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Redacción
Domingo, 21 de Agosto de 2022
HABLEMOS

Derrota y tragedia de Occidente

Carlos Domínguez

[Img #68910]   En apenas tres mil años de historia, Occidente ha domeñado una naturaleza bestial regida por  la pura animalidad, al igual que hizo con  el lado tribal y salvaje de un hombre proclive instintivamente a la barbarie, el robo y el crimen. Con sus luces y sombras, el resultado ha sido un mundo habitable, donde la democracia parlamentaria y el Estado de derecho se convierten en garantía de las libertades civiles, aquellas que amparan al individuo frente a la irracionalidad de cualquier despotismo, justificado siempre por la prevalencia de la masa, el número y lo colectivo bajo fórmulas de un poder represivo y aniquilador.

 

   A la vuelta de un aniversario infame como el de la retirada de Afganistán, Occidente se encuentra a merced de  potencias que, en las antípodas de nuestros principios, jamás renunciaron a sus designios imperialistas. En particular Rusia y China, sin olvidar regímenes tiránicos aliados con un ensoberbecido imperio del mal, retomando el certero diagnóstico de un Ronald Reagan que, al cabo del tiempo, se ha revelado el estadista más lúcido del mundo libre acerca de lo que en el fondo se ventilaba: hegemonía y defensa frente al totalitarismo comunista. Mas el hecho es que nuestras sociedades se hallan hoy contra las cuerdas, por una percepción equivocada de la realidad. Dentro de nuestra tradición humanista y civilizadora, los valores éticos, así la panoplia universalista de la igualdad, la democracia, el multiculturalismo o los derechos humanos, se han demostrado inoperantes ante el fanatismo religioso o el expansionismo de quienes, de forma abierta, se manifiestan y actúan como declarados enemigos.  

 

   De alguna manera, cabría admitir con Spengler e incluso Spencer que la civilización occidental ha agotado su ciclo, encaminada a la muerte por consunción del organismo que la sostiene. Sin embargo, el vitalismo como doctrina que en algún momento intentó explicar el devenir de las sociedades en base a leyes biológicas, afines a otras evolucionistas de inspiración darwiniana, no pasa de abstracción sin base real. El problema de Occidente, en cuanto civilización no ha mucho rectora y modélica,  se explica por el principio de voluntad de poder en su manifestación más descarnada y brutal.  Lo que se juega hoy en el tablero geopolítico mundial es la pura ambición de dominio, algo que en rigor sucedió desde el origen de los tiempos. Pero lo dramático de la situación a que nos enfrentamos es que Occidente, aun contando con el liderazgo político y militar de los USA, ante el acoso sufrido en todos los campos carece del arrojo, ambición y voluntad necesarios para hacer valer esa posición de liderazgo, afrontando incluso la alternativa de un conflicto global.

 

   Los enemigos de Occidente lo saben desde la Guerra de Vietnam, y recientemente con ocasión de la vergonzosa huida de Afganistán. De llegar el momento, ellos a diferencia de nuestras democracias bienpensantes y acomodaticias no tendrán reparo en acudir a las armas de destrucción masiva, aun a sabiendas de que su empleo provocará el exterminio de millones de personas. Porque en la lógica de sus mentes y su mundo, con independencia de la probabilidad de un holocausto futuro, la masacre, ajena y asimismo propia, representaría un factor de imperio y poder ilimitado.

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