COSAS MÍAS
Ricos y pobres
Ser rico debe ser muy malo. Lo ignoro, porque nunca lo fui y no espero grandes sorpresas de la Lotería Primitiva. Entonces, supongo, silogismo, que ser pobre tendría que ser bueno, porque las izquierdas siempre tienen en cuenta a la gente que tiene lo justo para vivir, como un servidor.
Sucede, curioso, que, cuando un menesteroso, por su capacidad talento e inteligencia, se convierte en capitalista, se le denuesta, critica, persigue, se le injuria. Sucede algo parecido con aquella persona que, en su juventud, se confesaba de izquierdas y, un buen día, comprende que su ideología juvenil y adolescente se funda en una gran falacia, en mentiras filosóficas, en el márketing y propaganda.
Sabater, el gran filósofo español aún vivo, lo manifestaba de manera esclarecedora no ha mucho tiempo: “Las personas que no cambian nunca, que pasan por la vida sin cambiar y que presumen de que piensan lo mismo que cuando tenían 18 años, en realidad no piensan, ni con 18 ni ahora. Se le metía una idea en la cabeza, como una mosca que se queda zumbando dentro, y la confunde con una idea. Pero era una mosca…en España está muy mal visto cambiar de opinión”.
Habría que matizar: siempre que cambies de ideología, como sucedió a Verstrynge, desde la extrema derecha la ultra izquierda, se loa al personaje. Pero sí, como en el caso de Vargas Llosa, rechazas el comunismo de tu juventud por el liberalismo de tu edad madura, cuando la inteligencia funciona a su máxima velocidad, te pondrán para parir, como analizaba el citado Sabater, aquellos que “han perdido por completo el sentido racional de la política y lo han convertido en un asunto religioso».
Un servidor pasó de confesar y comulgar, en mi adolescencia, a no volver a la iglesia, excepción de funerales. No soy religioso. Me moriré y seré polvo en el viento. No dejamos de ser polvo en el tiempo. Un ser para la muerte. No creo ni en paraísos celestiales ni terrenos. Desprecio el proselitismo de unos y otros. En política y religión, y en la política religiosa, solo hay irracionalidad, emociones y mucho odio, un sentimiento mucho más poderoso que el amor. Por cierto, el odio no es la antítesis del amor. Aquel que odia a su prójimo proyecta su odio a sí mismo sobre otro ser humano. Descontento con su físico, o su talento e inteligencia, envidia a todo hombre o mujer superior, y sé que la envidia ha sido siempre la antesala de la inquina.
Me quedo con el sabio Ortega y Gasset para decir cerrar esta opinión, propia, por lo tanto, subjetiva. A un servidor le gusta pensar, verbo que solo es castigo para el hombre gregario, para el hombre masa: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. Aparece en “La rebelión de las masas”, editado en 1937.
Me olvidaba: no conozco a nadie que, salvo los apóstoles del Nazareno y eremitas, haya optado por la pobreza. Tampoco he conocido a altos cargos comunistas vivir como la gente desharrapada.
Eugenio-Jesús de Ávila
Ser rico debe ser muy malo. Lo ignoro, porque nunca lo fui y no espero grandes sorpresas de la Lotería Primitiva. Entonces, supongo, silogismo, que ser pobre tendría que ser bueno, porque las izquierdas siempre tienen en cuenta a la gente que tiene lo justo para vivir, como un servidor.
Sucede, curioso, que, cuando un menesteroso, por su capacidad talento e inteligencia, se convierte en capitalista, se le denuesta, critica, persigue, se le injuria. Sucede algo parecido con aquella persona que, en su juventud, se confesaba de izquierdas y, un buen día, comprende que su ideología juvenil y adolescente se funda en una gran falacia, en mentiras filosóficas, en el márketing y propaganda.
Sabater, el gran filósofo español aún vivo, lo manifestaba de manera esclarecedora no ha mucho tiempo: “Las personas que no cambian nunca, que pasan por la vida sin cambiar y que presumen de que piensan lo mismo que cuando tenían 18 años, en realidad no piensan, ni con 18 ni ahora. Se le metía una idea en la cabeza, como una mosca que se queda zumbando dentro, y la confunde con una idea. Pero era una mosca…en España está muy mal visto cambiar de opinión”.
Habría que matizar: siempre que cambies de ideología, como sucedió a Verstrynge, desde la extrema derecha la ultra izquierda, se loa al personaje. Pero sí, como en el caso de Vargas Llosa, rechazas el comunismo de tu juventud por el liberalismo de tu edad madura, cuando la inteligencia funciona a su máxima velocidad, te pondrán para parir, como analizaba el citado Sabater, aquellos que “han perdido por completo el sentido racional de la política y lo han convertido en un asunto religioso».
Un servidor pasó de confesar y comulgar, en mi adolescencia, a no volver a la iglesia, excepción de funerales. No soy religioso. Me moriré y seré polvo en el viento. No dejamos de ser polvo en el tiempo. Un ser para la muerte. No creo ni en paraísos celestiales ni terrenos. Desprecio el proselitismo de unos y otros. En política y religión, y en la política religiosa, solo hay irracionalidad, emociones y mucho odio, un sentimiento mucho más poderoso que el amor. Por cierto, el odio no es la antítesis del amor. Aquel que odia a su prójimo proyecta su odio a sí mismo sobre otro ser humano. Descontento con su físico, o su talento e inteligencia, envidia a todo hombre o mujer superior, y sé que la envidia ha sido siempre la antesala de la inquina.
Me quedo con el sabio Ortega y Gasset para decir cerrar esta opinión, propia, por lo tanto, subjetiva. A un servidor le gusta pensar, verbo que solo es castigo para el hombre gregario, para el hombre masa: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. Aparece en “La rebelión de las masas”, editado en 1937.
Me olvidaba: no conozco a nadie que, salvo los apóstoles del Nazareno y eremitas, haya optado por la pobreza. Tampoco he conocido a altos cargos comunistas vivir como la gente desharrapada.
Eugenio-Jesús de Ávila
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