Zamora tiene que ser una tierra viva, nunca un museo

Zamora necesita, pero ya, de forma inmediata, para que esté en la línea de salida de los comicios municipales de mayo de 2023, dentro ocho meses, un partido zamorano, formado por personas que se sientan más zamoranos que liberales, socialistas, comunistas o eso que se llama ucronía política, lo de Podemos, el marxismo anacrónico.

A nuestra tierra ni unos ni otros, los que gobernaron, socialista y populares, le han hecho ni puto caso. El felipismo, lo reitero, sacó de nuestra ciudad y provincia instituciones y organismos que dependían del Estado: cierre de líneas férreas, de la Prisión Provincial, traslado del Regimiento de Toledo, fin de la Universidad Laboral y la tremenda reconversión agropecuaria, que tardó en salir a la superficie, pero que, desde ha tiempo, ha dado la cara: despoblación del medio rural, huida de la juventud, cierres de cerca de 3.000 explotaciones ganaderas, tierras yermas….

El PP hizo seguidismo del PSOE. Como aquí siempre ganaban, tanto en las legislativas, como en las autonómicas, no tenían por qué preocuparse. Se les votaba porque sí, por inercia. Y los populares se lo creyeron, tanto que nos despreciaron. Recuerden la chulería de hombres del PP que alcanzaron altos cargos en el partido. Se nos miraba por encima del hombro, como si fuéramos chusma. La Junta siempre destinó las grandes inversiones para el eje Valladolid-Burgos y su apéndice Salamanca. Recuerdo que González Vallvé, un gran zamorano, quiso que nuestra provincia recibiese un trato preferente del ejecutivo de Lucas, cuando fue consejero. Y ese gran intelectual y hombre de bien abandonó aquel ejecutivo desencantado.

Los gobiernos de Zapatero, que, según dicen, tuvo una abuela zamorana, además de un abuelo republicano, que no debe confundirse con socialista ni comunista, y se supone que el otro abuelo era de los nacionales, también se olvidó de nuestra tierra. ZP nunca se supo de dónde era, si de Valladolid, pero se hizo leonesista, o de León y lo inscribieron como nacido en Pucela. Ni él mismo supo nunca lo que era.

Rajoy hizo mucho por un hombre nacido en Zamora, Maíllo, pero de poco nos sirvió a los zamoranos. Y después nos llegó Pedro Sánchez, al que criticaré con fuerza por preferir seguir en el poder, a cambio de aceptar todos los chantajes de las formaciones que nacieron para acabar con España, y pactar con Unidas Podemos, aunque jurase que nunca firmaría un acuerdo con el hombre de la coleta. No obstante, el actual presidente del Gobierno nos dijo, en el Ramos Carrión, lo de Monte la Reina y la N-122. Y el año 2022 concluye, se ha hecho mayor, y sabemos muy pocas cosas sobre cómo van ambas inversiones. Me temo lo peor.

De ahí que exija, por enésima vez, la creación de un partido zamorano, interclasista, libérrimo, sin políticos profesionales, que nos represente en todas las instituciones, primero en las locales y regionales, y, si es menester, en las legislativas, en el ecuador de diciembre de 2022.

Si nadie da la cara, Zamora, más allá de Fromago, su Semana Santa, su románico, modernismo, eclecticismo e historia, se desmoronará. Y en 2033, coincidiendo con el segundo siglo de la creación de nuestra provincia, desaparecerá como tal. El norte formará parte de León; el sur, de Salamanca, y el este, de Valladolid.

Votar a los partidos nacionales nos conducirá a la nada económica, demográfica y social. Ya solo queda que nos roben la historia. Zamora quiere ser tierra viva, nunca un museo, ni una geografía ocupada por residencias de la tercera edad.

Eugenio-Jesús de Ávila