RES PÚBLICA
Les estorba España
A Stalin le estorbaban los bolcheviques más cercanos a Lenin, casi todos judíos y burgueses, Kámenez, Zinóviev, Rádek, Piatakov, Bujarin, Yagoda... Los purgó en los juicios de Moscú. A Hitler también le estorbaban las SA de Röhm, organización paramilitar, compuesta en su mayoría por gente de la clase trabajadora, tanto que diseñó “la noche de los cuchillos largos” para "depurarla".
Todo dictador, en posesión de la ortodoxia ideológica, dispone de la libertad e incluso de la vida de aquellos correligionarios que osan discutirle, criticarle, pedirle cuentas. En una dictadura, los heterodoxos terminan en el paradón o en el gulag.
Ahora bien, también en las democracias formales, liberales, no en las democráticas comunistas, existen dictadores camuflados, demócratas de toda la vida, que, si pudieran, eliminarían a ciertos miembros de su partido y, por supuesto, a toda la oposición. Pero la Ley se lo impide. Hay políticos que van de demócratas que son dictadores en potencia, como hay gente de izquierdas que confiesa su querencia totalitaria cuando prefiere la dictadura del proletariado a un régimen de libertades.
Pedro Sánchez, admirador de un personaje tan descarado como Largo Caballero – “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”- confesó en el Senado -por cierto, una cámara que sobra- que la oposición de centro derecha le estorba. Claro. Lógico en él, gran demócrata, que gobierna merced a golpistas, terroristas, neocomunistas y racistas, pero también le estorba toda esta canalla que le chantajea, pero que le llevó a La Moncloa. Ahora bien el presidente no tiene lo que hay que tener para largarle a ERC, Bildu, PNV y Unidas Podemos que le están impidiendo gobernar como él quisiera, conforme a sus ideas y caprichos, que le estorban y le estorban.
Sánchez no es Sánchez -cuál es el ligrimo- desde que echó, tras moción de censura, a Rajoy, apoyado en esa caterva de malandrines. Permanece en su cargo, porque acepta todos los chantajes de los partidos que lo mantienen, cual títere, en ese pseudo poder que ocupa. Se lo come todo. Traga ideologías y presiones: la neocomunista burguesa de Podemos, por la mañana; al mediodía se almuerza con la de ERC, golpista desde su génesis; a la hora de comer, la de ese conglomerado de terroristas que responde y cobra a nombre de Bildu; para tomar el té, el partido inventando por un enfermo como Sabino Arana, más racista que Hitler, para el que los españoles éramos como los judíos para Hitler, y para cenar, saborea las impertinencias de esos grupúsculos de formaciones anacrónicas.
Pedro Sánchez gobierna de reojo, pero le gusta lucir el tipo por Europa, porque aquí se lo quiere muy poco. Ha hecho méritos indudables para que una gran mayoría de españoles le consideren un petimetre, un mago del embuste, un presidente marioneta de los que anhelan la independencia de España, la revolución pendiente y una Albania en el País Vasco.
Si Pedro Sánchez conociera alguna virtud de hombre de Estado o, simplemente, tuviera una miaja de orgullo, habría convocado elecciones legislativas tras los primeros chantajes de ERC, Bildu y Podemos. Pero desconoce que Narciso, enamorado de sí mismo, se ahogó al intentar besar su imagen reflejada en el agua. España, como nación, necesitará también de respiración artificial cuando el actual presidente sea enterrado en el libro de la historia. Quizá, a Pedro Sánchez también le estorbe España.
Eugenio-Jesús de Ávila
A Stalin le estorbaban los bolcheviques más cercanos a Lenin, casi todos judíos y burgueses, Kámenez, Zinóviev, Rádek, Piatakov, Bujarin, Yagoda... Los purgó en los juicios de Moscú. A Hitler también le estorbaban las SA de Röhm, organización paramilitar, compuesta en su mayoría por gente de la clase trabajadora, tanto que diseñó “la noche de los cuchillos largos” para "depurarla".
Todo dictador, en posesión de la ortodoxia ideológica, dispone de la libertad e incluso de la vida de aquellos correligionarios que osan discutirle, criticarle, pedirle cuentas. En una dictadura, los heterodoxos terminan en el paradón o en el gulag.
Ahora bien, también en las democracias formales, liberales, no en las democráticas comunistas, existen dictadores camuflados, demócratas de toda la vida, que, si pudieran, eliminarían a ciertos miembros de su partido y, por supuesto, a toda la oposición. Pero la Ley se lo impide. Hay políticos que van de demócratas que son dictadores en potencia, como hay gente de izquierdas que confiesa su querencia totalitaria cuando prefiere la dictadura del proletariado a un régimen de libertades.
Pedro Sánchez, admirador de un personaje tan descarado como Largo Caballero – “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”- confesó en el Senado -por cierto, una cámara que sobra- que la oposición de centro derecha le estorba. Claro. Lógico en él, gran demócrata, que gobierna merced a golpistas, terroristas, neocomunistas y racistas, pero también le estorba toda esta canalla que le chantajea, pero que le llevó a La Moncloa. Ahora bien el presidente no tiene lo que hay que tener para largarle a ERC, Bildu, PNV y Unidas Podemos que le están impidiendo gobernar como él quisiera, conforme a sus ideas y caprichos, que le estorban y le estorban.
Sánchez no es Sánchez -cuál es el ligrimo- desde que echó, tras moción de censura, a Rajoy, apoyado en esa caterva de malandrines. Permanece en su cargo, porque acepta todos los chantajes de los partidos que lo mantienen, cual títere, en ese pseudo poder que ocupa. Se lo come todo. Traga ideologías y presiones: la neocomunista burguesa de Podemos, por la mañana; al mediodía se almuerza con la de ERC, golpista desde su génesis; a la hora de comer, la de ese conglomerado de terroristas que responde y cobra a nombre de Bildu; para tomar el té, el partido inventando por un enfermo como Sabino Arana, más racista que Hitler, para el que los españoles éramos como los judíos para Hitler, y para cenar, saborea las impertinencias de esos grupúsculos de formaciones anacrónicas.
Pedro Sánchez gobierna de reojo, pero le gusta lucir el tipo por Europa, porque aquí se lo quiere muy poco. Ha hecho méritos indudables para que una gran mayoría de españoles le consideren un petimetre, un mago del embuste, un presidente marioneta de los que anhelan la independencia de España, la revolución pendiente y una Albania en el País Vasco.
Si Pedro Sánchez conociera alguna virtud de hombre de Estado o, simplemente, tuviera una miaja de orgullo, habría convocado elecciones legislativas tras los primeros chantajes de ERC, Bildu y Podemos. Pero desconoce que Narciso, enamorado de sí mismo, se ahogó al intentar besar su imagen reflejada en el agua. España, como nación, necesitará también de respiración artificial cuando el actual presidente sea enterrado en el libro de la historia. Quizá, a Pedro Sánchez también le estorbe España.
Eugenio-Jesús de Ávila






















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