RES PÚBLICA
España: del Estado del Bienestar, al Bienestar del Estado
El gobierno que se forme tras las elecciones de diciembre de 2023, siempre que la cita con las urnas no se adelante, abordará, sin duda, la peor situación de España desde 1939: exigencia del secesionismo catalán de referéndum, si manda Sánchez y sus Unidas Podemos, Podemes, Podemas, y golpe de Estado si gobierna la derecha. Más. Economía en quiebra, con una deuda brutal, tanta que Europa nos intervendría; un paro desmadrado, que obligará a pagos extraordinarios por parte del Estado y el consiguiente malestar social; cierra de muchas pequeñas empresas. Tanto si en La Moncloa vive un presidente conservador como el actual, deberán tomarse medidas durísimas que afectarán a empresas y ciudadanos, aquello de apretarse el cinturón. No le arriendo, pues, la ganancia a la coalición que dirige España a partir del primer mes de 2024, porque se quemará para décadas como opción de gobierno.
Dos formas de actuar para corregir esta deriva hacia el abismo social: bajar los impuestos o subirlos. Alemania, donde gobiernan tres partidos, bajo la Presidencia de un un socialdemócrata, disminuye impuestos. Pero aquí, en España, donde ejerce de presidente una especie de excrecencia del zapaterismo, más comunistas de 1848, apoyados por el independentismo secular, marxistas-estalinistas, racistas decimonónicos y toda una ralea de formaciones que no saben ni lo que son, la fiscalidad va en aumento, pese a una inflación descomunal, que engorda a la Hacienda Pública y empobrece a las clases medias y bajas. ¿Cuándo exigirán los funcionarios subida de salarios? Impuestos por doquier, casi por respirar. El Gobierno necesita mucho dinero para ir tejiendo una red clientelar: 400 euros para las personas que carezcan de trabajo y no cobren ningún tipo de salario por desempleo después de haber pedido el trabajo.
Nunca, que recuerde, se perdieron tantos puestos de trabajo en los meses de julio y agosto, en un país donde el empleo siempre es coyuntural, al depender de la industria turística de una manera tan abismal. Ningún gobierno se ha atrevido a reconducir las estructuras económicas de la nación. Felipe desindustrializó España, porque así lo exigió la Comunidad Europea para ingresar en Europa.
Otro problema mayúsculo que no se aborda, por cobardía, se llama pensiones. Tras el Pacto de Toledo, nada de nada. Parches, suturas, algodón y alcohol para desinfectar. Pero las cuitas ahí siguen, hasta que políticos lígrimos, preparados, sin miedo, estudien una solución para un asunto complejísimo.
El daño se potencia porque, además, la natalidad decrece hasta niveles desconocidas, lo que compromete aún más el futuro de las pensiones. Sin niños no hay futuro. Sin una juventud que trabaje y reciba salarios decentes, tampoco se formarán familias, células esenciales de la sociedad. Circulo vicioso.
Tantos problemas, ya definidos, se agravan merced a la carencia absoluta de un hombre de Estado, de un político con carisma y determinación. Los partidos políticos se han convertido, desde hace mucho tiempo – la partitocracia, que denunciase García-Trevijano- en plataformas para el nepotismo, el buen vivir, por encima de las posibilidades de cada menda; en colmenas de mediocres, de gente servil al jefe, donde no existe la crítica interna, ni una sola idea clara, ejemplar, luminosa. Corrupción que no es otra cosa que el beneficio privado extraído del capital público, del dinero de todos, de nuestros impuestos.
Mientras, un pueblo desarmado, descreído, pusilánime, contempla, cruzado de brazos, como este barco que fue botado como España, se hunde. Con ver la televisión, programas de heteras y jetas, más el fútbol a todas horas, clubes en quiebra, como el Barça, al que se le consiente, estando arruinado, seguir tirando al dinero que no tiene, tal cual el actual gobierno, los españoles van tirando, sin darse cuenta que padecemos la transición del Estado del Bienestar, al Bienestar del Estado. Nueva forma del socialfascismo, del comunismo postmoderno.
