Los "pipi-man" de la Plaza Mayor

 Con los fuegos artificiales se acabaron las fiestas de San Pedro; estos sí que llegaron a toda la ciudad, se oyeron en todas partes, aunque no desde todos los sitios pudieran verse. Otras actividades, aun pudiendo trasladarse a  cualquiera de nuestros barrios, se concentraron en el centro, lo que obligaba a los vecinos a visitar necesariamente el corazón de la ciudad, ya que en la periferia no había nada.

A falta de la retirada de alguna cosilla,  como las siete, solo siete este año, casetas de feria, de las vallas de la plaza, poco más queda que quitar: las luces festivas no hará falta pues ni siquiera se colocaron. Ya se llevaron los sanitarios portátiles repartidos por diversas zonas de la ciudad, dispuestos para que, quien los necesitara, pudiera hacer uso, cosa bastante probable y de agradecer.

            Baños, que venían a evitar que las personas, ante una necesidad descargaran entre coches, contenedores, rincones  o en cualquier otra parte que pudieran encontrar adecuada. Así quedaron dispuestos en los lugares de concentración, por tenerlo a bien desde el consistorio y por estar recogido en la normativa de espectáculos y actividades.

            Fueron los situados, precisamente, en la Plaza Mayor, que pasaron desapercibidos para quienes no se acercaran allí, mismamente desde el Ayuntamiento viejo no se aprecian, los que han sido cuestionados doblemente, por situarse al lado de un monumento como tal con el consiguiente impacto visual, y porque los urinarios masculinos, que por tener que micionar a la vista de todos pudiera resultar impúdico, o cuando menos desagradable para quien pasara o estuviera tomando una copa tranquilamente en las terrazas cercana, comprobando el continuo trasiego de chicos acercarse a las bolas urinarias, para sacar el líquido de  desecho acumulado.

            Además de dar un servicio, los sanitarios portátiles trataban de evitar que se orinara en otro sitio. No lo consiguieron completamente, porque en las calles cercanas, ríos de orines corrían hasta el primer sumidero.  Es más, por no hacer cola o quien sabe, hasta teniendo los urinarios allí, prefirieron aliviarse en la fachada de San Juan  ¡Tiene…!

Manuel Herrero Alonso