Viernes, 05 de Diciembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Sábado, 18 de Junio de 2022
ZAMORANA

Una página en blanco

[Img #67167]Es curioso lo que ocurre a veces ante una página en blanco; me siento ante el ordenador en la rutina de casi todas las mañanas, pongo mis dedos sobre el teclado sin rozarlo siquiera y, a continuación, son ellos los que se mueven como guiados por una invisible batuta que pretenden componer una hermosa sinfonía.

 

La mente recuerda, yo transcribo; los acontecimientos se suceden, yo los narro; si la melancolía me atosiga, la echo fuera a golpe de tecla, desahogando los anhelos insatisfechos y vaciando el alma y así, sin pedir permiso a nadie, la magia de la escritura, ese don maravilloso, regalo del cielo, los dioses, o la buena fortuna, se hace patente deshilvanando las frases mientras dibuja con signos en forma de letras el papel blanco.

 

Las frases se enlazan para construir historias retenidas en la mente que surgen de forma espontánea cuando menos se esperan y, en ocasiones, es el propio escritor el primer sorprendido. Ya lo decía Kipling: "Las palabras constituyen la droga más potente que haya inventado la humanidad" y puedo decir que es cierto, porque buscan su espacio en el silencio y la soledad, y reclaman atención constante; de ahí que casi todos los actos de la vida puedan ser potencialmente utilizados: la felicidad o la desdicha, el amor o el desamor, el éxito o el fracaso, la ilusión o la desesperanza…   

 

El noble acto de escribir se complementa en muchos casos con la lectura; de ella se alimenta y enriquece. La lectura es ese poderoso aliado que nos permite viajar sin equipaje, volar con las alas de la imaginación, tocar el cielo de placer o descender a los infiernos desde la comodidad de nuestro sillón favorito; ser protagonistas de historias ajenas y formar parte de personajes que nos reconcilian con la vida… esa lectura obligada, imprescindible –ineludible diría- constituye la fuente de inspiración para tejer historias y devanarlas con la lana de la imaginación que se sustenta en historias leídas, vividas u observadas, y que pueden condimentarse al gusto de cada cual.

 

Cada relato, historia, novela o poema es como una hoja dominada por la brisa; la vemos desprenderse del árbol, pero no se sabe cuál será su camino hasta caer al suelo mientras gira al compás del viento en un baile único. En ocasiones, si no se escribe de acuerdo a un tema previamente establecido, estudiado y diseñado, es curioso lo que ocurre ante una página en blanco porque el escritor es, tan solo un instrumento de la obra que se va gestando hasta su conclusión. Decía el gran Saramago: “Yo no decido sobre lo que voy a escribir. No, yo espero a que algo ocurra”. A mí me ocurre lo mismo.

 

Mª Soledad Martín Turiño

 

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