ARQUEOLOGÍA
Algo más que una leyenda
De todos los misterios perdurables incrustados en la historia humana, tal vez, ninguno capture la imaginación de una manera tan intensa como los de las civilizaciones perdidas. Desde las junglas aparentemente impenetrables de América del Sur hasta las profundidades del Mediterráneo, los rumores de ciudades ocultas enterradas durante siglos han inspirado las mentes de los exploradores, las plumas de los autores y la imaginación de los cineastas. Es el caso de Heinrich Schliemann (una mezcla de loco soñador y de genio que desarrolló métodos de investigación que aún son utilizados hoy en día). El primer arqueólogo aficionado en pasar a la historia por descubrir la mítica y misteriosa Troya, que, con la Ilíada bajo el brazo dedicó todos sus recursos y energías a descubrir la mítica ciudad cantada por Homero; a pesar de las evidencias históricas que negaban su existencia.
Desde que emprendiese sus célebres excavaciones en la colina de Hissarlik (Turquía), el estudio de las ruinas de Troya ha estado siempre mediatizado por una especie de «síndrome de la Ilíada», esto es, por el empeño en encontrar las huellas exactas de lo que relató Homero en su gran poema épico. Gracias a las excavaciones de este excéntrico millonario autodidacta, aficionado a la arqueología, que hizo una fortuna vendiendo municiones a Rusia durante la guerra de Crimea, sabemos que Troya existió. Y gracias al trabajo que actualmente continúa, ahora, bajo la dirección de expertos turcos, no sólo lo sabemos, sino que también se ha confirmado que fue una ciudad ampliamente fortificada, con numerosas avenidas y lujosos palacios, que constituyeron un gran Emporio entre los siglos XII y XIII a.C. estando mucho más vinculada con Asia Menor y, en particular, con los hititas. Quien le diría a Heinrich Schliemann, que su descubrimiento sería declarado en 1998, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Hoy, Schliemann, es uno de los nombres más clamorosos de la arqueología mundial, con una mezcla de buen hacer científico, veta romántica y alguna que otra polémica (de la que hablaremos en otra ocasión). Descansa en el cementerio de Atenas, en un mausoleo con forma de antiguo templo griego. En sus paredes, unos grabados en la piedra cuentan sus hazañas, del mismo modo que Homero narró las de Héctor y Aquiles. Murió a los 68 años (debido a una infección de oído). Si en los días de su descubrimiento su nombre trascendió en todo el planeta, la continuación de los trabajos científicos de hoy, no la ha dejado de lado precisamente.
En 2010, un equipo de arqueólogos alemanes encabezado por el científico austriaco Ernst Pernicka, se dedicó a catalogar los elementos aparecidos, además de realizar pequeños trabajos de campo en diferentes puntos del yacimiento. Sus conclusiones, hechas públicas recientemente, han revelado que la extensión de las ciudades Troya VI y Troya VIIa (dos de las nueve ciudades encontradas por Schliemann) eran mucho mayores de lo que se había supuesto hasta ahora. La confirmación se ha dado con la documentación de muros, caminos, pozos de almacenamiento e incluso un horno. De esta forma se demuestra que cumplir todos los deseos, tener una vida feliz y pasar a la historia tras haber hecho un gran descubrimiento, dejando un legado que gana peso con el paso del tiempo, junto con el trabajo científico, siempre reelaborándose, dan sus buenos frutos. Quién sabe si la historia de la Atlántida, (ese continente perdido sepultado bajo el mar que tan detalladamente describió Platón) pueda ser, al igual que Troya, algo más que una leyenda.
Emilia Casas Fernández
De todos los misterios perdurables incrustados en la historia humana, tal vez, ninguno capture la imaginación de una manera tan intensa como los de las civilizaciones perdidas. Desde las junglas aparentemente impenetrables de América del Sur hasta las profundidades del Mediterráneo, los rumores de ciudades ocultas enterradas durante siglos han inspirado las mentes de los exploradores, las plumas de los autores y la imaginación de los cineastas. Es el caso de Heinrich Schliemann (una mezcla de loco soñador y de genio que desarrolló métodos de investigación que aún son utilizados hoy en día). El primer arqueólogo aficionado en pasar a la historia por descubrir la mítica y misteriosa Troya, que, con la Ilíada bajo el brazo dedicó todos sus recursos y energías a descubrir la mítica ciudad cantada por Homero; a pesar de las evidencias históricas que negaban su existencia.
Desde que emprendiese sus célebres excavaciones en la colina de Hissarlik (Turquía), el estudio de las ruinas de Troya ha estado siempre mediatizado por una especie de «síndrome de la Ilíada», esto es, por el empeño en encontrar las huellas exactas de lo que relató Homero en su gran poema épico. Gracias a las excavaciones de este excéntrico millonario autodidacta, aficionado a la arqueología, que hizo una fortuna vendiendo municiones a Rusia durante la guerra de Crimea, sabemos que Troya existió. Y gracias al trabajo que actualmente continúa, ahora, bajo la dirección de expertos turcos, no sólo lo sabemos, sino que también se ha confirmado que fue una ciudad ampliamente fortificada, con numerosas avenidas y lujosos palacios, que constituyeron un gran Emporio entre los siglos XII y XIII a.C. estando mucho más vinculada con Asia Menor y, en particular, con los hititas. Quien le diría a Heinrich Schliemann, que su descubrimiento sería declarado en 1998, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Hoy, Schliemann, es uno de los nombres más clamorosos de la arqueología mundial, con una mezcla de buen hacer científico, veta romántica y alguna que otra polémica (de la que hablaremos en otra ocasión). Descansa en el cementerio de Atenas, en un mausoleo con forma de antiguo templo griego. En sus paredes, unos grabados en la piedra cuentan sus hazañas, del mismo modo que Homero narró las de Héctor y Aquiles. Murió a los 68 años (debido a una infección de oído). Si en los días de su descubrimiento su nombre trascendió en todo el planeta, la continuación de los trabajos científicos de hoy, no la ha dejado de lado precisamente.
En 2010, un equipo de arqueólogos alemanes encabezado por el científico austriaco Ernst Pernicka, se dedicó a catalogar los elementos aparecidos, además de realizar pequeños trabajos de campo en diferentes puntos del yacimiento. Sus conclusiones, hechas públicas recientemente, han revelado que la extensión de las ciudades Troya VI y Troya VIIa (dos de las nueve ciudades encontradas por Schliemann) eran mucho mayores de lo que se había supuesto hasta ahora. La confirmación se ha dado con la documentación de muros, caminos, pozos de almacenamiento e incluso un horno. De esta forma se demuestra que cumplir todos los deseos, tener una vida feliz y pasar a la historia tras haber hecho un gran descubrimiento, dejando un legado que gana peso con el paso del tiempo, junto con el trabajo científico, siempre reelaborándose, dan sus buenos frutos. Quién sabe si la historia de la Atlántida, (ese continente perdido sepultado bajo el mar que tan detalladamente describió Platón) pueda ser, al igual que Troya, algo más que una leyenda.
Emilia Casas Fernández
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