Ingobernable Gobierno

Con la llegada de este pre-verano, el calor, la previsión de vacaciones, la playa, el chiringuito y el disfrute estival, parece que no existen problemas de qué ocuparnos. Se cambia el periódico por noticias más frescas, amarillistas, intrascendentes, crucigramas o pasatiempos; lo que sea con tal de alejarnos de la cruda realidad que sigue ahí, junto a nosotros, porque la guerra de Ucrania continúa y la calamitosa situación provocada por este presidente nuestro a favor de Marruecos que ha contrariado al vecino país de Argelia hasta el punto de romper relaciones con España, está latente.

Sin embargo, los españoles estamos hartos de dos años de pandemia, de constantes refriegas colegiales o tabernarias en el Congreso de las que no sale nada positivo, si no es mantener cada grupo su propio estatus y reprochar al contrario con palabras, que en ocasiones rayan lo soez. El gobierno español ha demostrado no ser capaz de entenderse para resolver problemas muy graves que nos han llegado en los últimos tiempos; ocurrió con la pandemia, que fue un caos, con decisiones sin consensuar por este presidente que se cree omnímodo y tan poderoso como para no consultar sus decisiones con el resto de grupos parlamentarios; ha ocurrido con la guerra de Ucrania donde –una vez más- España ha dado un bochornoso espectáculo de división entre los propios miembros de la coalición, y ocurre ahora cuando, de nuevo, el Sr. Sánchez se va a Marruecos sin encomendarse a nadie y luego se calla cuando le preguntan por la reacción de Argelia de suspender relaciones con España por las implicaciones de esta visita.

Me parece lamentable que no se acepten las propuestas, vengan de donde vengan si estas son adecuadas o pueden aportar algo bueno a la sociedad; me preocupa que detenten el poder aquellos que, llamándose progresistas, son enemigos del progreso, amantes del arribismo y que tampoco saben conservar la tradición; me preocupan los políticos de poca monta, los de secano, aunque estén ocupando puestos de privilegio, los que nos están gobernando en prácticamente todas las instituciones: sin calidad, sin honor, sin coherencia y sin mirar por los intereses del pueblo.

Hablan de transparencia, se les llena la boca con esta palabra, pero cuando han de demostrarla, los amigos del gobierno todos a una, responden con las mismas consignas que previamente les han dado. El presidente, aupado en su propio pedestal, está mudo y se limita a sonreír conejilmente cuando le preguntan sobre algún tema espinoso. En el Parlamento no da explicaciones, no explica proyectos ni comportamientos, no informa de lo que ocurre en Europa y atañe a España; todo su tiempo se pierde en atacar con saña al contrario, en exponer lo mal que lo hicieron los otros; jamás la asunción de un “mea culpa”, nunca pedir colaboración a otros grupos para solucionar un problema (desinteresada, no para compensarla después, como ocurre con catalanes y vascos).

Y en medio de estas crisis estamos los españolitos de a pie, a los que cada vez nos encarecen más los productos básicos: carburante, luz, comida…. porque todo ha subido escandalosamente; faltan materias primas que obligan a cerrar fábricas y disminuir personal, el sector agroalimentario que debería ser mimado porque forma parte de nuestro sustento, está desatendido; los transportistas desesperados y a punto de volver a la huelga; los hosteleros sin personal para atender;  los sanitarios fuera porque, una vez acabados los miserables contratos Covid, se les ha echado a la calle y no se renuevan plantillas aunque los Centros de Salud estén saturados y las Urgencias hospitalarias sigan estando bajo mínimos… y así una sucesión de problemas que continúan sin resolver y no todos dependen de la guerra de Ucrania, excusa perfecta para muchas de las nefastas situaciones que padecemos; claro que ahora, con el sol y la previsión de playa y vacaciones no queremos ser conscientes, pero luego llegará el invierno y ¡quién sabe! puede que hasta tengamos que vivir envueltos en abrigos y a la luz de las velas porque no llegará el combustible…. pero eso es otro cantar.

Mª Soledad Martín Turiño