Viernes, 07 de Noviembre de 2025

Luis Felipe Delgado de Castro
Viernes, 15 de Julio de 2022
TRADICIÓN

Carmen de Mares y Tierras

[Img #67893]Clavada en el calendario del ardoroso julio, el Carmen es fiesta grande en el corazón de mucha gente. Fiesta marinera por excelencia allá donde el mar dictó leyendas, gestó epopeyas y fundó civilizaciones y ciudades. La Virgen del Carmen es Patrona de todas las gentes que viven en el mar o a su lado, los pescadores de cuya abnegación hay miles de pruebas. Su vida se ha llenado de mar con todo lo que ello supone de alegrías y afanes y, lastimosamente de vez en cuando, de zozobras y lutos.

Pero el Carmen es también fiesta de tierra adentro, a donde no ha llegado nunca el olor granado de la sal ni el ruido rebelde e inhóspito del mar y cuyas gentes, sobre todo muchas antaño, se fueron al otro mundo sin besar nunca los labios de la mar ni estregar con las manos sus arenas. No conocieron el mar más que en dibujos y postales y por su nombre propio en la escuela, escrito en aquel mapa de hule de colorines clavado en la pared. Encandilados, escuchaban a sus maestros describir la belleza infinita, rizada, a veces encrespada y otras, dormida, de sus aguas, pero solamente llegaron a imaginarlo. Bendita esperanza de la pobreza poder pisarlo alguna vez. Sueño diluido al paso de los años.

El único mar que anega Zamora es el del cereal y la encina, el pino y el brezo, el roble y el castaño, el heno y la yerba. Es un mar extendido por la largura infinita de sus campos, subido a la hermosa cresta de sus montañas y sierras, inclinado sobre tesos y altozanos, apeado en praderas y páramos, enramado en bosques y arboledas y recostado en vegas y valles. Todo ese diverso mar se difunde con la generosa ayuda del agua que recorre la provincia de parte a parte. Tiene por nombres Tera, Órbigo, Esla o Valderaduey, a cuyos caudales se añaden otros muchos arroyos, manantiales, regatos, fuentes, riachuelos y lagunillas, muchos de ellos de nombres de andar por casa en los pueblos que serpean donde, represados en albercas y acequias, se hacen imprescindibles vecinos de huertos, viñedos, sotos y parajes de agradecido frescor. Todas esas aguas al final se acogen a un solo nombre con el que hacer historia en su camino al mar, el Duero.

Sin ser tierra marinera, es grande y antigua la devoción a la Virgen del Carmen en Zamora. Lo prueban las dos ermitas, los dos templos que presiden las imágenes de María con su hijo en brazos y el escapulario, santo y seña de su devoción y llevan su nombre. Lo he escrito muchas veces, Carmen de dentro y Carmen de afuera. Carmen de San Isidoro la una, metida en el cogollo amurallado y legendario de la vieja ciudad y Carmen del Camino, hoy prisionera de las desmesuradas alturas de la torre vecina.

Hace ya muchos años, en ambos templos consumíamos estos abrasadores atardeceres de novenas y avemarías. Eran días de velos y rosarios, letanías e inciensos, pero sobre todo, subidos en la infancia, cuando la ilusión vestía aún pantalón corto y tirantes, eran días de risas y travesuras, de chufines y campeches del puesto de María bajo el soportal del ayuntamiento viejo y de polos del señor Vicente de la Valenciana con su carrito allí mismo, en la plaza, plantado en la esquina de la tienda de Rueda. Acompañar a la abuela y la madre al novenario, además de ser un recreo añadido cada atardecer, tenía esas pequeñas recompensas.

En esta víspera del Carmen, un año más la nostalgia, (bueno, y este agobiante calor), me lleva también en volandas hasta las arriscadas escarpaduras del Cantábrico de la Mariña, tan familiares ya, sintiendo las acometidas del enconado mar sin dejar de pensar por ello en ese otro mar de los cereales, bendecidos desde su entraña por obra y gracia del sol y del agua en las interminables tierras que tanto amamos por ser tan nuestras.

Felicidades a todas las Cármenes que lean este apunte, escrito con el mayor de los afectos en su honor. Y nuestro recuerdo para aquellas otras que, seguro, habrán besado ya el escapulario de la Madre allá Arriba, muy lejos de la vida, pero más cerca que nunca de nuestro corazón.

Acompaña este texto la fotografía que hice hace algunos años de la imagen de la Virgen del Carmen auxiliando a unos pescadores en el naufragio. Una magnífica obra del imaginero compostelano José Rivas que se venera en el templo parroquial de Foz, en Lugo y que sale en procesión en esta festividad por las calles cercanas al puerto, bellamente alfombradas de flores.

 

Luis Felipe Delgado de Castro

 

 

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