PASIÓN POR ZAMORA
Me siento orgulloso de haber apoyado el proyecto de la Biorrefinería de Barcial
Mañana, viernes, 9 de septiembre, la enésima concentración a favor de la Biorrefinería de Barcial y en contra de las acciones de la Junta de Castilla y León, gran enemiga, para los que apoyan la industrialización de esta provincia, de un proyecto que me acompañó durante los últimos 15 años de mi carrera periodística. La idea de Vicente Merino me pareció genial, aunque confieso mi ignorancia en la materia. Con el tiempo fui aprendiendo, sin llegar a ser un erudito en la materia.
Durante todos esos años, lloramos y reímos, nos creímos que los deseos se convierten en realidad en esta vida económica y política. Me reuní con el ingeniero zamorano-leonés en numerosas ocasiones, tomándonos un café, para informarme de los avances del proyecto y de los poderosos enemigos potenciales de la instalación de esa factoría en el norte de la provincia. Fui optimista y pesimista, y ahora he alcanzado el escepticismo. Recuerdo que la primera vez que me lo contó, le comenté que tocaba intereses de importantes multinacionales, de empresarios locales y la casta política. Pero su fe en su proyecto le impedía pensar mal. Sucede que una persona como Merino Febrero no concibe que una idea extraordinaria, de la que se beneficiarían miles de personas y la economía zamorana ocasionara la unión de las fuerzas del mal para derrotarle.
Confieso que hubo momentos muy duros en los que confesé a mis amigos, que también eran los suyos, que la Biorrefinería jamás funcionaria, que no había nada que hacer para lograr el objetivo. Después, torné al optimismo, como aquel 13 de noviembre, festividad de San Eugenio, cuando envueltos en la niebla, la familia Merino, el alcalde de Barcial e ingenieros de confianza, con un notario de Benavente tomando nota de lo que sucedía en los terrenos que todavía eran de Ecobarcial, se daba el primer paso para abrir al futuro aquellas tierras yermas, destinadas a sustentar la factoría industrial.
Tiempo después, cuando se implicó la Diputación en el proyecto, merced al trabajo descomunal de Francisco José Requejo, empresario antes que político, escribí artículos preñados de pasión, eufóricos, llenos de esperanza, porque la inversión privada más potente de la historia en nuestra provincia era un hecho.
Quizá hice un grandísimo ridículo periodístico. No lo sé. El caso es que poco tiempo después Vicente me confesaba que altos cargos de la Junta, entre los que se encontraban Suárez-Quiñones y el consejero de Agricultura, habían asustado a importantes empresas interesadas en construir la Biorrefinería.
Se estaba cumpliendo lo que yo predije 15 años antes. Vicente Merino había llegado tan lejos que el poder tuvo que echar el resto para impedir el inicio de un proceso de industrialización en nuestra provincia.
Tras la afrenta, el ingeniero, a punto de licenciarse también en Derecho, recurrió a la vía judicial para denunciar lo que él considera una trama político-empresarial, desarrollada para abortar su proyecto.
Mientras la Justicia intenta hacer justicia, Merino Ferrero y sus seguidores intentar visibilizar -perdón por emplear esta palabreja verbal- y señalar a los culpables de que su sueño se haya convertido en realidad. Mañana, pues, concentración para denunciar a los “oscuros”. Estarán los de siempre. Buenas personas, pero almas cándidas, que todavía creen en la utopía. Particularmente, no me siento vencido, porque he luchado, he combatido, lo he dado toto desde mi barquito de papel para apoyar el futuro de mi provincia.
Pudiera ser que los agentes periodísticos del mal se carcajeen si leen este artículo, pero me siento orgulloso de haberme unido a un proyecto en el que también creí. Los que amamos a Zamora Jamás nos daremos por vencidos cuando se trate de liberarla del caciquismo y de progresar social y económicamente.
Eugenio-Jesús de Ávila
Mañana, viernes, 9 de septiembre, la enésima concentración a favor de la Biorrefinería de Barcial y en contra de las acciones de la Junta de Castilla y León, gran enemiga, para los que apoyan la industrialización de esta provincia, de un proyecto que me acompañó durante los últimos 15 años de mi carrera periodística. La idea de Vicente Merino me pareció genial, aunque confieso mi ignorancia en la materia. Con el tiempo fui aprendiendo, sin llegar a ser un erudito en la materia.
Durante todos esos años, lloramos y reímos, nos creímos que los deseos se convierten en realidad en esta vida económica y política. Me reuní con el ingeniero zamorano-leonés en numerosas ocasiones, tomándonos un café, para informarme de los avances del proyecto y de los poderosos enemigos potenciales de la instalación de esa factoría en el norte de la provincia. Fui optimista y pesimista, y ahora he alcanzado el escepticismo. Recuerdo que la primera vez que me lo contó, le comenté que tocaba intereses de importantes multinacionales, de empresarios locales y la casta política. Pero su fe en su proyecto le impedía pensar mal. Sucede que una persona como Merino Febrero no concibe que una idea extraordinaria, de la que se beneficiarían miles de personas y la economía zamorana ocasionara la unión de las fuerzas del mal para derrotarle.
Confieso que hubo momentos muy duros en los que confesé a mis amigos, que también eran los suyos, que la Biorrefinería jamás funcionaria, que no había nada que hacer para lograr el objetivo. Después, torné al optimismo, como aquel 13 de noviembre, festividad de San Eugenio, cuando envueltos en la niebla, la familia Merino, el alcalde de Barcial e ingenieros de confianza, con un notario de Benavente tomando nota de lo que sucedía en los terrenos que todavía eran de Ecobarcial, se daba el primer paso para abrir al futuro aquellas tierras yermas, destinadas a sustentar la factoría industrial.
Tiempo después, cuando se implicó la Diputación en el proyecto, merced al trabajo descomunal de Francisco José Requejo, empresario antes que político, escribí artículos preñados de pasión, eufóricos, llenos de esperanza, porque la inversión privada más potente de la historia en nuestra provincia era un hecho.
Quizá hice un grandísimo ridículo periodístico. No lo sé. El caso es que poco tiempo después Vicente me confesaba que altos cargos de la Junta, entre los que se encontraban Suárez-Quiñones y el consejero de Agricultura, habían asustado a importantes empresas interesadas en construir la Biorrefinería.
Se estaba cumpliendo lo que yo predije 15 años antes. Vicente Merino había llegado tan lejos que el poder tuvo que echar el resto para impedir el inicio de un proceso de industrialización en nuestra provincia.
Tras la afrenta, el ingeniero, a punto de licenciarse también en Derecho, recurrió a la vía judicial para denunciar lo que él considera una trama político-empresarial, desarrollada para abortar su proyecto.
Mientras la Justicia intenta hacer justicia, Merino Ferrero y sus seguidores intentar visibilizar -perdón por emplear esta palabreja verbal- y señalar a los culpables de que su sueño se haya convertido en realidad. Mañana, pues, concentración para denunciar a los “oscuros”. Estarán los de siempre. Buenas personas, pero almas cándidas, que todavía creen en la utopía. Particularmente, no me siento vencido, porque he luchado, he combatido, lo he dado toto desde mi barquito de papel para apoyar el futuro de mi provincia.
Pudiera ser que los agentes periodísticos del mal se carcajeen si leen este artículo, pero me siento orgulloso de haberme unido a un proyecto en el que también creí. Los que amamos a Zamora Jamás nos daremos por vencidos cuando se trate de liberarla del caciquismo y de progresar social y económicamente.
Eugenio-Jesús de Ávila






















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