CON LOS CINCO SENTIDOS
Invítame a tu sueño
Invítame a tu sueño, ese en el que nada puede dañar lo que es tuyo y mío. Un sueño compartido en el que levitemos como las mariposas, casi sin rozar el suelo de los pensamientos que paseen por entre nuestras neuronas, como viaductos olvidados de amor, pasión, desenfreno, o dulzura si es lo que deseas en ese momento y necesita tu ser, o te hace falta.
Déjame que pinte tus paredes de colores sutiles para que tu mirada se vaya adaptando poco a poco al resto de la vida. Elige las tonalidades a tu gusto, o deja que yo me encargue, si es que el cansancio de andar un camino tan largo te dejó tocado, una vez más. Lo haré por ti, pintaré un precioso mural de luna llena y estrellas titilantes que no te asusten, mientras te arrullo con mi calor, que es la música que salió para no volver un día de verano, de esa mente mía, azorada y pasional. Ya me conoces, no tengo más que lo que ves, más que lo que soy, pero doy por bien invertido todo ese patrimonio para volver a ver la luz brillar en tus ojos apagados.
No haré otra cosa en esta vida que esperar con los brazos extendidos el regreso del que se fue, del que es y del que será. Te tenderé mis extremidades y te agarraré con fuerza para que salgas de allí y no vuelvas. Mientras, deja que entre en tu sueño para aliviarlo del dios en llamas que todo lo emponzoña. Déjame entrar para luchar como el hada blanca que, subida a lomos de su caballo, vence y asesta la lanzada mortal que acaba con todo lo que atormenta el duermevela que es ahora donde habito y donde me hice una casita pequeña, temporal. Porque prometo por lo más sagrado y por lo más profano que, si me dejas entrar en tu sueño, te sacaré de allí para que veas lo que construí para tí, lleno de luces, colores y levedad; lleno de mí. Y será para siempre.
Nélida L. del Estal Sastre
Invítame a tu sueño, ese en el que nada puede dañar lo que es tuyo y mío. Un sueño compartido en el que levitemos como las mariposas, casi sin rozar el suelo de los pensamientos que paseen por entre nuestras neuronas, como viaductos olvidados de amor, pasión, desenfreno, o dulzura si es lo que deseas en ese momento y necesita tu ser, o te hace falta.
Déjame que pinte tus paredes de colores sutiles para que tu mirada se vaya adaptando poco a poco al resto de la vida. Elige las tonalidades a tu gusto, o deja que yo me encargue, si es que el cansancio de andar un camino tan largo te dejó tocado, una vez más. Lo haré por ti, pintaré un precioso mural de luna llena y estrellas titilantes que no te asusten, mientras te arrullo con mi calor, que es la música que salió para no volver un día de verano, de esa mente mía, azorada y pasional. Ya me conoces, no tengo más que lo que ves, más que lo que soy, pero doy por bien invertido todo ese patrimonio para volver a ver la luz brillar en tus ojos apagados.
No haré otra cosa en esta vida que esperar con los brazos extendidos el regreso del que se fue, del que es y del que será. Te tenderé mis extremidades y te agarraré con fuerza para que salgas de allí y no vuelvas. Mientras, deja que entre en tu sueño para aliviarlo del dios en llamas que todo lo emponzoña. Déjame entrar para luchar como el hada blanca que, subida a lomos de su caballo, vence y asesta la lanzada mortal que acaba con todo lo que atormenta el duermevela que es ahora donde habito y donde me hice una casita pequeña, temporal. Porque prometo por lo más sagrado y por lo más profano que, si me dejas entrar en tu sueño, te sacaré de allí para que veas lo que construí para tí, lleno de luces, colores y levedad; lleno de mí. Y será para siempre.
Nélida L. del Estal Sastre
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