PATRIA CHICA
Más empresarios e ideas y menos envidia y mediocridad
Cada vez somos menos y nos llevamos peor. El zamorano disfruta más con el fracaso del prójimo que con el triunfo propio. Hay gente muy conformista por esta penillanura, con querencia por cruzarse de brazos, una especie de pasotismo de mesa camilla y brasero de cisco. Molesta mucho que el vecino, el hijo de María, progrese y destaque. En Zamora nadie debería atreverse a tener un papel protagonista en la vida social y económica. Por supuesto, el guapo o guapa inteligentes se convierten en carne de calumnia. Un hombre o una mujer atractivos jamás pueden aunar belleza exterior y talento por estos pagos. Si eres hermosa, imposible que seas culta, simpática, elegante y con talento. Tampoco el varón puede reunir tantas virtudes. Tampoco se debe pensar, porque, además de ser un verbo que causa dolor, te distinguirías de los mediocres, se te calificaría, de forma despectiva, de intelectual, una especie de loco al que nadie entiende.
Zamora merma, decrece, se difumina porque la gran masa impide liderazgos fuertes, gente con carisma, que transformen nuestra sociedad. Nuestra estructura económica determina una forma determinada de entender la vida. Aquí no ha habido revolución burguesa -en España, tampoco- y todavía se mantienen ciertas maneras del pasado, no ya de la dictadura, sino del caciquismo decimonónico y primeras décadas de la pasada centuria.
Esa mentalidad, una lacra para el progreso, deviene en desunión, guerras domésticas, de barrio contra barrio, que anulan todo intento de avanzar, de ponernos a la altura económica y social del resto de España. Verbigracia: si aquí a un grupo de empresarios que demostraron su valía al frente de sus negocios, sin necesidad de padrinazgos políticos, las instituciones que deberían representarlos laboran en su contra. No existe ni unión empresarial, ni institucional, ni comercial, porque la envidia divide para que quede victoriosa la vulgaridad.
Yo no alcanzo la categoría de empresario, aunque tenga un negocio periodístico; pero siento profunda admiración por industriales zamoranos que condujeron a sus empresas, merced a talento, la inteligencia y la sabiduría, a la jerarquía económica. Y me asombra la gente joven que tiene ideas y las ejecuta, que invierte y crea puestos de trabajo.
Zamora necesita más empresarios e ideas, menos políticos profesionales y más personas que representen al pueblo llano, ciudadanos normales que quieran dar parte de su tiempo en beneficio de la mayoría. Mientras aquí se imponga la vulgaridad en las instituciones económicas y medios de comunicación, Zamora seguirá viajando hacia la estación del pretérito, un apeadero
Eugenio-Jesús de Ávila
Cada vez somos menos y nos llevamos peor. El zamorano disfruta más con el fracaso del prójimo que con el triunfo propio. Hay gente muy conformista por esta penillanura, con querencia por cruzarse de brazos, una especie de pasotismo de mesa camilla y brasero de cisco. Molesta mucho que el vecino, el hijo de María, progrese y destaque. En Zamora nadie debería atreverse a tener un papel protagonista en la vida social y económica. Por supuesto, el guapo o guapa inteligentes se convierten en carne de calumnia. Un hombre o una mujer atractivos jamás pueden aunar belleza exterior y talento por estos pagos. Si eres hermosa, imposible que seas culta, simpática, elegante y con talento. Tampoco el varón puede reunir tantas virtudes. Tampoco se debe pensar, porque, además de ser un verbo que causa dolor, te distinguirías de los mediocres, se te calificaría, de forma despectiva, de intelectual, una especie de loco al que nadie entiende.
Zamora merma, decrece, se difumina porque la gran masa impide liderazgos fuertes, gente con carisma, que transformen nuestra sociedad. Nuestra estructura económica determina una forma determinada de entender la vida. Aquí no ha habido revolución burguesa -en España, tampoco- y todavía se mantienen ciertas maneras del pasado, no ya de la dictadura, sino del caciquismo decimonónico y primeras décadas de la pasada centuria.
Esa mentalidad, una lacra para el progreso, deviene en desunión, guerras domésticas, de barrio contra barrio, que anulan todo intento de avanzar, de ponernos a la altura económica y social del resto de España. Verbigracia: si aquí a un grupo de empresarios que demostraron su valía al frente de sus negocios, sin necesidad de padrinazgos políticos, las instituciones que deberían representarlos laboran en su contra. No existe ni unión empresarial, ni institucional, ni comercial, porque la envidia divide para que quede victoriosa la vulgaridad.
Yo no alcanzo la categoría de empresario, aunque tenga un negocio periodístico; pero siento profunda admiración por industriales zamoranos que condujeron a sus empresas, merced a talento, la inteligencia y la sabiduría, a la jerarquía económica. Y me asombra la gente joven que tiene ideas y las ejecuta, que invierte y crea puestos de trabajo.
Zamora necesita más empresarios e ideas, menos políticos profesionales y más personas que representen al pueblo llano, ciudadanos normales que quieran dar parte de su tiempo en beneficio de la mayoría. Mientras aquí se imponga la vulgaridad en las instituciones económicas y medios de comunicación, Zamora seguirá viajando hacia la estación del pretérito, un apeadero
Eugenio-Jesús de Ávila























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