Eugenio de Ávila
Miércoles, 12 de Octubre de 2022
TEMIS

Jueces justos, ni conservadores ni progresistas

[Img #70665]Un juez solo se debe a la Justicia. Un juez ni es progresista, ni es conservador. A un juez solo se le exige ser justo. Así los define la prensa de izquierdas. ¡Pero qué hostias es eso del progresismo! ¿Los etarras eran y son progresistas? ¿Es progresista matar? ¿Stalin fue progresista? ¿Largo Caballero, que odiaba la democracia, que amaba la dictadura del proletariado, fue progresista?

 

España no es una democracia plena desde que Felipe González, otra vez el PSOE, en 1985, decidió que los jueces debían doblegarse al poder político y terminar con la independencia judicial en España. De esa sutil manera, el Estado perdía a uno de sus poderes el judicial, porque el ejecutivo decidía a que jueces situar en el Consejo del Poder Judicial, en el Tribunal Supremo y en el Constitucional. Guerra, siempre tan simpático, enterró a Montesquieu. Sin una Justicia independiente, la democracia pierde calidad, libertad y verdad. Es otra cosa, incluso podría llegar a ser una autocracia.

 

El Partido Popular pudo desfacer el entuerto de la Justicia. Ruiz Gallardón, ministro de Justicia, fiscal de profesión, consideró, en su momento, “obsceno” nombrar a los jueces que después juzgarán a los políticos. Sí, su frase dolía por su durísima realidad, pero el PP de Aznar prefirió la obscenidad a la decencia a la honestidad. Porque los conservadores quisieron también, como ejercieron los socialistas durante sus gobiernos, controlar a magistrados y jueces.

 

Y así hemos llegado a este 2022, cuando el Sanchismo quiero controlar la Justicia para que el Constitucional, presidido por un masón gallego, Conde Pumpido, considere todas las acciones de los secesionistas catalanes, los enemigos de España, de acuerdo a la Ley, a la Carta Magna. Así Sánchez seguiría en La Moncloa, desde donde hacer caridad del Estado, con el dinero de todos, con los menesterosos, a los que abonará 400 euros, con lo que seguirán viviendo en la pobreza, pero votarán al político que les mata el hambre, pero que no les permite salir de la mendicidad. Votos cautivos. Más subvenciones y ayudas esclavizan a la gente.

 

El Consejo General del Poder Judicial es un organismo que no debería de existir. Los jueces son profesionales, que realizaron severísimas oposiciones para impartir justicia desde sus magistraturas, libres, libérrimos, ni progresistas ni conservadores, solo justos, cumplir con la ley, sin amenazas de los políticos de turno, verdadera lacra de nuestra democracia. Los políticos se han convertido en los verdaderos enemigos del pueblo.

 

Si la Justicia fuese, en verdad, libre, sin control político, los magistrados podrían abrir un proceso idéntico en España al de “mani pulíte” en Italia, ejercido por jueces en 1992 que descubrió una extensa red de corrupción política que implicaba a los principales grupos políticos del momento, cuya figura destacada fue Bettino Craxi (PSI); así como a diversos grupos empresariales e industriales, y numerosas autoridades, desde alcaldes hasta miembros del parlamento.

 

Los políticos, tantos los del PP como los del PSOE, y, por supuesto, el de los neomarxianos burguesitos, temen una Justicia libre, ejecutada por unos magistrados libérrimos. Unidas Podemos preferiría, de poder ser, un Comité de Salud Pública, con Robespierre y Danton, o a un émulo de Vyshinski, el fiscal de Stalin en las Purgas de Moscú.  No hay más. Eso sí, la gente en los metros de Madrid y otros lugares de España no trata, en absoluto, del problema del Poder Judicial.

 

 Al pueblo le interesa más los problemas del macho Ortega Cano y su mujer o las confesiones, tétricas, de Rocío Carrasco, sobre su familia o si el Real Madrid gana o pierde y el Barcelona, en quiebra, ficha y ficha, gasta y gasta, como Pedro Sánchez, con sus palancas. Otra falacia del independentismo catalán.

 

Si la izquierda acaba, definitivamente, con el tercer poder del Estado, el Judicial, y la derecha lo consiente, la democracia española, ya en entredicho, de capa caída, de calidad ínfima, se convertirá en un régimen extraño, raro e indefinible, pero no de libertades. Cualquier autócrata podrá gobernar al ritmo de sus caprichos, antojos y ocurrencias. Bien el PSOE y sus socios neocomunistas, separatistas, golpistas y racistas, ya el PP galaico y pusilánime.

 

 

 

Eugenio-Jesús de Ávila

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