Martes, 02 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Miércoles, 08 de Junio de 2022
RES PÚBLICA

Hablar y escribir de lo que se sabe

[Img #66843]Afirmaba Antonio Machado que “si cada español hablase de lo que entiende, y de nada más, habría un gran silencio que podríamos aprovechar para el estudio”. Casi un siglo después, los españoles hablan y escriben de todo: de fútbol, de toros, de política, de ideologías…y no saben nada. Críticos de fútbol que nunca dieron una patada al cuero; de tauromaquia y desconocen qué es un toro bizco, un natural o un trincherazo; de política, y votan siempre con las vísceras y jamás aplicando la razón; de ideologías, y ni se han leído una página de El Capital, ni el manifiesto de San Sepolcro del Fascio italiano, ni qué fue el Nacionalsocialismo, y se permiten la desfachatez de insultar, desde las izquierdas, a quién no piensa como ellos, de fascista. País de analfabetos que naufraga en el mar de su ignorancia.

Esta democracia, creada por los franquistas más inteligentes y las izquierdas más prácticas -la del PSOE casi desaparecida durante la dictadura- nos ha demostrado que conceptos como los de libertad, igualdad, fraternidad se han ido desgastando al ritmo del tiempo. Hubo políticos demócratas al inicio de la Transición, personalidades que cerraron un capítulo brutal –otro, quizá el más sangriento- de nuestra historia contemporánea. Nadie quiso jugar con los muertos de la Guerra Civil.

Después, cuando la democracia se estabilizó, Zapatero, un socialista que solo debió tener un abuelo, militar y republicano, porque el otro, como no lo fue, sería malo; empezó con aquello de la memoria histórica, un oxímoron, lo que es memoria nunca podrá ser historia, porque aquella es individual y subjetiva, y esta se basa en la investigación intelectual de datos empíricos. Además, aquella calamidad de presidente, abrió heridas y echó sal y vinagre, invitó a los burgueses catalanes a confeccionar una nueva Constitución, como si aquella región española fuera un Estado, y deshilachó la España que avanzaba hacia la libertad y el progreso y dejó la economía en quiebra técnica.

 Más tarde llegaron Rajoy y sus cuates pusilánimes para dar continuidad a las políticas de ese socialismo inane, sin sustancia, sin alma, el del partido que ejecutó, durante el felipismo, las reformas y las reconversiones que exigió el gran capital de USA y Europa. Lógico. En ese PSOE del último tercio del siglo XX, se recogieron muchos falangistas y ex curas. Marxistas había pocos. Huyeron. El propio González adjuró del filósofo de Tréveris antes de llegar al poder. De ahí su victoria en octubre de 1982, amén de los errores de la UCD, un partido inventado como viaducto hacia la democracia.

Ahora manda Pedro Sánchez, otra especie de ZP, pero más alto y más bonito, que no debió tener un abuelo republicano. Echó a don Mariano, o al bolso de Soraya, en moción de censura que apoyaron todos los partidos que odian a España desde que aprendieron a tirar el chupete y a escribir música con el sonajero. Prometió elecciones inmediatas. Nada. Se olvidó. Así tiró España un año y meses, desde el 31 de mayo y el 1 de junio de 2018.  Ahora depende, todo depende, de los enemigos seculares de esta nación, la más antigua de Europa. Sánchez no gobierna, figura. Estará en La Moncloa hasta que lo consideren la tropa secesionista y el ese anacronismo de Podemos.

La debilidad extrema de los ejecutivos del PP y de Sánchez, casi siempre en funciones, la aprovecharon los secesionistas catalanes, un movimiento filofascista, propio de la pequeña burguesía cuando se haya en situaciones de cierta dificultad. Es historia.

 En Cataluña también hubo un protagonismo fascista antes de la Guerra Civil. Francesc Macià, militar, fundador del Estat Català y de los “escamots”, paramilitares con camisa verde, que intentó la invasión de Cataluña en 1926 desde el Prats de Molló; los hermanos Badia, asesinados ambos por un anarquista, el 28 de abril de 1936, y Dencàs, que se definió como el primer nacionalsocialista, el mismo que huyó, tras el golpe de Estado de octubre del 1934, por las alcantarillas del Palau de la Generalitat. Los fraternos regresaron a España después de la victoria del Frente Popular, donde fueron asesinados por miembros de la FAI el 28 de abril de 1936. Y no olvide el lector que Torra se ha declarado admirador de estos tres sujetos.

Y otro dato importante que también contribuye al fascismo catalán: la llegada de 300.000 emigrantes del resto de España a Barcelona, una gran mayoría murcianos, para construir los edificios de la Exposición Universal de 1929 y el metro de la ciudad condal, que vivían hacinados en barracas. De murciano, derivo el despectivo “charnego”. Cuando ERC administró las instituciones públicas, tras el 14 de abril de 1931, intentó deportar a esos “extranjeros” –españoles- a sus lugares de origen. Se les señalaba como anarquistas.

Ahora, si se estudia la historia, quizá se comprenda el porqué de esta situación límite que padece Cataluña y que, de seguir potenciándose, se extenderá al resto de España. También repercutiré en nuestra ciudad, no solo en política, sino también en el aspecto económico. Verbigracia: ¿Invertirá el ejecutivo de Sánchez en Monte la Reina, instalación militar o no se lo permitirán ERC y Bildu, más sus amigos podemitas del Gobierno?

Quizá aquella comunidad española sea el brazo derecho de nuestro cuerpo social, de nuestra nación. Si se gangrena, nuestra democracia, con todos sus horribles vicios, morirá. Eso sí, situación ideal para los bolcheviques que todavía esperan lo peor para asestar un golpe mortal a las libertades democráticas, innecesarias en una República Socialista Soviética, partidarias de la Dictadura del Proletariado, siempre administrada por una elite burguesa desclasada. Libertad… ¿para qué? Así le respondió a Fernando de los Ríos, dirigente socialista poco después de la Revolución de 1917.

La ultraizquierda es otra religión. La ortodoxia siempre elimina a sus críticos.

Eugenio-Jesús de Ávila

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