HABLEMOS
Sánchez es socialdemócrata
Se sabe. Al frente de la gobernanza del país, otro palabro aireado para despiste de incautos por este ejecutivo de telediario y propaganda, es decir, un día esto y mañana lo que cuadre, se halla el grande de lo mismo, empoderado de palacio, falcon y turisteo perpetuo, haciendo el papelón de quien nada cuenta, pero al que los señores dejan entrar en el baile. ¡Qué mozo tan guapo!... y arrobo de Frau Ursula. No, no es que el presidente tenga mayor misterio, después de sus andanzas al logro de lo suyo, a costa de esquilmar a las clases activas y propietarias con sus proyectos sin rumbo, coherencia y ni siquiera sentido común.
Ahora bien, pese al desastre diario, nuestro primer y gran estadista ha desvelado las claves del asunto. Él, el Sánchez de las políticas eco, trans y demás secuelas de la ideología marxista comunista, quiere, se postula y aspira nada menos que a presidir la Internacional socialista, reivindicando a uno de los sujetos más mendaces de la política europea, el Olof Palme que, precisamente bajo bandera de un pacifismo hipócrita, ensayó hasta la ruina demográfica, inmigratoria, económica e incluso moral de Suecia, todo lo que a no tardar permitió en Europa el triunfo de un comunismo aggiornado, cuyos objetivos fueron siempre aquellos a que el bolchevismo jamás renunció. En esencia, sumisión del individuo al poder del Estado, hoy burocracia, burocracia y burocracia.
Mas lo decisivo gira en torno al argumento que, bajo excusa de una igualdad ladrona, justifica impuestos discriminatorios a los llamados ricos (¿quiénes, cuánto, en qué medida?), como medio de alcanzar una justicia naturalmente social y bolivariana; “¡Exprópiese!”. Porque, efectivamente, lo fundamental estriba en la propiedad privada, cuya liquidación es y fue la meta última de la socialdemocracia, a través de políticas intervencionistas instrumentadas por aparatos omnipresentes, con carácter de dictadura fiscal. Sin duda, Sánchez igual que el PSOE es socialdemócrata, circunstancia que, a remolque de su última cruzada tributaria, invita a reflexionar acerca de la verdadera amenaza que pende sobre el individuo y la libertad. Respecto a España no es él, menos aún su figura, el auténtico peligro. La ciudadanía debiera tenerlo claro, pues la cosa viene de lejos, Stalin y Palme al unísono. La socialdemocracia y su hegemonía, basada en el dominio de estructuras, castas, oligarquías y partitocracias nacionales o supranacionales, es la gran carcoma para el Estado de derecho, a través del ataque permanente a la propiedad, como garantía primera y última de la autonomía personal. Que sí, Sánchez y el PSOE, incluida la corrupta era guerrista felipista, son socialdemócratas. Naturalmente, con permiso del PRI y la venia de López-Obrador.
Se sabe. Al frente de la gobernanza del país, otro palabro aireado para despiste de incautos por este ejecutivo de telediario y propaganda, es decir, un día esto y mañana lo que cuadre, se halla el grande de lo mismo, empoderado de palacio, falcon y turisteo perpetuo, haciendo el papelón de quien nada cuenta, pero al que los señores dejan entrar en el baile. ¡Qué mozo tan guapo!... y arrobo de Frau Ursula. No, no es que el presidente tenga mayor misterio, después de sus andanzas al logro de lo suyo, a costa de esquilmar a las clases activas y propietarias con sus proyectos sin rumbo, coherencia y ni siquiera sentido común.
Ahora bien, pese al desastre diario, nuestro primer y gran estadista ha desvelado las claves del asunto. Él, el Sánchez de las políticas eco, trans y demás secuelas de la ideología marxista comunista, quiere, se postula y aspira nada menos que a presidir la Internacional socialista, reivindicando a uno de los sujetos más mendaces de la política europea, el Olof Palme que, precisamente bajo bandera de un pacifismo hipócrita, ensayó hasta la ruina demográfica, inmigratoria, económica e incluso moral de Suecia, todo lo que a no tardar permitió en Europa el triunfo de un comunismo aggiornado, cuyos objetivos fueron siempre aquellos a que el bolchevismo jamás renunció. En esencia, sumisión del individuo al poder del Estado, hoy burocracia, burocracia y burocracia.
Mas lo decisivo gira en torno al argumento que, bajo excusa de una igualdad ladrona, justifica impuestos discriminatorios a los llamados ricos (¿quiénes, cuánto, en qué medida?), como medio de alcanzar una justicia naturalmente social y bolivariana; “¡Exprópiese!”. Porque, efectivamente, lo fundamental estriba en la propiedad privada, cuya liquidación es y fue la meta última de la socialdemocracia, a través de políticas intervencionistas instrumentadas por aparatos omnipresentes, con carácter de dictadura fiscal. Sin duda, Sánchez igual que el PSOE es socialdemócrata, circunstancia que, a remolque de su última cruzada tributaria, invita a reflexionar acerca de la verdadera amenaza que pende sobre el individuo y la libertad. Respecto a España no es él, menos aún su figura, el auténtico peligro. La ciudadanía debiera tenerlo claro, pues la cosa viene de lejos, Stalin y Palme al unísono. La socialdemocracia y su hegemonía, basada en el dominio de estructuras, castas, oligarquías y partitocracias nacionales o supranacionales, es la gran carcoma para el Estado de derecho, a través del ataque permanente a la propiedad, como garantía primera y última de la autonomía personal. Que sí, Sánchez y el PSOE, incluida la corrupta era guerrista felipista, son socialdemócratas. Naturalmente, con permiso del PRI y la venia de López-Obrador.


















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