CON LOS CINCO SENTIDOS
Ganas
Como si viajara en el tiempo, de un lado a otro de la vida que conozco, te veo pasar como se ve pasar a un río, desde el recodo de un meandro, sentada en una manta de picnic deshilachada, bebiendo una cerveza fría, descalza, pensativa y esperando.
No sé qué hice mal para que se me castigase con el don de la clarividencia doliente, esa que sabe que todo termina cuando, lo que quiera que sea, apenas está comenzando a dar sus primeros pasos; pero te prometo que lo sé. Te miro, te escucho, te huelo. Te leo. Te sé.
Me amas tanto que lo sientes, que te molesta, te zahiere el alma y te desangra las carnes. No puedes remediarlo, pero es tan intenso que perjuras, al mismo tiempo que te me acercas, como si mi corazón, mis piernas y mi pecho fueran una especie de imán de las galaxias y tú, un meteorito precipitándose hacia mi sino sin poder ni querer evitarlo.
No sé qué hice mal para que me ames tanto como me odias; para que quieras tenerme a tu vera siempre, pero siempre sientas que debes alejarte para no morir de pavor. Tienes miedo de amarrar tus circunstancias a las mías, por si me canso o el aleteo de una mariposa me despista y me voy a otro lugar.
No sé si duro mucho o poco; si sentada al borde del río mientras te espero, con el pelo colocado como te gusta y mi perfume inundando el espacio tiempo, lograré que no me temas tanto como me temes. Soy una chiquilla que juega con las palabras porque ya nací hace mucho tiempo, pero mi cuerpo no lo nota.
Quizá se me pasen las ganas antes de que llegues a puerto.
Quizá mire hacia el cielo y se me haga tarde dibujando formas humanas y animales con las nubes que pasan. Quizá, cuando quieras pararte y amarme, ya no quede nada de mí porque nuestros tiempos no estaban sincronizados y apenas advertí tu ausencia.
No sé qué hice mal. No lo sé.
Nélida L. del Estal Sastre
Como si viajara en el tiempo, de un lado a otro de la vida que conozco, te veo pasar como se ve pasar a un río, desde el recodo de un meandro, sentada en una manta de picnic deshilachada, bebiendo una cerveza fría, descalza, pensativa y esperando.
No sé qué hice mal para que se me castigase con el don de la clarividencia doliente, esa que sabe que todo termina cuando, lo que quiera que sea, apenas está comenzando a dar sus primeros pasos; pero te prometo que lo sé. Te miro, te escucho, te huelo. Te leo. Te sé.
Me amas tanto que lo sientes, que te molesta, te zahiere el alma y te desangra las carnes. No puedes remediarlo, pero es tan intenso que perjuras, al mismo tiempo que te me acercas, como si mi corazón, mis piernas y mi pecho fueran una especie de imán de las galaxias y tú, un meteorito precipitándose hacia mi sino sin poder ni querer evitarlo.
No sé qué hice mal para que me ames tanto como me odias; para que quieras tenerme a tu vera siempre, pero siempre sientas que debes alejarte para no morir de pavor. Tienes miedo de amarrar tus circunstancias a las mías, por si me canso o el aleteo de una mariposa me despista y me voy a otro lugar.
No sé si duro mucho o poco; si sentada al borde del río mientras te espero, con el pelo colocado como te gusta y mi perfume inundando el espacio tiempo, lograré que no me temas tanto como me temes. Soy una chiquilla que juega con las palabras porque ya nací hace mucho tiempo, pero mi cuerpo no lo nota.
Quizá se me pasen las ganas antes de que llegues a puerto.
Quizá mire hacia el cielo y se me haga tarde dibujando formas humanas y animales con las nubes que pasan. Quizá, cuando quieras pararte y amarme, ya no quede nada de mí porque nuestros tiempos no estaban sincronizados y apenas advertí tu ausencia.
No sé qué hice mal. No lo sé.
Nélida L. del Estal Sastre





















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.171