PASIÓN POR ZAMORA
Aquí, en la ciudad del alma, se vive por inercia
Soy el capitán de este barquito de papel que va camino de doce años y medio de navegación por este mar sin olas que es nuestra provincia. A fuerza de ser ácrata me ha convertido en liberal. Como mi personalidad gobierna cuerpo y alma a su manera, confieso que viví siempre sin ambición económica, pero, sin embargo, sigo siendo un inconformista antropológico.
Mis afanes desearon que Zamora creciese hasta dejar de ser una ciudad-pretérita y alcanzase a ser una ciudad-futura para que los zamoranos que así lo anhelasen, se quedaran en su tierra a ganarse el pan al norte o al sur del Duero o en la bella Sanabria o en los Valles de Benavente. Tal fue mi combate. Confieso que existió siempre en mi cerebro una cierta ambición erótica: amar y ser amado para la dama más elegante, bonita, culta y rara. Y ahí sigo.
Y no me conformo con vivir en una provincia que se desangra, que muestra una herida ancha y profunda en sus comarcas de poniente, verdadero desierto demográfico e irreversible. Y soy un inconformista visceral con mi ciudad, la del alma del poeta, la que nos alienta y nos acusa. Me enoja su decadencia económica, comercial, cultural. Me enfada su mentalidad periclitada, decimonónica, que prefiere vivir como siempre que es morir sin enterarse, a lo tonto. Los zamoranos nos hacemos menguamos, porque pensamos en pequeño.
Zamora no es una provincia pobre. Nos engañaron. Tanto repetirlo nos lo creímos. Y así no exigimos nada, ni criticamos a los políticos y, además, los votamos.
Zamora es otoño profundo, como un árbol desnudo, sin nidos, que espera una primavera pero sin entusiasmo, sin alegría, sin una sonrisa. Aquí se vive por inercia. Y yo enamorado de una mujer-utopía.
Eugenio-Jesús de Ávila
Soy el capitán de este barquito de papel que va camino de doce años y medio de navegación por este mar sin olas que es nuestra provincia. A fuerza de ser ácrata me ha convertido en liberal. Como mi personalidad gobierna cuerpo y alma a su manera, confieso que viví siempre sin ambición económica, pero, sin embargo, sigo siendo un inconformista antropológico.
Mis afanes desearon que Zamora creciese hasta dejar de ser una ciudad-pretérita y alcanzase a ser una ciudad-futura para que los zamoranos que así lo anhelasen, se quedaran en su tierra a ganarse el pan al norte o al sur del Duero o en la bella Sanabria o en los Valles de Benavente. Tal fue mi combate. Confieso que existió siempre en mi cerebro una cierta ambición erótica: amar y ser amado para la dama más elegante, bonita, culta y rara. Y ahí sigo.
Y no me conformo con vivir en una provincia que se desangra, que muestra una herida ancha y profunda en sus comarcas de poniente, verdadero desierto demográfico e irreversible. Y soy un inconformista visceral con mi ciudad, la del alma del poeta, la que nos alienta y nos acusa. Me enoja su decadencia económica, comercial, cultural. Me enfada su mentalidad periclitada, decimonónica, que prefiere vivir como siempre que es morir sin enterarse, a lo tonto. Los zamoranos nos hacemos menguamos, porque pensamos en pequeño.
Zamora no es una provincia pobre. Nos engañaron. Tanto repetirlo nos lo creímos. Y así no exigimos nada, ni criticamos a los políticos y, además, los votamos.
Zamora es otoño profundo, como un árbol desnudo, sin nidos, que espera una primavera pero sin entusiasmo, sin alegría, sin una sonrisa. Aquí se vive por inercia. Y yo enamorado de una mujer-utopía.
Eugenio-Jesús de Ávila
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.149