CON LOS CINCO SENTIDOS
Nadie gana, todos pierden
Hoy no tengo muchas fuerzas para escribir, ganas, quizá, aún menos. He llegado a un punto en el que el ser humano es un absoluto desconocido para mí y para mi entendimiento. Gusta de que le quieran, pero no de que los demás sepan que quiere a otros. Lo quiere todo, lo que le gusta, lo que le apasiona y hasta lo que le aburre. No entiendo nada por mucho que lo intente. Ya no me quedan fuerzas para intentarlo.
Se supone que, si algo te apasiona y lo tienes, lo das todo y eso copa y llena todo tu ser, eres afortunado, leches, lo eres. Pero hay personas que tienen la necesidad de poseer hasta lo que no desean, y te lo dicen tranquilamente a la cara. Será por el instinto de supervivencia o porque creen estar por encima del bien y del mal, aunque dañen a otras personas de tal modo, que, si realmente lo supieran, no cometerían el enorme error de masacrarlos con sus palabras salidas de la manera más natural e indolente posible por sus macabras bocas de animal sin raciocinio ni ética, ni moral alguna.
Yo si algo no me gusta, no repito, es así de simple. Esta máxima es válida para cualquier cosa de la vida: un alimento cualquiera, un conocido o un amante. Es totalmente absurdo. No llegaré a entenderlo nunca. Si algo te cuesta o no te satisface como otra cosa que hayas probado, ¿para qué demonios lo haces? Si, además, con ello, haces que la persona a la que sí quieres sufra hasta límites insospechados ¿Por qué demonios lo sigues haciendo?
Supongo que hay hombres que han de mostrar su “hombría” redundante de todas las formas posibles, con su gran intelecto y su sabiduría en la cama. Las mujeres, igualmente. En eso ya no hago distingos, somos animales. Pero con personas del gusto de cada cual, no con alguien soporífero o por cariño, lástima, costumbre… Llámalo”X”.
Por eso nunca entendí, ya que me centro en este último tema, en los llamados “triángulos amorosos”. Siempre se quiere más a una de las otras dos partes, siempre te “pone” más una de las dos partes. Siempre acabas amando a una de las dos partes y ésta no soporta compartir mimos de tus manos con otra u otro que no seas tú. Es antinatural para una mente equilibrada.
Pero esos triángulos amorosos son la primera puerta hacia la escalera que te llevará al infierno. Una vez que abres esa puerta y la dejas tras de ti, vas subiendo escalón a escalón. Hasta que la parte que te importa realmente no quiere quemarse y retrocede, no se humilla porque se respeta a sí misma. Es entonces cuando la pierdes para siempre después de haberle causado un daño inconmensurable. ¿Te mereció la pena esa escalada hacia las brasas dejando un cadáver en el camino, quizá dos, quizá el tuyo también? Porque en estas situaciones nadie gana. Todos pierden. Todos. Porque no dura. Siempre hay alguien que tiene sentimientos puros y no disfruta con que se los corrompan, y se va, dolorido, sí, pero se va, porque tiene resortes morales para no ser masoquista. A nadie le gusta sufrir o estar con alguien que te provoca esa angustia vital y esa desazón en tu corazón y en tu alma. Si no te quiere, ¡pista!
Todos pierden. Sólo gana algo el que se va de la puerta del infierno y regresa a tiempo de no haber sido masacrado, aunque nadie le espere a la vuelta. Es preferible sentir la tranquila soledad como compañera de viaje, que la muerte en vida y la destrucción personal de un intelecto por un momento de placer absolutamente perecedero y sustituible. Siempre volverá a amanecer en la Tierra, siempre volverá a salir el sol.
Puede que un día, yendo de camino a tu trabajo encuentres una cara amable que te preste una moneda que te falta para un café o la mano para caminar juntos. De esa manera, todo lo vivido quedará atrás y sólo será una pesadilla recurrente durante un tiempo, pero no demasiado. Eso es lo que tiene el amor, que cuando te agarra con fuerza, te hace olvidar el infierno que dejaste atrás para convertirte en una persona nueva, para amar y dar el máximo potencial con quien te tome como único, exclusivo y maravilloso, y no piense siquiera en mirar hacia otro lado porque tú seas su todo. Es sencillo, es simple. Es lo sano. Lo otro es depravación y sadismo.
