COSAS MÍAS
Educación, cultura y suciedad pública
Ser alcalde de Zamora debe ser tarea muy complicada. Hoy, en este artículo, me voy a centrar solo en la dificultad de la limpieza de calles, rúas, plazas, aceras, jardines, muros, paredes, sillares.
No sé si los tipos, con escasa capacidad craneal y social, que arrojan todo tipo de fluidos y chicles en aceras, rompen copas en la vía pública, orinan, dejan excrementos de canes ena jardines y aceras, pintan garabatos en templos y patrimonio monumental, son una decena, una centena o pasan del millar. Lo cierto es que nuestra ciudad, aunque los profesionales del servicio de limpieza trabajan con seriedad, sin descomponerse, con denuedo, está muy sucia, ofrece un aspecto de dejadez, de pasotismo.
Insisto en que este asunto no es problema de Alcaldía, ni del Servicio de Limpieza, sino de la falta de educación social de esos badulaques que piensan que lo público no les pertenece. Por lo tanto, como no es suyo, miccionan, arrojan lo que les sobra en la calle, la goma de mascar, el refresco, la cerveza, la bolsa de plástico, la colilla, el escupitajo. Convencido estoy que en su domicilio no orinan en el pasillo, ni esputan en el salón, ni tiran el chicle en el suelo de la cocina, ni ensucian las paredes con sus estúpidos garabatos.
La existencia de estos seres, en absoluto merecen la categoría de ciudadanos, se debe a su falta de educación desde la tierna edad, tanto en sus casas, en sus familias, como en escuelas y colegios, donde maestros deberían enfatizar en el respeto a lo que es de todos, lo público, antes que enseñar cómo se hace la raíz cuadrada, explicar el teorema de Pitágoras, la oración subordinada o que son las palabras llanas o esdrújulas.
Si no respetamos lo público, desde el banco, a la papelera o el árbol; a la familia, al prójimo a los docentes, convertiremos a las ciudades en zahúrdas, establos, gallineros. Sin educación, en la escuela y en la familia; sin respeto sin ley, no existe civilización.
Ignoro, como escribí al inicio de este artículo, sin son una decena, un centenar o miles los personajes que no saben vivir en sociedad; pero la autoridad tendría que empezar a castigar a estos malandrines que desprecian la ciudad en la que viven y a la sociedad de la que forman parte. Verbigracia: una semana limpiando cacas caninas, garabatos, manchas y orines.
Eugenio-Jesús de Ávila
Ser alcalde de Zamora debe ser tarea muy complicada. Hoy, en este artículo, me voy a centrar solo en la dificultad de la limpieza de calles, rúas, plazas, aceras, jardines, muros, paredes, sillares.
No sé si los tipos, con escasa capacidad craneal y social, que arrojan todo tipo de fluidos y chicles en aceras, rompen copas en la vía pública, orinan, dejan excrementos de canes ena jardines y aceras, pintan garabatos en templos y patrimonio monumental, son una decena, una centena o pasan del millar. Lo cierto es que nuestra ciudad, aunque los profesionales del servicio de limpieza trabajan con seriedad, sin descomponerse, con denuedo, está muy sucia, ofrece un aspecto de dejadez, de pasotismo.
Insisto en que este asunto no es problema de Alcaldía, ni del Servicio de Limpieza, sino de la falta de educación social de esos badulaques que piensan que lo público no les pertenece. Por lo tanto, como no es suyo, miccionan, arrojan lo que les sobra en la calle, la goma de mascar, el refresco, la cerveza, la bolsa de plástico, la colilla, el escupitajo. Convencido estoy que en su domicilio no orinan en el pasillo, ni esputan en el salón, ni tiran el chicle en el suelo de la cocina, ni ensucian las paredes con sus estúpidos garabatos.
La existencia de estos seres, en absoluto merecen la categoría de ciudadanos, se debe a su falta de educación desde la tierna edad, tanto en sus casas, en sus familias, como en escuelas y colegios, donde maestros deberían enfatizar en el respeto a lo que es de todos, lo público, antes que enseñar cómo se hace la raíz cuadrada, explicar el teorema de Pitágoras, la oración subordinada o que son las palabras llanas o esdrújulas.
Si no respetamos lo público, desde el banco, a la papelera o el árbol; a la familia, al prójimo a los docentes, convertiremos a las ciudades en zahúrdas, establos, gallineros. Sin educación, en la escuela y en la familia; sin respeto sin ley, no existe civilización.
Ignoro, como escribí al inicio de este artículo, sin son una decena, un centenar o miles los personajes que no saben vivir en sociedad; pero la autoridad tendría que empezar a castigar a estos malandrines que desprecian la ciudad en la que viven y a la sociedad de la que forman parte. Verbigracia: una semana limpiando cacas caninas, garabatos, manchas y orines.
Eugenio-Jesús de Ávila



























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