DENUNCIAS
Mucha foto y nula gestión
Hay políticos de foto y despacho. Hay políticos de trabajo y exposición pública. En España, una gran mayoría, a izquierda y derecha, se mueren por la foto. Aquí, en Zamora, verbigracia, sabemos quién es la institución que más paga, porque hay un periódico que destaca fotos del político más generoso. Y le trae sin cuidado sea del PSOE, del PP o de IU.
Pedro Sánchez, el más guapo entre los políticos, que son los enemigos del pueblo, le encanta la fotografía. A Mariano Rajoy, un tipo aburrido, le sentaban mal las fotos. A Feijóo le traerá sin cuidado la imagen en televisiones y papel prensa, porque parece tipo serio y seco. Un funcionario clásico. Pocas palabras. Verbo complicado. Nació para ser hombre de Estado, no tripulante de un barco pesquero, ni emigrante a las américas. Por estos pagos, ni a Guarido ni a Requejo le vuelven locos las fotos. Salen porque no hay otro remedio. Si nos fijamos, el presidente de la Diputación no busca la cámara, incluso mira al suelo. Te mira a los ojos cuando hablas con él, pero la fotografía de su persona parece como castigo, como rutina, como algo que evitaría. Al alcalde tampoco lo veo loco por la foto, ni por vestir, ni por destacar. Se ríe cuando es menester, porque hay políticos que, además de gozar con las fotos, siempre salen riéndose. Lógico. Vivir de la política es un chollo en España. Casi siempre los salarios son superiores a los que recibirían por sus profesiones.
A Maíllo y Martín Pozo les encantaba verse en la prensa local, en portada. Yo creo que pagaban por la imagen. Buscaban, me temo, su mejor perfil. Vázquez siempre aparecía riéndose, como si el fotógrafo le contase un chiste antes. Rosa Valdeón, que era, es, muy mona, pensaba tanto lo que decía que nunca se fijó en el fotógrafo. Se sabía atractiva, pero le disgustaba que la miraran por su hermosura y no por su talento y verbo. A Clara San Damián le encanta la foto, pero la teme, porque hay fotógrafos capaces de arruinar a la mujer más bonita.
A lo que voy, yo me quedo con el político que trabaja, que le importa un comino la fotografía, salir bien o del revés, con un gesto feo o una sonrisa Licor del Polo. Desprecio al político que, como en el caso de la catástrofe de la Sierra de la Culebra, llega a la cabeza de mando, habla con bomberos y técnicos, se hace la foto en la que aparece desolado, como si se le hubiese muerto el can, y se va y, si te he visto, no me acuerdo. Mucho despacho, teléfonos fijos y móviles, imagen de desasosiego e instantáneas para la prensa amiga, la que se alquila y vende por horas.
Engels, el que le pagó la vagancia a Marx, a la muerte de este, habló de la política, de lo que debería ser. Verbigracia: En el futuro pasaremos del gobierno de los hombres a la gestión de las cosas. Y así debería ser. Pero los políticos del retrato, los demagogos, ignoran qué es eso de la gestión. Cómo su incapacidad es absoluta, porque casi todos son funcionarios desde niños, introducen la ideología: lo de los buenos y los malos, lo de los progresistas y los otros. Los incendios monstruosos que padece media España se deben a la incapacidad para la gestión de autonomías, del PP o del PSOE, del Gobierno central, no tanto al cambio climático, el otro Franco al que se acusa de nuestros males.
Vivimos en la España que carece de gestión política, pero que abunda en fotografías de sus políticos. A los malos gestores, les encanta su imagen.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hay políticos de foto y despacho. Hay políticos de trabajo y exposición pública. En España, una gran mayoría, a izquierda y derecha, se mueren por la foto. Aquí, en Zamora, verbigracia, sabemos quién es la institución que más paga, porque hay un periódico que destaca fotos del político más generoso. Y le trae sin cuidado sea del PSOE, del PP o de IU.
Pedro Sánchez, el más guapo entre los políticos, que son los enemigos del pueblo, le encanta la fotografía. A Mariano Rajoy, un tipo aburrido, le sentaban mal las fotos. A Feijóo le traerá sin cuidado la imagen en televisiones y papel prensa, porque parece tipo serio y seco. Un funcionario clásico. Pocas palabras. Verbo complicado. Nació para ser hombre de Estado, no tripulante de un barco pesquero, ni emigrante a las américas. Por estos pagos, ni a Guarido ni a Requejo le vuelven locos las fotos. Salen porque no hay otro remedio. Si nos fijamos, el presidente de la Diputación no busca la cámara, incluso mira al suelo. Te mira a los ojos cuando hablas con él, pero la fotografía de su persona parece como castigo, como rutina, como algo que evitaría. Al alcalde tampoco lo veo loco por la foto, ni por vestir, ni por destacar. Se ríe cuando es menester, porque hay políticos que, además de gozar con las fotos, siempre salen riéndose. Lógico. Vivir de la política es un chollo en España. Casi siempre los salarios son superiores a los que recibirían por sus profesiones.
A Maíllo y Martín Pozo les encantaba verse en la prensa local, en portada. Yo creo que pagaban por la imagen. Buscaban, me temo, su mejor perfil. Vázquez siempre aparecía riéndose, como si el fotógrafo le contase un chiste antes. Rosa Valdeón, que era, es, muy mona, pensaba tanto lo que decía que nunca se fijó en el fotógrafo. Se sabía atractiva, pero le disgustaba que la miraran por su hermosura y no por su talento y verbo. A Clara San Damián le encanta la foto, pero la teme, porque hay fotógrafos capaces de arruinar a la mujer más bonita.
A lo que voy, yo me quedo con el político que trabaja, que le importa un comino la fotografía, salir bien o del revés, con un gesto feo o una sonrisa Licor del Polo. Desprecio al político que, como en el caso de la catástrofe de la Sierra de la Culebra, llega a la cabeza de mando, habla con bomberos y técnicos, se hace la foto en la que aparece desolado, como si se le hubiese muerto el can, y se va y, si te he visto, no me acuerdo. Mucho despacho, teléfonos fijos y móviles, imagen de desasosiego e instantáneas para la prensa amiga, la que se alquila y vende por horas.
Engels, el que le pagó la vagancia a Marx, a la muerte de este, habló de la política, de lo que debería ser. Verbigracia: En el futuro pasaremos del gobierno de los hombres a la gestión de las cosas. Y así debería ser. Pero los políticos del retrato, los demagogos, ignoran qué es eso de la gestión. Cómo su incapacidad es absoluta, porque casi todos son funcionarios desde niños, introducen la ideología: lo de los buenos y los malos, lo de los progresistas y los otros. Los incendios monstruosos que padece media España se deben a la incapacidad para la gestión de autonomías, del PP o del PSOE, del Gobierno central, no tanto al cambio climático, el otro Franco al que se acusa de nuestros males.
Vivimos en la España que carece de gestión política, pero que abunda en fotografías de sus políticos. A los malos gestores, les encanta su imagen.
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