Eugenio-Jesús de Ávila
El gobierno que se forme tras las elecciones de diciembre de 2023, siempre que la cita con las urnas no se adelante, abordará, sin duda, la peor situación de España desde 1939: exigencia del secesionismo catalán de referéndum, si manda Sánchez y sus Unidas Podemos, Podemes, Podemas, y golpe de Estado si gobierna la derecha. Más. Economía en quiebra, con una deuda brutal, tanta que Europa nos intervendría; un paro desmadrado, que obligará a pagos extraordinarios por parte del Estado y el consiguiente malestar social; cierra de muchas pequeñas empresas. Tanto si en La Moncloa vive un presidente conservador como el actual, deberán tomarse medidas durísimas que afectarán a empresas y ciudadanos, aquello de apretarse el cinturón. No le arriendo, pues, la ganancia a la coalición que dirige España a partir del primer mes de 2024, porque se quemará para décadas como opción de gobierno.
Dos formas de actuar para corregir esta deriva hacia el abismo social: bajar los impuestos o subirlos. Alemania, donde gobiernan tres partidos, bajo la Presidencia de un un socialdemócrata, disminuye impuestos. Pero aquí, en España, donde ejerce de presidente una especie de excrecencia del zapaterismo, más comunistas de 1848, apoyados por el independentismo secular, marxistas-estalinistas, racistas decimonónicos y toda una ralea de formaciones que no saben ni lo que son, la fiscalidad va en aumento, pese a una inflación descomunal, que engorda a la Hacienda Pública y empobrece a las clases medias y bajas. ¿Cuándo exigirán los funcionarios subida de salarios? Impuestos por doquier, casi por respirar. El Gobierno necesita mucho dinero para ir tejiendo una red clientelar: 400 euros para las personas que carezcan de trabajo y no cobren ningún tipo de salario por desempleo después de haber pedido el trabajo.
Nunca, que recuerde, se perdieron tantos puestos de trabajo en los meses de julio y agosto, en un país donde el empleo siempre es coyuntural, al depender de la industria turística de una manera tan abismal. Ningún gobierno se ha atrevido a reconducir las estructuras económicas de la nación. Felipe desindustrializó España, porque así lo exigió la Comunidad Europea para ingresar en Europa.
Otro problema mayúsculo que no se aborda, por cobardía, se llama pensiones. Tras el Pacto de Toledo, nada de nada. Parches, suturas, algodón y alcohol para desinfectar. Pero las cuitas ahí siguen, hasta que políticos lígrimos, preparados, sin miedo, estudien una solución para un asunto complejísimo.
El daño se potencia porque, además, la natalidad decrece hasta niveles desconocidas, lo que compromete aún más el futuro de las pensiones. Sin niños no hay futuro. Sin una juventud que trabaje y reciba salarios decentes, tampoco se formarán familias, células esenciales de la sociedad. Circulo vicioso.
Tantos problemas, ya definidos, se agravan merced a la carencia absoluta de un hombre de Estado, de un político con carisma y determinación. Los partidos políticos se han convertido, desde hace mucho tiempo – la partitocracia, que denunciase García-Trevijano- en plataformas para el nepotismo, el buen vivir, por encima de las posibilidades de cada menda; en colmenas de mediocres, de gente servil al jefe, donde no existe la crítica interna, ni una sola idea clara, ejemplar, luminosa. Corrupción que no es otra cosa que el beneficio privado extraído del capital público, del dinero de todos, de nuestros impuestos.
Mientras, un pueblo desarmado, descreído, pusilánime, contempla, cruzado de brazos, como este barco que fue botado como España, se hunde. Con ver la televisión, programas de heteras y jetas, más el fútbol a todas horas, clubes en quiebra, como el Barça, al que se le consiente, estando arruinado, seguir tirando al dinero que no tiene, tal cual el actual gobierno, los españoles van tirando, sin darse cuenta que padecemos la transición del Estado del Bienestar, al Bienestar del Estado. Nueva forma del socialfascismo, del comunismo postmoderno.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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