Redacción
Miércoles, 05 de Octubre de 2022
HABLEMOS

¡Qué buen pasar el de los abuelos!

Carlos Domínguez

[Img #70385]   El experimento del Estado del bienestar, o de la socialdemocracia como oficiante postrero del totalitarismo comunista, padece una crisis fruto de su irracionalidad, aquella de un Estado elefantiásico en manos de castas políticas cuya supervivencia requiere mantener nutridas clientelas de subsidiados, dependientes de la dádiva y la juerga pública. Unas y otras, castas y legiones paniaguadas, son necesarias para sostener el tinglado socialdemócrata, en rigor socialburócrata, toda vez que el Bienestar significa por fuerza eso: burocracia, burocracia y burocracia, atrincherada tras demagogia y panoplia de lo social.

 

   Podría pensarse que la clave son los hoy mal llamados servicios públicos, como la sanidad o la educación. No es así. Fuera de la adulteración y crisis de una y otra, a remolque de prácticas “universales” conforme al lema de “café para todos”, y hasta los esquimales habrán tomado nota del turisteo médico junto a la subvención a “vulnerables” con preñez y prole a cuestas, el principal ariete de la dictadura fiscal contra las clases activas y propietarias es el sistema de pensiones, como expresión máxima del parasitismo de lo social. ¡Sí!, pero qué bien viven los abuelos, con la pensión o pensioncica, contributiva o no, garantizada año a año revalorización de por medio, más la guinda de los viajes del inserso, el hotelico de Benidorm y la discoteca gratis, para que cachondos de toda laya y origen meneen el esqueleto, tintineando por razones obvias igual que los huesos de una reliquia. ¡Qué paraíso, oiga!, sobre todo para los usufructuarios de la tercera edad, que ya nunca viejos ni ancianos en lenguaje políticamente incorrecto, gracias a la trilogía de pensión, residencia y discoteca.

 

   Hubo un tiempo en que nuestros mayores, miembros de una sensata y venerable ancianidad, en vez de acabar aparcados en residencias del Estado cual cachivaches molestos e inservibles, para arrastrar solidariamente males y achaques, eran acogidos por los hijos en el hogar familiar, esperando junto a los seres queridos, particularmente los nietos, el inevitable final. Ellos nunca disfrutaron las delicias gratis del Bienestar socialista, aquel de politicastros manipulando votos y voluntades. Cierto, pero sabían dónde radicaba lo fundamental, o sea, en el destino de hijos y nietos, que pasaba por un trabajo digno, unos ingresos capaces de asegurar vivienda y familia, más allá de intereses propios que ya nada contaban, a la espera pronta de lo por llegar.

 

   Hoy, en cambio, la vejez clientelar del Bienestar socialista conoce cuál es la situación de hijos y nietos, con trabajos precarios e ingresos de miseria, después incluso de estudios y títulos que antaño permitían acceder a profesiones de prestigio, y que al presente son credencial para vegetar en la pobreza, salvo la emigración o el chollo de algún puesto en una Administración degradada. Y saben igualmente que el sistema con sus privilegios se halla quebrado, según demuestran los cambalaches del ministro de turno y los pronunciamientos de la UE, advirtiendo sobre la insostenibilidad del engendro. Aun así, la tropa de manifestación y pancarta a las órdenes de sindicatos de horas y liberadurías perpetuas para los muy amantes de lo social, se aferran a sus prebendas, ignorando que constituyen el principal obstáculo para que las nuevas generaciones puedan aspirar a un futuro no ya mejor, sino simplemente digno. Porque el infinito gasto vía deuda que conlleva el actual sistema es la gran amenaza para las cuentas públicas, así como para quienes, además de costear en lo piramidal la fiesta presente, se quedan sin trabajo, vivienda… y pensión al día de mañana. De momento, subida del periodo de cotización, para rebajar la cuantía un 30%. Dentro de veinticinco años, Grecia en el mejor de los casos; lo probable: la Argentina de justicialismo y patota peronista.

 

   Así que, ¡chicos!, a cotizar por solidaridad generacional para pensión y baile de los abuelos, que la partitocracia tiene el momio blindado, con latisueldos públicos de cien o ciento cincuenta mil euros. Arriba o abajo, más la calderilla de las cuotas sociales.           

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