HABLEMOS
El ecologismo: manipulación e ideología
Que alguien con la desfachatez política de Sánchez arrime el cambio climático junto al subproducto marxista-comunista de la Agenda 20/30 al ascua de su sardina monclovita, es algo que cabía esperar. Con su variopinta pero siempre infausta cohorte, el sanchismo representa una calamidad sin precedentes para este país, por lo que nada tiene de extraño el repentino fervor hacia lo que de un día para otro no es ya cambio, ciclo o evolución, sino “emergencia” natural con culpables bien señalados; sin duda, de cara a nuevos expolios fiscales anunciados y por venir.
El Sánchez de la gobernanza lo dice todo, respecto a nuestro futuro inmediato. La fantasmagoría del cambio climático, devenido a conveniencia y por arte de birlibirloque emergencia ambiental, es pasto demagógico a la altura de una sociedad paleta y apesebrada, adicta a la pensión de quien jamás cotizó ni contribuyó, y amiga del cafelito funcionarial o la tasca moranca, como exitoso modelo de vagancia y mangancia. Lo cual, dada trayectoria y cultureta popular de la transición, con titiriteros y mucho goya de por medio, se explica sin dificultad. Pero no así cuando la derecha conservadora, particularmente un PP siempre acomodaticio, prefiere ignorar que la filfa ecologista tiene más peligro del que parece, al imponer una mentalidad colectivista y totalitaria, desde el mantra de que la naturaleza es de todos y por ello bien público a gestionar por el Estado, algo que equivale a dejarla al arbitrio de burocracias y oligarquías políticas atentas a sus privilegios. Mentira unida a la manipulación, que más pronto que tarde supone un ataque directo, de momento vía fiscal, contra la propiedad privada como baluarte frente al despotismo de regímenes socialcomunistas en cualquier versión, incluida la socialdemócrata bajo su engañoso disfraz.
Realmente, no hay que ir muy lejos para comprobar aquello que subyace al ecologismo y su descarada propaganda. El animalismo, otro desecho ideológico que se ha abierto camino en nuestras envejecidas sociedades, implica la negación del espíritu y la razón como facultades superiores del ser humano, por encima de la bestia en lo que ésta tiene de pura función biológica. Heidegger lo expresó con singular acierto, al hablar de un tiempo que asiste a la animalización del hombre y la humanización de la criatura, bastardía intelectual, moral y a la larga política, que constituye magnífica coartada para quienes, en ausencia de pensamiento crítico y gracias a los dogmas de la actual corrección política, aspiran a someter al individuo al poder del Estado, no sin privarlo completamente de sus derechos y libertades.
Que alguien con la desfachatez política de Sánchez arrime el cambio climático junto al subproducto marxista-comunista de la Agenda 20/30 al ascua de su sardina monclovita, es algo que cabía esperar. Con su variopinta pero siempre infausta cohorte, el sanchismo representa una calamidad sin precedentes para este país, por lo que nada tiene de extraño el repentino fervor hacia lo que de un día para otro no es ya cambio, ciclo o evolución, sino “emergencia” natural con culpables bien señalados; sin duda, de cara a nuevos expolios fiscales anunciados y por venir.
El Sánchez de la gobernanza lo dice todo, respecto a nuestro futuro inmediato. La fantasmagoría del cambio climático, devenido a conveniencia y por arte de birlibirloque emergencia ambiental, es pasto demagógico a la altura de una sociedad paleta y apesebrada, adicta a la pensión de quien jamás cotizó ni contribuyó, y amiga del cafelito funcionarial o la tasca moranca, como exitoso modelo de vagancia y mangancia. Lo cual, dada trayectoria y cultureta popular de la transición, con titiriteros y mucho goya de por medio, se explica sin dificultad. Pero no así cuando la derecha conservadora, particularmente un PP siempre acomodaticio, prefiere ignorar que la filfa ecologista tiene más peligro del que parece, al imponer una mentalidad colectivista y totalitaria, desde el mantra de que la naturaleza es de todos y por ello bien público a gestionar por el Estado, algo que equivale a dejarla al arbitrio de burocracias y oligarquías políticas atentas a sus privilegios. Mentira unida a la manipulación, que más pronto que tarde supone un ataque directo, de momento vía fiscal, contra la propiedad privada como baluarte frente al despotismo de regímenes socialcomunistas en cualquier versión, incluida la socialdemócrata bajo su engañoso disfraz.
Realmente, no hay que ir muy lejos para comprobar aquello que subyace al ecologismo y su descarada propaganda. El animalismo, otro desecho ideológico que se ha abierto camino en nuestras envejecidas sociedades, implica la negación del espíritu y la razón como facultades superiores del ser humano, por encima de la bestia en lo que ésta tiene de pura función biológica. Heidegger lo expresó con singular acierto, al hablar de un tiempo que asiste a la animalización del hombre y la humanización de la criatura, bastardía intelectual, moral y a la larga política, que constituye magnífica coartada para quienes, en ausencia de pensamiento crítico y gracias a los dogmas de la actual corrección política, aspiran a someter al individuo al poder del Estado, no sin privarlo completamente de sus derechos y libertades.

















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