La noche

La noche me cubre con su manto negro repleto de estrellas que hoy no diviso porque las nubes lo emborronan todo. Pero sé que están ahí, esperando que adivine con cuál de ellas sueño esta madrugada. Se juegan mis sueños a los dados y, curiosamente, casi siempre ganan las estrellas fugaces. Debe de ser que apuestan fuerte porque su destino es perecedero. No me importa, me gustan. Juegan para ganar la partida apostando todo lo que tienen, su fulgor y su calor. Se apagarán pronto. Juegan para ganar. 

La noche de hoy es muy oscura, demasiado. El verano no acaba de aterrizar ni en la tierra ni en los corazones de los viandantes, que van apresurados con sus paraguas buscando el cobijo de un soportal o de un alma que los escuche y los entienda. El clima, y esto lo tengo comprobado, influye en la personalidad. Si ves agua, manantiales y verdor, te alegras como un niño con zapatos nuevos. Si, en cambio, lo que te encuentras es el gris como color dominante día tras día, tu cuerpo lo nota, cambia, se retrae, quizá a la espera de que el sol  caliente tus huesos mientras estás al abrigo de la seguridad de tu hogar. 

Pienso en las personas que no tienen nada, ni casa, ni manto, ni estrellas, ni sueños, ni amigos... Las que viven en la calle, no por decisión propia, sino porque la vida, esta endemoniada bruja sin escoba, les condujo por el camino equivocado. No sabemos de su porqué, no preguntamos, no nos importa mientras estemos calientes en casa. Pero estas personas existen. Están ahí y la noche les cubre con su manto de estrellas, literalmente. Estamos ciegos, o nos hacemos los ciegos con exceso de dioptrías para no ver lo que nos rodea cuando es triste o no nos complace. Rechazamos sin saber, sin preguntar, sin empatía. Somos robots que van a lo suyo. No queremos problemas “bastante tengo con lo mío”, frase recurrente y manoseada que siempre hallamos cuando nos conviene. Triste. Vaya panorama. 

Si cada cual, en su esfera de actuación, hiciese algo por los demás, por simple e ínfimo que fuera, la vida de ciertas personas que conocen y sufren la frialdad y la soledad de la noche cambiaría y se llenaría de luz. 

Y tú, ¿Qué harás? ¿Cómo cambiarás de veras este mundo? No vale hablar y hablar y no hacer nada. ¿Qué harás? ¿Pasarás de largo o te implicarás para aportar un poco de tu yo en lugar de escurrir el bulto? En tus manos está el cambio. 

Nélida L. del Estal Sastre