Martes, 02 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Jueves, 25 de Agosto de 2022
PASIÓN POR ZAMORA

Me duele Zamora

Enrique OnísZamora y su sociedad, su economía, su historia protagonizan un tanto por ciento muy elevado de mis cartas, porque me duele mi tierra -A Unamuno le dolía España-, que es como una madre, pero sin darme mimos ni acariciarme, ni darme los buenos días ni preguntarme cómo me siento.

 

Amo a Zamora porque nací aquí. Si hubiera nacido en Bilbao, me sentiría muy del río Nervión. Y amo Florencia por su belleza. Lógica. Y amando a Zamora y su provincia, amo también a los que viven aquí, a los que soportan el caciquismo contemporáneo, que es un caciquismo político, egoísta y burdo, anacrónico. Y quiero a los zamoranos inconformistas que, cansados de que se nos maltrate, disponen sus corazones para la batalla; también a los pequeños empresarios, a los autónomos, a los comerciantes, que, desde que amanece y hasta que Morfeo los viene a visitar, hacen números, cuentas, cálculos para saber cuál es la realidad de su negocio, gente progresista que arriesgo patrimonio familiar y pidió créditos para colocarse y crear puestos de trabajo. Y pienso mucho en los trabajadores zamoranos, que son los que menos salario cobran de España, y en nuestros jubilados, los que reciben la pensión más exigua del Estado. Y observo a los infantes que juegan en los parques e imagino su futuro lejos de estos columpios y toboganes, en otros lares, en otras geografías muy lejanas al padre Duero, el río del que bebieron y acarició sus cuerpos. Amó a Zamora como la mamá al hijo menos dotado física e intelectualmente, al que mima, porque la naturaleza le robó talento y belleza.

 

Zamora, si los zamoranos seguimos viendo pasar la vida con los brazos cruzados, calladitos, pusilánimes, se transformará en la provincia-pretérito, en la tierra de las residencias para mayores, en la última morada de unas generaciones que lo dieron todo a cambio de muy poco. Zamora ciudad, anclada en el tiempo, en la próxima década, aparecerá como la capital museo del Románico, Modernismo, Eclecticismo, la del Romancero, la del medioevo y la historia del Cerco, argumento propio de una tragedia de Shakespeare, y también se nos conocerá como la ciudad de los ancianos, la ciudad sin jóvenes, ni niños, a los que las cigüeñas dejarán en urbes pujantes, las favoritas de los políticos de turno, bien del PP, ya del PSOE.

 

Esta ciudad ya no la llevamos dentro, como versificaba el poeta, ni es la que nos alienta ni nos acusa, sino la urbe ancianita que se muere, sin aspavientos, con los ojos cerrados y el alma seca. ¡Cómo no amar a una Zamora que fue y ya casi ni es, que ya no llora porque no le quedan lágrimas, que vive por inercia, que desprecia cuanto ignora y se muere sin darse cuenta!

 

Mientras me quede aliento, escribiré sobre mi ciudad del alma, terapía para curarme de tanta pasión.

Eugenio-Jesús de Ávila

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