ECONOMÍA
Ser empresario en Zamora
Una sociedad sin empresarios, sin comerciantes, sin emprendedores se acerca al medioevo o al totalitarismo, a un estado omnímodo, omnisciente y patrono de cuerpos y almas. Para ser empresario hay que ser inteligente, decidido y bizarro. El empresario arriesga el dinero que no tiene o el patrimonio familiar para invertir en un negocio. Se la juega. Si no hay suerte o carece de talento, ruina. El emprendedor es el ser más progresista. El funcionario que empolla para aprobar una oposición me parece un humano muy conservador, aunque vote a izquierdas y ultras, y sea un liberado de la UGT o CC.OO. porque su aspiración consiste en tener un trabajo fijo hasta la jubilación. Siempre conocerá su salario. A partir de ese dato, hará sus cálculos para adquirir vivienda, coche, tomarse unas vacaciones o contraer matrimonio por la Iglesia o por lo Civil. Una vida, pues, bajo control, sin riesgo.
El empresario nunca sabe si mañana ganará dinero o lo perderá, si el año se cerrará con números rojos o con superávit. Y si hay beneficios, los reinvertirá para mejorar su empresa, la producción, ponerse al día. Y todos los meses, tendrá que hacer frente a las nóminas de sus trabajadores, a los que tratará como a miembros de su familia, siempre que sea persona honrada, liberal y sensible. Cierto que hay empresarios canallas, con espíritu de esclavista, gente ruin, a los que el célebre refrán “nunca sirvas a quien sirvió” les define. Pero también hay obreros bartolos, vagos, jetas, de esos que solo poseen derechos, pero no cumplen con su deber. Al loro con el trabajador que triunfa después como empresario.
En Zamora, hay empresarios admirables y mezquinos. Los mejores, los que desconocen el vicio de la envidia, el pecado de la felonía, trabajan ahora en un proyecto: dar continuidad a lo que fue, y todavía es, Zamora10. Se trata de personas de indudable éxito en sus empresas, que tienen la vida resuelta para las dos siguientes generaciones, que podrían cerrar sus negocios; pero quieren seguir avanzando y dar trabajo; son gente que se hace rica por su clase, pero también, si los salarios que entregan a sus trabajadores son dignos, contribuyeron a que hombres y mujeres formaran familias, con lo que renuevan nuestra sociedad.
Nuestra gente carece de mentalidad empresarial. Esto no es el Levante español, donde cada joven quiere emprender un negocio; sino una tierra donde el joven aspira a ser funcionario. Hay, pues, pocos empresarios que merezcan tal nombre, personas que nunca necesitaron el favor político para hacerse ricos, que de esos ha habido cantidad.
Un empresario crea riqueza para él y su familia, y para otras personas, a las que contrata para desarrollar su empresa, sin cuyo trabajo el proyecto quebraría. Ruina para el emprendedor y paro para el trabajador.
Sin duda, no hay hombre ni mujer más progresistas que los que arriesgan, que los empresarios dignos, que respetan la ley y tratan a sus trabajadores como merece todo ser humano, sea cual fuere su raza, su color, su creencia.
Ser empresario en Zamora tiene aún más mérito, porque su triunfo genera envidia y rencor en la sociedad y entre gente de su propio sector. En nuestra tierra despiertan simpatía los fracasados, los feos, los mediocres y los pelotas. Caín vio luz primera en nuestra provincia. Sin duda.
Eugenio-Jesús de Ávila
Una sociedad sin empresarios, sin comerciantes, sin emprendedores se acerca al medioevo o al totalitarismo, a un estado omnímodo, omnisciente y patrono de cuerpos y almas. Para ser empresario hay que ser inteligente, decidido y bizarro. El empresario arriesga el dinero que no tiene o el patrimonio familiar para invertir en un negocio. Se la juega. Si no hay suerte o carece de talento, ruina. El emprendedor es el ser más progresista. El funcionario que empolla para aprobar una oposición me parece un humano muy conservador, aunque vote a izquierdas y ultras, y sea un liberado de la UGT o CC.OO. porque su aspiración consiste en tener un trabajo fijo hasta la jubilación. Siempre conocerá su salario. A partir de ese dato, hará sus cálculos para adquirir vivienda, coche, tomarse unas vacaciones o contraer matrimonio por la Iglesia o por lo Civil. Una vida, pues, bajo control, sin riesgo.
El empresario nunca sabe si mañana ganará dinero o lo perderá, si el año se cerrará con números rojos o con superávit. Y si hay beneficios, los reinvertirá para mejorar su empresa, la producción, ponerse al día. Y todos los meses, tendrá que hacer frente a las nóminas de sus trabajadores, a los que tratará como a miembros de su familia, siempre que sea persona honrada, liberal y sensible. Cierto que hay empresarios canallas, con espíritu de esclavista, gente ruin, a los que el célebre refrán “nunca sirvas a quien sirvió” les define. Pero también hay obreros bartolos, vagos, jetas, de esos que solo poseen derechos, pero no cumplen con su deber. Al loro con el trabajador que triunfa después como empresario.
En Zamora, hay empresarios admirables y mezquinos. Los mejores, los que desconocen el vicio de la envidia, el pecado de la felonía, trabajan ahora en un proyecto: dar continuidad a lo que fue, y todavía es, Zamora10. Se trata de personas de indudable éxito en sus empresas, que tienen la vida resuelta para las dos siguientes generaciones, que podrían cerrar sus negocios; pero quieren seguir avanzando y dar trabajo; son gente que se hace rica por su clase, pero también, si los salarios que entregan a sus trabajadores son dignos, contribuyeron a que hombres y mujeres formaran familias, con lo que renuevan nuestra sociedad.
Nuestra gente carece de mentalidad empresarial. Esto no es el Levante español, donde cada joven quiere emprender un negocio; sino una tierra donde el joven aspira a ser funcionario. Hay, pues, pocos empresarios que merezcan tal nombre, personas que nunca necesitaron el favor político para hacerse ricos, que de esos ha habido cantidad.
Un empresario crea riqueza para él y su familia, y para otras personas, a las que contrata para desarrollar su empresa, sin cuyo trabajo el proyecto quebraría. Ruina para el emprendedor y paro para el trabajador.
Sin duda, no hay hombre ni mujer más progresistas que los que arriesgan, que los empresarios dignos, que respetan la ley y tratan a sus trabajadores como merece todo ser humano, sea cual fuere su raza, su color, su creencia.
Ser empresario en Zamora tiene aún más mérito, porque su triunfo genera envidia y rencor en la sociedad y entre gente de su propio sector. En nuestra tierra despiertan simpatía los fracasados, los feos, los mediocres y los pelotas. Caín vio luz primera en nuestra provincia. Sin duda.
Eugenio-Jesús de Ávila
























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