NOCTURNOS
Prefiero amar a una mujer que ejerza autoridad sobre mí
Empírico: el que más ama dentro de una pareja siempre es que más sufre y el que menos manda. Siempre que este verbo exista en una relación amorosa, las discusiones caracterizarán el día a día, hasta que una de los dos miembros se imponga.
Sucede siempre entre humanos, también entre simios. En nuestra especie, los hombres ejercían su autoridad, más que nada por potencial físico, nunca por talento. En tiempos contemporáneos, el sexo femenino, manipulado por el feminismo como fuerza revolucionaria, toda vez que el proletariado dejó de serlo, las mujeres ejercen también su poder en la pareja… si perciben más emolumentos que sus compañeros, hombres.
No quiero desviarme de mis intenciones. No fui nunca, ni lo soy, ni lo seré, un tipo autoritario, un dictador, ni en la familia, ni en la empresa. Dejo hacer. Cada cual tiene derecho a sentirse autoridad. Si, además estoy enamorado de una dama, más rebajo mi capacidad de caudillaje, de ordenar, de disponer. Es más, me deleita que la señorita que me apasiona me dirija, me encauce, me exija.
Solo me revelo ante la estupidez, masculina y femenina. Tolero todavía menos la estolidez de las chicas, porque los seres más inteligentes de la creación, los más dotados para crear vida desde el dolor, nunca pueden perderse en la mediocridad.
Yo nunca me he enamorado de una mujer vulgar, en principio, porque he conocido a pocas. Siempre me apasionaron las nenas bonitas, elegantes y con tanto talento como el mío. Y si pudiera ser, con una miaja menos que yo, porque, si piensan mucho, me apreciarán un montón, tanto en la cópula como en la conversación, ya en el lecho de la pasión, como en un debate sobre el amor, Dios, la vida y la muerte, el arte y el odio.
Eugenio-Jesús de Ávila
Empírico: el que más ama dentro de una pareja siempre es que más sufre y el que menos manda. Siempre que este verbo exista en una relación amorosa, las discusiones caracterizarán el día a día, hasta que una de los dos miembros se imponga.
Sucede siempre entre humanos, también entre simios. En nuestra especie, los hombres ejercían su autoridad, más que nada por potencial físico, nunca por talento. En tiempos contemporáneos, el sexo femenino, manipulado por el feminismo como fuerza revolucionaria, toda vez que el proletariado dejó de serlo, las mujeres ejercen también su poder en la pareja… si perciben más emolumentos que sus compañeros, hombres.
No quiero desviarme de mis intenciones. No fui nunca, ni lo soy, ni lo seré, un tipo autoritario, un dictador, ni en la familia, ni en la empresa. Dejo hacer. Cada cual tiene derecho a sentirse autoridad. Si, además estoy enamorado de una dama, más rebajo mi capacidad de caudillaje, de ordenar, de disponer. Es más, me deleita que la señorita que me apasiona me dirija, me encauce, me exija.
Solo me revelo ante la estupidez, masculina y femenina. Tolero todavía menos la estolidez de las chicas, porque los seres más inteligentes de la creación, los más dotados para crear vida desde el dolor, nunca pueden perderse en la mediocridad.
Yo nunca me he enamorado de una mujer vulgar, en principio, porque he conocido a pocas. Siempre me apasionaron las nenas bonitas, elegantes y con tanto talento como el mío. Y si pudiera ser, con una miaja menos que yo, porque, si piensan mucho, me apreciarán un montón, tanto en la cópula como en la conversación, ya en el lecho de la pasión, como en un debate sobre el amor, Dios, la vida y la muerte, el arte y el odio.
Eugenio-Jesús de Ávila


















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