NOCTURNOS
La bondad no enamora a las mujeres
En ella hallé un aroma distinto, un perfume diferente, un gesto lábil, una voz evanescente. Isabel me ha marcado el alma. Pertenezco ya a los hombres que yerran enamorados de su persona.
Hay mujeres a las que se ama como si fueran diosas: se les ora, se les pide favores. Y esperas el milagro de que te quiera, que se enamore de ti, que solo eres un hombre normal, mortal, incluso vulgar. Yo la adoro. Y ella lo sabe.
Y yo también sé que el amor no se paga con más amor, que, a veces, la bondad no enamora, ni tampoco el talento, ni la inteligencia. Ignoro qué virtudes la seducen, a qué hombres permitió entrar en su cuerpo, besar su pubis, acariciar su ombligo, realizar esgrima con su lengua…
¡Ay si hubiera sido un malandrín!
Eugenio-Jesús de Ávila
En ella hallé un aroma distinto, un perfume diferente, un gesto lábil, una voz evanescente. Isabel me ha marcado el alma. Pertenezco ya a los hombres que yerran enamorados de su persona.
Hay mujeres a las que se ama como si fueran diosas: se les ora, se les pide favores. Y esperas el milagro de que te quiera, que se enamore de ti, que solo eres un hombre normal, mortal, incluso vulgar. Yo la adoro. Y ella lo sabe.
Y yo también sé que el amor no se paga con más amor, que, a veces, la bondad no enamora, ni tampoco el talento, ni la inteligencia. Ignoro qué virtudes la seducen, a qué hombres permitió entrar en su cuerpo, besar su pubis, acariciar su ombligo, realizar esgrima con su lengua…
¡Ay si hubiera sido un malandrín!
Eugenio-Jesús de Ávila


















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