jesús de Ávila
Cuando niño, jugábamos con un balón de reglamento que mostraba múltiples parches en su superficie. De tal manera, cada vez que mis amigos o un servidor rematábamos o despejábamos de cabeza, nos dejaba heridas en nuestras frentes. Pero había que jugar al fútbol con el único “cuero” que había en la pandilla, hasta que algún cumpleaños o los Reyes Magos estrenábamos uno nuevo. Los buenos oficios de aquel zapatero que nos cosía el esférico no servían para mantener como el primer día la pelota. Aquel artesano nunca se atrevió más que a realizar un arreglo sobre una pelota vieja.
España, la que padece este camelo de democracia instaurada en 1977, es como aquel balón de reglamento de mi infancia: los distintos zapateros que han llegado al poder solo se han dedicado a parchear el Estado, sin atreverse a tirar el cuero a la zahúrda de la impotencia. PP y PSOE, porque a sus jerarquías y cobistas de provincias les va bien, siguen jugando con el mismo esférico obsoleto y caduco, inservible para que la nación pueda jugar, libre y satisfecha, a vivir cotidianamente. Después, llegó podemos, preparado para echar del poder a las sectas conservadora y socialista…y le gustó formar parte del poder de siempre.
Si aquí hubiera un partido que amase a la nación, pondría fin a uno de los lastres que más daño causan a los trabajadores españoles: las autonomías, convertidas en taifas para el disfrute de políticos de medio pelo, erigidos en pequeños jefecillos de regiones inexistentes, que nunca reclamaron ni autonomía ni zarandajas por el estilo. Pero ni PSOE ni PP, ni los nacionalistas se atreverían a tanto, porque hay muchos consejeros de autonomías, procuradores en Cortes regionales que viven de este cuento que ya nos los sabemos todos.
Soy jacobino. Admiro a la Francia republicana, aunque va cuesta abajo en la rodada con tanto estado y exceso de población musulmana ociosa y joven. Recuerdo los incidentes en la fina de la Copa de Europa en París. Pero la izquierda española, anacrónica e incoherente, nunca ha sido jacobina.
Y aunque esa izquierda que cree, como Mussolini, que todo es el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado, persiga que hasta los gorriones se conviertan en funcionarios, sobran muchas personas trabajando en la función pública. España no da para pagar las nóminas mensuales de más de tres millones de funcionarios, muchos de ellos hijos del nepotismo del jerarca autonómico y sus respectivos partidos, porque aquí todos han colocado familiares, amigos y amigas en las administraciones autonómicas, provinciales y locales, el que esté limpio de culpa...
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