Se acaban las fiestas... ¡Y, como acaban!

No era de día siquiera, los operarios del servicio de limpieza, escoba en mano amontonaban los restos acumulados en el suelo de la Plaza Mayor. La fiesta había acabado para algunos, otros en las proximidades llámese Quebrantahuesos, el Fresco o Herreros seguían celebrando el patrón de la ciudad.

Como cada día, el buen hacer de los trabajadores transforma la ciudad sustancialmente, de cómo la dejan los que son de buenas noches, para los que reparten los buenos días. Cosa que salvo, por alguna que otra foto, como las que presentamos muchos ignoran, contemplando una imagen diurna, donde hasta se pondría pegas, por simples   menudencias en el suelo. Quedando claro, que las acumulaciones de basura abandonadas en el suelo, no se circunscriben a los botellones, sino a las concentraciones de personal, eso sí con ingesta de alcohol incluida, como demuestran las botellas de todo tipo esparramadas por el suelo.

Las papeleras, sí que estaban llenas a rebosar,  los viandantes durante todo el día depositaron sus desperdicios también, lo que no excusa para  que quien se deshizo de sus desechos en el mismo suelo, no pudiera amontonarlos en la papelera más cercana, que no quedaba lejos. Queda disculpable, que a falta de sitios, donde dejar el vaso o la botella, se utilizara, lo que había a mano, el monumento de la plaza, los bancos, el hito informativo, o las ventanas de los municipales, marchar y dejarlos allí es otra cosa. Comportamientos estos, que sin generalizar, cuando se hace de forma masiva significa algo.

Como otras conductas, las de orinar en la fachada de la iglesia, precisamente cuando al lado, justo al lado hay, no es que sea el sitio ideal para situarlos, pero ahí están, urinarios de uno y de otro tipo. Tanto, lo uno como lo otro, no puede ser justificable. Y, se acabó, la siguiente noche no se puede prolongar excesivamente, el nuevo día ya es laborable. Luego, esta fue la última verbena, de momento. Quedan las de los barrios.

Manuel Herrero Alonso