VENUS
Una sola mirada
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        
Quizás, nos hemos cruzado muchas veces o por el contrario ninguna. Pero hoy, puedo recordar todavía y para siempre tu mirada.
Estaba sentada, de forma casual como otras tantas ocasiones, enredada en una conversación con un varón apuesto. Mi atuendo, cómodo, de verano, y mi pelo recogido. Caminabas firme en la dirección que te traía, paso a paso, más cerca de mí.  Podrías haber modificado la trayectoria con un solo giro, pero cada pisada te acercaba más y más hacia mi espacio. Mi corazón latía, acelerado; era como si tus pasos marcaran el ritmo de mis pulsaciones.
Un escalofrío recorrió mi médula, desde los dedos a través de las sandalias, por debajo del vestido en la goma de mi tanga, mi nalga, mi pecho, mi clavícula, el cuello por detrás erizaba mi nuca. Tus ojos se fijaron en los míos después de ese recorrido, una mueca en tu boca esbozaba una sonrisa, habías visto como una radiografía mi esqueleto. Te gustó.
Que te parases a mi lado a saludar, con esa voz que retumbaba en mis adentros, revolvió en mí el deseo. Gesticulabas con las manos, que he llegado a imaginar que recorrían mis poros cómo hicieron tus ojos.
Llega la noche, y mi cuerpo anhela el roce de piel con piel. Tras una ducha reparadora, sin llegar aún a ponerme una sola prenda; hidratado mi cuerpo y untado de crema, imagino tus manos, y, desde abajo, subiendo por mis piernas. No puedo evitar con los dedos jugar entre ellas. Empapada, no es agua de baño, no es gel corporal, es el deseo incontrolable, estoy tan preparada para que esa mirada consiga lo que aquí tengo...
Quizás mis ojos se dieron cuenta que había deseo, y ahora solo anhelo que esas manos toquen con la sutileza de tu mirada hasta que convulsionen nuestros cuerpos.
Si llegas a saber erizar mi nuca, descubrir el puente de venus, hoy desearía entregarme por entero al poder de tu mirada.
La eremita descalza
 
 
 
 
 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
Quizás, nos hemos cruzado muchas veces o por el contrario ninguna. Pero hoy, puedo recordar todavía y para siempre tu mirada.
Estaba sentada, de forma casual como otras tantas ocasiones, enredada en una conversación con un varón apuesto. Mi atuendo, cómodo, de verano, y mi pelo recogido. Caminabas firme en la dirección que te traía, paso a paso, más cerca de mí. Podrías haber modificado la trayectoria con un solo giro, pero cada pisada te acercaba más y más hacia mi espacio. Mi corazón latía, acelerado; era como si tus pasos marcaran el ritmo de mis pulsaciones.
Un escalofrío recorrió mi médula, desde los dedos a través de las sandalias, por debajo del vestido en la goma de mi tanga, mi nalga, mi pecho, mi clavícula, el cuello por detrás erizaba mi nuca. Tus ojos se fijaron en los míos después de ese recorrido, una mueca en tu boca esbozaba una sonrisa, habías visto como una radiografía mi esqueleto. Te gustó.
Que te parases a mi lado a saludar, con esa voz que retumbaba en mis adentros, revolvió en mí el deseo. Gesticulabas con las manos, que he llegado a imaginar que recorrían mis poros cómo hicieron tus ojos.
Llega la noche, y mi cuerpo anhela el roce de piel con piel. Tras una ducha reparadora, sin llegar aún a ponerme una sola prenda; hidratado mi cuerpo y untado de crema, imagino tus manos, y, desde abajo, subiendo por mis piernas. No puedo evitar con los dedos jugar entre ellas. Empapada, no es agua de baño, no es gel corporal, es el deseo incontrolable, estoy tan preparada para que esa mirada consiga lo que aquí tengo...
Quizás mis ojos se dieron cuenta que había deseo, y ahora solo anhelo que esas manos toquen con la sutileza de tu mirada hasta que convulsionen nuestros cuerpos.
Si llegas a saber erizar mi nuca, descubrir el puente de venus, hoy desearía entregarme por entero al poder de tu mirada.
La eremita descalza




















Fernando Mesonero Carrera | Martes, 30 de Agosto de 2022 a las 02:08:27 horas
Sublime...sutil e intuitivo...
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