Nélida L. del Estal Sastre
Hoy no tengo muchas fuerzas para escribir, ganas, quizá, aún menos. He llegado a un punto en el que el ser humano es un absoluto desconocido para mí y para mi entendimiento. Gusta de que le quieran, pero no de que los demás sepan que quiere a otros. Lo quiere todo, lo que le gusta, lo que le apasiona y hasta lo que le aburre. No entiendo nada por mucho que lo intente. Ya no me quedan fuerzas para intentarlo.
Se supone que, si algo te apasiona y lo tienes, lo das todo y eso copa y llena todo tu ser, eres afortunado, leches, lo eres. Pero hay personas que tienen la necesidad de poseer hasta lo que no desean, y te lo dicen tranquilamente a la cara. Será por el instinto de supervivencia o porque creen estar por encima del bien y del mal, aunque dañen a otras personas de tal modo, que, si realmente lo supieran, no cometerían el enorme error de masacrarlos con sus palabras salidas de la manera más natural e indolente posible por sus macabras bocas de animal sin raciocinio ni ética, ni moral alguna.
Yo si algo no me gusta, no repito, es así de simple. Esta máxima es válida para cualquier cosa de la vida: un alimento cualquiera, un conocido o un amante. Es totalmente absurdo. No llegaré a entenderlo nunca. Si algo te cuesta o no te satisface como otra cosa que hayas probado, ¿para qué demonios lo haces? Si, además, con ello, haces que la persona a la que sí quieres sufra hasta límites insospechados ¿Por qué demonios lo sigues haciendo?
Supongo que hay hombres que han de mostrar su “hombría” redundante de todas las formas posibles, con su gran intelecto y su sabiduría en la cama. Las mujeres, igualmente. En eso ya no hago distingos, somos animales. Pero con personas del gusto de cada cual, no con alguien soporífero o por cariño, lástima, costumbre… Llámalo”X”.
Por eso nunca entendí, ya que me centro en este último tema, en los llamados “triángulos amorosos”. Siempre se quiere más a una de las otras dos partes, siempre te “pone” más una de las dos partes. Siempre acabas amando a una de las dos partes y ésta no soporta compartir mimos de tus manos con otra u otro que no seas tú. Es antinatural para una mente equilibrada.
Pero esos triángulos amorosos son la primera puerta hacia la escalera que te llevará al infierno. Una vez que abres esa puerta y la dejas tras de ti, vas subiendo escalón a escalón. Hasta que la parte que te importa realmente no quiere quemarse y retrocede, no se humilla porque se respeta a sí misma. Es entonces cuando la pierdes para siempre después de haberle causado un daño inconmensurable. ¿Te mereció la pena esa escalada hacia las brasas dejando un cadáver en el camino, quizá dos, quizá el tuyo también? Porque en estas situaciones nadie gana. Todos pierden. Todos. Porque no dura. Siempre hay alguien que tiene sentimientos puros y no disfruta con que se los corrompan, y se va, dolorido, sí, pero se va, porque tiene resortes morales para no ser masoquista. A nadie le gusta sufrir o estar con alguien que te provoca esa angustia vital y esa desazón en tu corazón y en tu alma. Si no te quiere, ¡pista!
Todos pierden. Sólo gana algo el que se va de la puerta del infierno y regresa a tiempo de no haber sido masacrado, aunque nadie le espere a la vuelta. Es preferible sentir la tranquila soledad como compañera de viaje, que la muerte en vida y la destrucción personal de un intelecto por un momento de placer absolutamente perecedero y sustituible. Siempre volverá a amanecer en la Tierra, siempre volverá a salir el sol.
Puede que un día, yendo de camino a tu trabajo encuentres una cara amable que te preste una moneda que te falta para un café o la mano para caminar juntos. De esa manera, todo lo vivido quedará atrás y sólo será una pesadilla recurrente durante un tiempo, pero no demasiado. Eso es lo que tiene el amor, que cuando te agarra con fuerza, te hace olvidar el infierno que dejaste atrás para convertirte en una persona nueva, para amar y dar el máximo potencial con quien te tome como único, exclusivo y maravilloso, y no piense siquiera en mirar hacia otro lado porque tú seas su todo. Es sencillo, es simple. Es lo sano. Lo otro es depravación y sadismo.
Nélida L. del Estal Sastre




















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