NOCTURNOS
Sentencias eróticas
Hay personas que pasaron por tu vida para quedarse, aunque ya no permanezcan cerca de ti, ni tan si quieras las veas ni las trates. Hombres y mujeres que dejaron huellas en tu alma. Como ahora me toca escribir de erotismo, recordaré a féminas que me marcaron.
No se trata tan solo de damas, señoras o señoritas con las que pecase contra el sexto mandamiento. Porque hay mujeres a las que les confesé mi amor con unas cuantas miradas y ellas asintieron. Pero, por razones incomprensibles, nunca pasamos más allá de un beso con el dedo en una de sus cejas, un beso, de esos que resbalan por las mejillas y de unas cuantas frases hermosas.
Y, desde que pasaron por mi vida, viajo acompañado de mi memoria para recordar a damas con las que fui uno en ellas, unidad pura; con las que dejé de ser yo para fundirme en sus cuerpos y en sus esencias.
Mantengo aún contacto, vía teléfono, mensajes, sin besos ni caricias, sin nada más que la memoria, con algunas de esas mujeres que transformaron mi vida, a las que amé del derecho y del revés; personalidades únicas, físicos hermosos, amables y amantes, cultas y agradables, que me quieren, creo, como amigo, casi como a un hermano, sin pensar en sexo, sin imaginar cópulas divinas, ni madrugadas libidinosas.
Ahora que me voy marchando, me encantaría despedirme de esas damas, señoras, señoritas que significaron tanto en mi vida. Preguntarles por qué me amaron, por qué nos distanciamos, por qué todavía sabemos cómo nos ha ido la vida; qué recuerdos hermosos u horrendos guardan de mí. Sé que nunca podré mantener conversación con amantes que protagonizaron momentos extraordinarios en mi vida, porque el odio que me guardan supera al amor que me concedieron.
Cuando sabes que tienes más pasado que futuro, te juzgas y, a veces, te condenas. Me encantaría escuchar las sentencias eróticas de las mujeres de mi vida, de las que fueron, de las que son y de las que no pudieron ser. Ucronía erótica. Aguardo respuestas.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hay personas que pasaron por tu vida para quedarse, aunque ya no permanezcan cerca de ti, ni tan si quieras las veas ni las trates. Hombres y mujeres que dejaron huellas en tu alma. Como ahora me toca escribir de erotismo, recordaré a féminas que me marcaron.
No se trata tan solo de damas, señoras o señoritas con las que pecase contra el sexto mandamiento. Porque hay mujeres a las que les confesé mi amor con unas cuantas miradas y ellas asintieron. Pero, por razones incomprensibles, nunca pasamos más allá de un beso con el dedo en una de sus cejas, un beso, de esos que resbalan por las mejillas y de unas cuantas frases hermosas.
Y, desde que pasaron por mi vida, viajo acompañado de mi memoria para recordar a damas con las que fui uno en ellas, unidad pura; con las que dejé de ser yo para fundirme en sus cuerpos y en sus esencias.
Mantengo aún contacto, vía teléfono, mensajes, sin besos ni caricias, sin nada más que la memoria, con algunas de esas mujeres que transformaron mi vida, a las que amé del derecho y del revés; personalidades únicas, físicos hermosos, amables y amantes, cultas y agradables, que me quieren, creo, como amigo, casi como a un hermano, sin pensar en sexo, sin imaginar cópulas divinas, ni madrugadas libidinosas.
Ahora que me voy marchando, me encantaría despedirme de esas damas, señoras, señoritas que significaron tanto en mi vida. Preguntarles por qué me amaron, por qué nos distanciamos, por qué todavía sabemos cómo nos ha ido la vida; qué recuerdos hermosos u horrendos guardan de mí. Sé que nunca podré mantener conversación con amantes que protagonizaron momentos extraordinarios en mi vida, porque el odio que me guardan supera al amor que me concedieron.
Cuando sabes que tienes más pasado que futuro, te juzgas y, a veces, te condenas. Me encantaría escuchar las sentencias eróticas de las mujeres de mi vida, de las que fueron, de las que son y de las que no pudieron ser. Ucronía erótica. Aguardo respuestas.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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